Inicio con este artículo un camino, más bien largo, que ya comencé a andar en el blog La Colectividad. A lo largo de este viaje intentaré analizar histórica, filosófica, y sociológicamente eso que se ha venido a llamar anarquismo. Además, es mi intención que los artículos de “Claves para entender el anarquismo” estén al alcance de todes, para que así personas sin estudios previos en el tema o con escasa formación teórica puedan avanzar en su personal entendimiento de una ideología tan apasionante como la anarquista. Sin más, espero que mi esfuerzo sirva al menos para despertar en vosotres la pasión de pensar críticamente.
Introducción
Los primeros artículos de “Claves para entender el anarquismo” se centrarán en bosquejar los límites de “qué significa ser anarquista.” Empezaremos analizando los elementos comunes a todas las ramas del anarquismo para, en futuros artículos, ir descendiendo paso por paso a cada tipo de anarquismo. Empezar por lo general para después descender a lo particular nos permitirá entender mejor los matices de cada tipo de anarquismo. En estos primeros artículos nos apoyaremos en el libro “Anarchism” de David Miller (quien no es anarquista, sino socialista de mercado como él mismo se define, pero sí uno de los más valiosos estudiosos de la historia del anarquismo). No perdamos más tiempo, vamos a lo nuestro.
Qué es el anarquismo
Muchas son las ideas que se asocian a la palabra anarquismo. Hoy en día, para gran parte de la sociedad, les anarquistas son poco más que personas destructivas que disfrutan destrozando contenedores de basura, quemando locales de la cadena Starbucks, o lanzando ladrillos a la policía. Esta idea generalizada sobre les anarquistas es reproducida y socializada (es decir, internalizada y aceptada como verdad) a través de los medios de comunicación, el sistema educativo en Occidente, y las relaciones cotidianas de las personas. De esta manera, el anarquismo seguramente sea una de las ideologías más tergiversadas en la historia de la humanidad. Sin embargo, nada de lo arriba escrito es absolutamente verdad. Si bien es cierto que algunas personas consideradas anarquistas disfrutan quemando contenedores, el anarquismo como ideología es mucho más. Les anarquistas no son solamente personas violentas y encapuchadas (que también); otres muches anarquistas son personas constructivas y creadoras.
Así pues, el anarquismo lejos de ser una ideología que busca la destrucción del mundo es una ideología profundamente constructiva que ha teorizado complejas alternativas sociales al capitalismo (Miller, 1984: 2). Es más, el anarquismo es tan complejo y tan constructivo que se hace muy difícil hablar de una ideología anarquista. Todas las ideologías políticas albergan en su seno contradicciones puntuales (es decir, no hay ideología política que sea absolutamente congruente), pero en el caso del anarquismo encontramos un gran abanico de posturas diferentes que son, a todas luces, opuestas. No obstante, sí que podemos identificar una lista de elementos básicos que unifican a todas las posturas anarquistas.
Pero antes de explicar esos elementos básicos del anarquismo, tenemos que identificar de qué estamos hablando cuando decimos anarquismo. Empezamos a hablar de anarquismo a finales del siglo XVIII, precisamente con el estallido de la Revolución Francesa en 1789. Antes de este momento histórico tan importante se pueden encontrar ideologías y cosmovisiones muy cercanas al anarquismo (pues los deseos de libertad han existido desde los primeros seres humanos), pero no podemos hablar del anarquismo como ideología política hasta finales de siglo XVIII, cuando todos esos deseos de libertad e ideales de emancipación se unifican y articulan bajo un mismo nombre para así crear un sistema de ideas que hoy llamamos anarquismo.
Tras la Revolución Francesa el anarquismo se expandió rápidamente por todo el mundo (ibid.: 4), llegando a ser una de las ideologías más importantes en los movimientos obreros europeos y norteamericanos. El anarquismo experimentó un incremento exponencial a partir de la década de 1860, cuando el movimiento obrero, impulsado por el marxismo [1], se asentó con contundencia entre les trabajadores del campo y, sobre todo, de la ciudad. Fue en este contexto de efervescencia social cuando el anarquismo adquirió fuerza y apoyo popular, llegando a conformar una importante rama del movimiento socialista. De hecho, les anarquistas del siglo XIX se consideraban como les verdaderes socialistas (ibid.: 2).
