Anarquismo y ciencia: una breve reflexión

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A menudo leo a gente (anarquista) que despotrica contra el marxismo, y lo hacen arguyendo, entre otras cosas, que es una pretensión científica de comprender la historia humana. Y así parece que existe una bolsa de personas dentro de nuestro movimiento libertario que no está por la labor de concebir la ciencia, ya sea social, natural, o experimental, como una excelente herramienta para la consecución de nuestras metas. Por el contrario, yo diría que es la única herramienta que nos garantiza el triunfo de nuestra revolución, en tanto que la ciencia se sustenta en el análisis racional de la realidad material, y la razón, le duela a quien le duela, es parte importante  del camino hacia la emancipación humana.

Al marxismo se le puede criticar por un millón de cosas: su determinismo estructural, el más bien poco-importante papel de la “superestructura”, la inexistencia de una crítica sistemática del poder y la autoridad, su concepción utilitarista del Estado… etcétera. Pero es precisamente el carácter científico y racional de la teoría marxiana (guste o no) lo que hace de ésta una potente explicación no solamente del sistema capitalista de producción, sino de la historia humana en su conjunto.

Como dijera Kropotkin, bien es cierto que el anarquismo no nace de la ciencia ni ha de enquistarse en esta. El anarquismo, al igual que el socialismo, fue, es y será un movimiento popular que yace en la base de la sociedad jerarquizada en la que vivimos, entre la gente que ni ha ido a la universidad ni tiene por qué saber quiénes fueron Malatesta o el mismo Kropotkin. El anarquismo nace del pueblo, y de sobra es sabido que la ciencia no pertenece al pueblo, no al menos hoy en día. ¿Quiénes hacen ciencia? Como Bakunin y Kropotkin dijeron, la ciencia es cosa de “hombres acomodados”, de burgueses que han sido socializados con la ideología burguesa y, por lo tanto, atienden a razones e intereses burgueses. No obstante nada de esto invalida el argumento de mi texto.

Que la ciencia esté dominada a día de hoy por la clase burguesa no significa que sea per se mala o inútil. Es cierto que el siglo XX ha demostrado que la ciencia no era la explicación racional y precisa que creían los hombres y mujeres del siglo XIX. Desde la teoría física de Einstein hasta los desarrollos filosóficos del postmodernismo, el siglo XX ha dejado bien claro que más bien todo es relativo, construcción social, o simplemente inaprensible. ¡Pero qué ironía que estos “descubrimientos” vengan de la propia ciencia! Qué ironía que la bomba que destruye el edificio racionalista y objetivo de la ciencia moderna sea una bomba fabricada con los mismos materiales: con el discernimiento racional, la aplicación sistemática de un método, y el debate serio y riguroso.

Grandes conceptos del anarquismo vienen, sin duda, del hacer científico. La idea de “ayuda mutua” que maneja Kropotkin deriva de sus observaciones geográficas-zoológicas, cuando se percató de un hecho interesante: la evolución animal atiende a la solidaridad de especies y no a la competición que defendían los seguidores de Darwin. De la misma manera, en un mundo en el que la producción cultural e ideológica está absolutamente dominada por los intereses materiales de una clase dominante, el discernimiento crítico y racional es la única vía que nos queda para romper con el hechizo del capitalismo. Alguien nos podría decir que para argumentar que el capitalismo mata de hambre no hace falta estudiar un curso de máster. Pero, ¿qué hay del patriarcado? ¿Qué es el movimiento 15M? ¿En qué dirección reman las asambleas de barrio que se multiplican por el Estado español? ¿Cómo tratamos la libertad de prensa? Hay cuestiones no tan claras ni tan fácilmente identificables. ¿Cómo le explicamos a una ciudadana del 15M que votar a IU no cambiará nada? ¿Cómo le explicamos a un joven comunista que el Estado no se puede tomar en nombre de la clase obrera, sino que hay que abolirlo y organizar la sociedad de otra manera? Sería muy cínico negar que estas preguntas no encuentran respuestas útiles y valiosas en disciplinas como la historia, la sociología, la psicología social, la antropología… etcétera.

Que hay que des-aburguesar la ciencia. Sí. Que hay que acercar la producción científica a eso que llamamos “pueblo”. También. Que todo hombre y mujer tendría que tener acceso, deseo, y capacidad de comer del fruto de la ciencia. Desde luego. Pero nada de esto niega la validez de la ciencia como instrumento revolucionario. Ciencia no es producir más coches, mandar cohetes a Marte, o estudiar los circuitos cognitivos del consumidor. Ciencia es observar al mundo en el que vivimos de una manera muy concreta: mediante el uso de la razón, la cual nos lleva inevitablemente a la igualdad social [1].

Notas

[1] Si bien es cierto que no menciono el gran papel de la dimensión irracional del ser humano, esto no significa que niegue la importancia de otros elementos como la intuición, los deseos, las pasiones, los sentimientos, y todas esas cosas que “tenemos dentro” y que nos cuesta expresar mediante la palabra escrita o hablada. Si he omitido esta parte es por no ser directamente relevante a la idea este texto, el cual he pretendido que sea corto y directo-al-grano.

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