Cuando la ESS sustituye la organización política.

Por Miguel G.
10 min. de lectura

Quienes llevéis unos cuantos años en movimientos sociales habréis visto que ciertas personas que comenzaron a militar en vuestra época, pasaron a trabajar para cooperativas sociales y algunos proyectos de autogestión económica con matices políticos. Se veían como un refuerzo del movimiento general, dado que de pronto estas personas podrían contribuir al esfuerzo común, desde una posición más desahogada, quitándole horas a su ocupación económica. Esto se ha ido desarrollando en la última década aproximadamente, aunque hay experiencias en otros contextos (años 1880-90, años 20-30, años 70-80…).

Estas personas están politizadas en unas ideas de la izquierda transformadora (comunismo, anarquismo, liberación nacional, confederalismo democrático, etc.) y en no pocos casos siguen militando en ella. Su impulso – el de ellas y el de las personas que estaban previamente en la Economía Social y Solidaria (ESS en adelante) – ha sido tal que se podría decir que la ESS es un agente activo de transformación.

La crítica, y yo me apunto, pasa por verlo como un agente dependiente de las subvenciones y de los contactos políticos con algunas instituciones (algunas afines y otras solamente “tolerantes”). Por lo tanto, esta dependencia también obliga a no alejarse en demasía de la socialdemocracia, por muy comunal que se autoperciba esa ESS. Hay otros casos que no entran en estas categorías: el de las empresas que ya están inmersas en el mercado capitalista, que tienen un punto de vista liberal; y el de las cooperativas pequeñas que son más bien proyectos de autosubsistencia que viven al margen del gran mercado y por tanto no aspiran a cambiar nada sino a que las dejen en paz.

Me centraré en ese cooperativismo social que pretende una transformación de la sociedad. En algunos casos tiene paradigmas propios como cooperativismo, post-capitalismo, democracia comunal y otros de ese estilo.

Y es que proliferan las jornadas y congresos organizados desde la ESS y sus entidades y redes, en los que se habla de decrecimiento, de organizar la sociedad, de salir del capitalismo, de crear comunidad y demás. La gente que las organiza – sin sorpresas – suele venir de los propios movimientos sociales y de entornos politizados. Las soluciones suelen ser de dos tipos: las que hablan de agrandar la base (hacer más coopes), y la que hablan de comunalizar nuevos espacios en manos de la administración o del capital.

Dentro de las personas más concientes de esa ESS existen debates. El que motiva este artículo es la duda de si no se estará solapando el ámbito de los colectivos y organizaciones políticas, que son las que deberían ofrecer las soluciones y no la ESS. En este sentido, se entiende la ESS como una retaguardia del movimiento popular, mientras que esas otras organizaciones específicas o sociales son la vanguardia, la que da la cara. Según este punto de vista, estar montando jornadas con los cabezas de cartel que salen en todas esas otras jornadas que te montaría un grupo ecologista o un sindicato, no dejaría de ser una usurpación de las funciones de otro tipo de entidad.

La crítica podría ir más allá si cabe. Por ejemplo, si se están montando esas jornadas por tener que cumplir con unos indicadores de la administración pública que te indica en las bases del programa que te subvenciona que tienes que cumplir con X actividades que lleguen a Y personas.

Como en todo, hay otro punto de vista. Todo esto se hace desde la perspectiva pragmática del “ya que estamos, montemos algo que nos guste y que encima valga la pena”. Por tanto, ese punto de vista, entiende que sería de tontos no aprovechar que a la administración pública le da bastante igual lo que financia. Aunque no lo parezca, han estado financiadas con dinero público desde exposiciones del movimiento anarquista histórico, hasta charlas sobre las comunas socialistas de Venezuela, hasta jornadas sobre la lucha armada de los 70s. Cosas que a los propios movimientos sociales u organizaciones les cuesta horrores de organizar por la precariedad en la que viven (sea esa precariedad de tipo militancial, económica o de falta de experiencia).

Entiendo que el problema llega cuando se traspasan ciertos límites. Por ejemplo, no tener en cuenta e ignorar a quien ya está implicado en ese ámbito que se tratará en las jornadas. Si no se tiene cuidado, se puede llegar a suplantar a cualquier colectivo de base montando las jornadas que tendría que hacer ese grupo. Y, sinceramente, si ya te lo monta esa gente tan maja que cobra, ¿para qué vas a hacerlo tú? Eso es justamente lo que les ocurre a no pocas asociaciones vecinales. Al depender de dinamizadores comunitarios pagados por el municipio o autonomía, pues muchas veces nunca montan nada que no pase por esta persona que se lo hace todo.

En resumen, se deja de tener un rol de acompañamiento técnico para pasar a hacerles la política a los colectivos. Y no es sano.

Otro factor sería el de la procedencia sociocultural de las personas que trabajan en ese cooperativismo social. Para empezar no llegarás a trabajar en esos lugares si no tienes los contactos adecuados. No hay meritocracia que valga. Cuando se puede elegir, en un contexto en el que no manda el beneficio económico, todo el mundo elegiría tener compañeras que piensen parecido, con las que se haya compartido alguna cosa y que te hagan llevaderas las 8h de curro.

Pero a la vez se contribuye a un cierto elitismo. Estamos fomentando una ESS llena de ex-activistas – aunque una minoría sigue en activo. Desde una posición de comodidad (tienen tiempo disponible para planificar y recursos para llevarla a cabo) deciden qué sería útil para el movimiento social que desean reforzar. Por ejemplo, montar un taller de comunicación, una charla de algún conferenciante que sea difícil de traer o hacer una formación de cocina. En principio ya hay muchos colectivos que se dejan ayudar. Total, una tarea menos.

Ahora bien, ¿dónde queda el papel de la organización política? En una organización estratégica, hecha a partir de militantes, la gente está voluntariamente. Cuesta esfuerzo reunirse, plantear, planificar, comunicar y llevar a cabo cualquier actividad. A veces se tiene que poner a trabajar toda la organización si es pequeña. Y todo para tener el mismo resultado que una jornada que te han montado entre dos técnicos de la ESS.

Estamos en un momento en el que hay no pocos movimientos sociales, asociaciones o sindicatos quejándose de la falta de militancia. Un momento en el que las organizaciones políticas no dan abasto y que mucha gente con ideas aún no da el paso a militar en serio por falta de tiempo. A la vez da la sensación de que nunca ha habido tanta gente cobrando.

Surge la pregunta de si vamos por el buen camino.

Y es que se echa en falta la visión global de movimiento. ¿Para qué hacemos lo que hacemos? ¿A qué estamos contribuyendo? ¿Qué tácticas conforman la estrategia?

Dada la diversidad de circunstancias lo que priman son los proyectos políticos personales, aunque sean de tipo anticapitalista. Es decir, un rédito individual o de la marca de la cooperativa de turno que haya impulsado el proyecto. Todo este debate tiene que ver con quién decide y cómo se debe llevar a cabo la dirección estratégica de todo el movimiento. ¿Quién está al servicio de quién? ¿Qué canales de decisión existen? ¿Cómo se llevan a cabo las decisiones? ¿Quién fiscaliza el proceso?

Miguel G. Gómez (@BlackSpartak)

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