A grandes rasgos se puede afirmar con rigor que el anarquismo busca la creación de una sociedad justa, en la cual el individuo pueda ser libre pero que, al mismo tiempo, tenga una mayor conciencia social basada en la solidaridad entre las personas. Esta idea abstracta, sin embargo, se puede materializar de muy diversas maneras, y una vez más, a grandes rasgos, podemos identificar dos posturas diferentes dentro del anarquismo: una postura más individualista (promovida por autores como Godwin y Stirner), y una postura más colectivista (Bakunin y Kropotkin entre otres). Esta diferenciación, lejos de ser de matiz, supone una gran división dentro de la ideología anarquista, puesto que los postulados filosóficos sobre la naturaleza del individuo y de la vida social son pensados de forma muy distinta [2].
Como ya anticipé, afortunadamente podemos identificar varios elementos que nos permiten hablar de una ideología anarquista. El primero de ellos es la oposición a la existencia de un Estado. Todas las corrientes anarquistas abogan por la destrucción del Estado moderno para así poder organizar la sociedad de otra manera. Pero una vez más nos encontramos con un obstáculo en nuestro camino hacia la comprensión del anarquismo, y es que para muches autores los conceptos Estado y gobierno son intercambiables (viniendo a sugerir que son la misma cosa), mientras que para otres no lo son. Así pues, vamos a dejar este punto a un lado por el momento y consideremos que Estado y gobierno no son la misma cosa. Por lo tanto, un Estado para el anarquismo sería (ibid.: 5):
1) Una entidad soberana, la cual clama tener la absoluta y única autoridad para definir los límites de su territorio y los derechos de sus ciudadanes.
2) Una entidad obligatoria, la cual es impuesta a las personas de cualquier generación. La imposición de la existencia del Estado, además, implica la obligación de aceptar dicha existencia dentro de la legalidad vigente.
3) Una entidad monopolística, es decir, el Estado tiene el monopolio del poder y violencia (fuerza) dentro de su territorio.
4) Una entidad discreta, es decir, diferente y claramente diferenciable del resto de funciones y dinámicas sociales. En este punto se incluirían las relaciones y elementos relacionados con la burocracía, el ejército, la policía, les polítiques, etcétera.
Estos cuatro puntos son compartidos por todas las corrientes anarquistas. De una forma más detallada, el primer punto se relaciona con la creación unidireccional de la realidad social, es decir: lo permitido y lo no-permitido, lo posible y lo no-posible, etcétera, son cosas dadas por el Estado. El segundo punto tiene que ver con la idea de pacto social (por el momento vamos a dejarlo en que las personas que no participaron en dicho pacto son igualmente obligadas a aceptar la existencia, poder, y autoridad del Estado). El tercer punto tiene ecos weberianos [3], y como se verá más adelante, hace alusión a la incapacidad formal de las personas de sublevarse contra el Estado, puesto que es éste el que sustenta la violencia legal (el adjetivo legal aquí tiene una importancia mayúscula). Finalmente, el cuarto punto es resultado del gran esfuerzo teórico de los primeros autores anarquistas: en él se pretende decir que el Estado es claramente un elemento distinto del resto de dinámicas sociales. Como se verá más adelante, es vital acotar analíticamente (teóricamente) al Estado, pues la gran crítica de la ideología anarquista está orientada hacia el mismo.
Para terminar de comprender estos cuatro puntos tenemos que tener en cuenta, también, lo siguiente:
• Los cuatro puntos anarquistas que definen un Estado son aplicables de la misma forma a un Estado liberal de tipo hobbesiano como a un Estado socialista proletario. En próximos capítulos veremos la importancia de definir al Estado como un concepto más allá de su expresión material; para el anarquismo el problema es el Estado, no el tipo de Estado.
