El actual declive de la economía hegemónica mundial puede facilitar la toma del poder por parte de los movimientos cercanos al fascismo, algo que en Europa se ha traducido en resultados electorales inéditos como los de Amanecer Dorado (Grecia) y el Frente Nacional (Francia). El autor trotskista Ernest Mandel (1923-1995), en su visionaria obra El fascismo (1969), desgrana teóricamente esta ideología y sus relaciones con el capitalismo.
Líneas y líneas se han escrito sobre la ascensión del fascismo en los años 30’ del siglo anterior en Italia, Alemania o España, atribuyendo a diferentes hipótesis este fenómeno. No obstante, pocas veces se ha impreso a este debate la perspectiva preventiva: la importancia de conocer teóricamente el fascismo radica en permitir una resistencia efectiva contra el mismo. E inspirado en este pensamiento parte la esencia de su tesis, basada en el hecho de que dado que el fascismo tomó el poder sin ser un movimiento diseñado filosóficamente –antes de que fuera objeto de estudio-, la organización proletaria de izquierdas no pudo hacerle frente.
¿Debe entenderse, entonces, que los partidos fascistas administradores del poder pasado lo fueron únicamente por surgir de manera espontánea? No para el autor, del mismo modo que tampoco fue un hecho ineludible. Hay, además, otras razones históricas y políticas para fundamentar la hipótesis de Mandel, quien en añadidura responde en voz alta acerca de la naturaleza económica del fascismo que no hay más que averiguar si contradice la propiedad privada, la plusvalía y las relaciones de producción capitalista. Como no podía ser de otra manera, el método empleado para ello será el marxismo por su dialéctica relacional, y su autor preferido, Trotsky, será su musa durante la obra.
La teoría del fascismo según Trotsky
Ernest Mandel confía incondicionalmente en las anotaciones de Trotsky para explicar los mandatos fascistas en la Europa del siglo XX, destacando un contexto marcado por la crisis estructural del capitalismo tardío y la condición desclasada de la pequeña burguesía. Es ésta, para Trotsky -en palabras de Mandel-, la clase social que nutrirá el fascismo cuando se vea afectada duramente por las paupérrimas condiciones económicas, dando lugar a un “movimiento típicamente pequeño-burgués, mezcla de reminiscencias ideológicas y de resentimiento psicológico, que alía a un nacionalismo extremo y a una violenta demagogia anticapitalista, al menos verbal, una profunda hostilidad con respecto al movimiento obrero organizado” (1976:28). Esta hostilidad, expresada necesariamente con violencia física, cuenta con el apoyo financiero del gran capital, produciendo una combinación que permitirá la aparición de un movimiento de masas.
Cabe preguntarse, entonces, por qué el poder hegemónico capitalista podría apoyar a un movimiento estatista y de apariencia incontrolable como es el fascismo. La respuesta, para Mandel, es sencilla. La plutocracia, en peligro por la posibilidad de perder el mando ante los revolucionarios de izquierdas azotados por la crisis, envía a su escuadra más baja en la jerarquía –y, por ello, más cercana al proletariado- para eliminar físicamente a la oposición, por lo que se puede afirmar que el fascismo es la expresión terrorista del capitalismo. Así, pues, si el movimiento obrero “consigue rechazar el asalto y tomar la iniciativa, el resultado será una derrota decisiva no sólo del fascismo sino también del capitalismo que lo engendró” (op.cit. p.30).
Otras teorías del fascismo
El pensador alemán, además, analiza otras hipótesis que, desde el seno del obrerismo, se han dado para el estudio del fascismo. Todas ellas serán rechazadas, fundamentalmente la concepción socialdemócrata de que es el bolchevismo quien, con su radicalidad, logra que la pequeña burguesía se sienta atacada y reaccione con contrariedad hacia el proletariado. En el afán de la socialdemocracia de lograr sus objetivos desde la estricta legalidad Mandel encuentra el origen del error, puesto que estos pensadores se olvidan de considerar el ordenamiento jurídico un producto de la clase dominante para proteger sus intereses y combatir los de la clase dominada.
Tampoco compra la noción estalinista del socialfascismo. Ésta consiste en considerar organizaciones gemelas tanto a la socialdemocracia como al fascismo, por permitir la primera la aparición de la última dada su complicidad capitalista. Aunque el alemán reconoce que la socialdemocracia allana el terreno al fascismo, no cree deseable la rivalidad. La razón, ampliamente repetida, es la necesidad de unión del movimiento obrero para dar respuesta al fascismo.
El fascismo hoy. ¿Vuelve Europa a estar en peligro?
Como parece tras la revisión de su obra, que la actual crisis económica no sea coyuntural sino estructural, despertaría la alarma de Ernest Mandel si todavía viviera. Aún así, las páginas finales de El fascismo nos revelan otros aspectos a tener en cuenta para la prevención. Uno de ellos es el germen xenófobo y racista que, de darse en nuestras sociedades, podría ser indicador del nacimiento de un futurible poder fascista. En Grecia, con el aumento del respaldo electoral del partido Amanecer Dorado, han comenzado ya las redadas policiales anti-inmigración, así como los ataques violentos contra las migrantes.
Es, de hecho, la violencia el factor definitivo y diferencial entre un estado de incubación fascista y, lo que Mandel define como un Estado fuerte. En el Estado español, a pesar de que la violencia policial contra las extranjeras, la denigrante política migratoria y la reciente denegación de servicio sanitario para las foráneas sin recursos, no se da una situación de eliminación física del movimiento obrero o de las nativas de naciones empobrecidas. Un Estado fuerte, por el contrario, se limita a ejercer una violencia simbólica, estructural y política.
El Estado español, si aplicamos los conceptos de Mandel, se encuentra por tanto aún en la fase del Estado fuerte, pero no debemos perder detalle de la situación ni perder la oportunidad de formarnos para prevenir la violencia fascista. Con Grecia, por el contrario, debemos mostrar toda nuestra solidaridad antifascista e internacionalista, puesto que el panorama es todavía más desolador.
MANDEL, Ernest (1976). El fascismo. Akal. Madrid.
Adrián Tarín