• El anarquismo, de cualquier tipo, se opone a la idea liberal de “pacto social” [4]. Aquí encontramos dos grandes argumentos en contra (ibid.: 6): uno es, ¿por qué iba alguien a aceptar la existencia de un Estado cuando éste es más opresor que el poder de individuos separados? Hemos de pensar que el Estado moderno nace desde un contexto feudal, en el cual el poder se fue concentrando poco a poco en ciudades-Estado que más tarde pasarían a conformar los Estados modernos. La crítica de los primeros anarquistas hace alusión a este hecho: pareciera que un Estado es más opresivo que un señor feudal, por lo tanto no se explica tal “pacto social.” El segundo argumento enlaza con el segundo punto de arriba: el “pacto social” se impone a las nuevas generaciones, las cuales no han tomado parte en ese supuesto “pacto social.”
Si hemos comprendido estos cuatro puntos definitorios, más la característica elemental del anarquismo (la oposición al Estado de cualquier tipo), y estas dos últimas argumentaciones, estamos preparades para pasar a analizar con un poco más de detalle los elementos de los Estados modernos. Pero esto lo vamos a dejar para la próxima entrega, en la cual se verá:
• La definición proudhoniana de Estado.
• El modelo alternativo propuesto por Proudhon.
• Seguiremos diferenciando corrientes anarquistas e identificando puntos comunes entre las mismas.
Como esta serie de artículos tienen una clara intención formativa, es pertinente recomendar unas cuantas lecturas para facilitar la comprensión del próximo artículo (el cual será más abstracto que esta introducción). A modo de “deberes”, recomiendo leer un breve capítulo del libro de Capelleti “La ideología anarquista.” El capítulo en concreto se titula “Nacimiento del anarquismo: Pierre Joseph Proudhon.” Os dejo el enlace a la lectura aquí mismo, encontraréis el capítulo recomendado en las páginas 37-45.
Si alguien estuviera más interesade todavía en profundizar en el tema que trataremos en el próximo artículo, recomiendo la lectura de “El principio federativo” de Proudhon. La lectura la podéis encontrar en este link.
Notas
[1] Recordemos que el “Manifiesto del Partido Comunista” se publica por primera vez en febrero de 1848. Las ideas de Karl Marx y Friedrich Engels calaron con notabilidad en las décadas posteriores, durante las cuales se asentaron las bases del movimiento obrero.
[2] Entraremos a analizar con más detalle las diferentes corrientes anarquistas en futuros artículos de “Claves para entender el anarquismo.” Que nadie se impaciente, es muy importante ir desgranando poco a poco los elementos comunes y generales para luego entender mejor las diferencias entre las distintas corrientes anarquistas.
[3] Max Weber, uno de los padres de la sociología, definió al Estado como el monopolio de la violencia legal (gewaltmonopol des staates en el alemán original de la obra). Hoy en día su definición sea, seguramente, una de las más populares y aceptadas en la academia.
[4] El concepto de “pacto social”, tal cual se entiende normalmente, fue acuñado por el filósofo francés Jean-Jacques Rousseau (aunque ideas similares se encuentran también en autores como Hobbes o Locke). La idea general se basa en abandonar el estado natural del ser humano (el cual ha sido definido de diversas formas). A grandes rasgos y sin entrar en abstractos conceptos teóricos, podemos definir el pacto social como aquel pacto que realizan las personas para vivir en una sociedad civilizada, abandonando así un estado “natural” previo. La conceptualización de Rousseau de pacto social implica perder libertad para ganar derechos (y deberes) en una sociedad civilizada. El garante de dichos derechos sería el Estado, así como el encargado de hacer cumplir con los deberes de sus ciudadanes. Asimismo, estos derechos no son inmutables (estáticos), sino que son mutables (pueden cambiar). La crítica anarquista apunta en esta dirección: si las “normas del Estado” se pueden cambiar… ¿cómo es que no se nos permite hacerlo?