La historia del anarquismo italiano en la segunda mitad del siglo XIX, es la narración de los intentos de organización del movimiento libertario, en un contexto de continua convulsión política protagonizada por el Risorgimiento o proceso de unificación italiana. Frente a estos conflictos de ejércitos y alta política liberal, los anarquistas decidieron actuar mediante una serie de tentativas insurreccionales. Fueron tentativas que fracasaron, y a menudo, realizadas de modo aficionado pecando de ingenuidad, sin embargo, es de reconocer que demostraron el esfuerzo y el deseo de obtener de inmediato la justicia social que parecía que sólo podría llegar a través de la revolución y el acto de insurrección. Por un lado fueron explotadas por los gobiernos para dar crédito a la imagen habitual del anarquista bandido y causante de terror, por otro contribuyeron con su resonancia, al conocimiento y la difusión de las ideas libertarias.
Carlo Cafiero y Errico Malatesta, declararon en 1876 en el Congreso de la Internacional antiautoriataria en Berna:
“La Federación Italiana considera que el hecho insurreccional, destinado a afirmar con la acción el principio socialista, es el medio más eficaz de la propaganda y el único que, sin engañar y corromper a las masas puede penetrar en los estratos más profundos de la sociedad…”.
En un recién nacido Estado italiano tras la unificación definitiva, debido a la toma de Roma y a la consolidación del reinado de Vittorio Emanuele II, todavía se encontraban ocupados en celebrar esta unidad nacional que para las clases inferiores había sido solamente un cambio de dueño, los anarquistas, invitaban a los explotados a construirse ellos mismos su propio destino.
La primera insurrección fallida tuvo lugar en Bolonia en 1874, el movimiento anarquista italiano tuvo que enfrentarse a una gran crisis como consecuencia de la dura represión a la que fue sometido: persecución, arrestos, la disolución de las diferentes organizaciones, etc. En junio de 1876, después del proceso contra los movimientos perseguidos por los hechos de Bolonia, algunos anarquistas involucrados consiguieron obtener la libertad, estaban convencidos más que nunca de la necesidad de reiniciar la actividad revolucionaria.
La conocida como Banda del Matese estaba compuesta por Carlo Cafiero, Errico Malatesta, Francesco Pezzi, Cesare Ceccarelli y Napoleone Papini como integrantes más prominentes. Eligieron la zona del Matese, en la región de La Campania, como el área más adecuada para las acciones de guerrillas revolucionarias, convencidos de que la población local, en su mayoría pobres, les seguirían con entusiasmo.
El día 3 de abril 1877, Cafiero y Malatesta llegaron a San Lupo, pueblecito de la provincia de Benevento, haciéndose pasar por turistas británicos. Ellos descargaron gran parte del material que debería servir a la guerrilla en los siguientes días, toda la dotación de armas, municiones, mochilas o cantimploras. En la tarde del 5 de abril, llegaron otros revolucionarios a la Taberna Jacobelli, casa donde se hospedaban. Desafortunadamente para ellos, un tal Salvatore Farina, que se suponía iba a servir de enlace con los agricultores locales, vendió la información en su poder a la policía. El Ministro del Interior en persona, estaba al corriente de los proyectos insurreccionales, el objetivo era evidentemente tenderles una trampa en el momento oportuno y preparar una estrategia política alrededor de todo el suceso.
Esa misma noche, algunos internacionalistas son descubiertos en los alrededores de la casa por una patrulla de carabinieri, se vieron obligados a huir después de un tiroteo que causó heridas a dos policías, uno de los cuales murió más tarde. Se revocó el plan de insurrección para San Lupo, ya que los alimentos y suministros se dejaron abandonados en la casa tras la huida. Sin embargo, la inesperada irrupción de la patrulla que causó un notable daño a la eficiencia de la banda, al mismo tiempo, precipitó la situación, se había obligado a los anarquistas a anticipar el inicio de los disturbios, en un momento en el que la famosa trampa del ministro Nicotera no estaba todavía lista para desplegarse. Y así fue como la banda del Matese podría cumplir en los siguientes días, al menos en parte, las acciones que había programado.
Malatesta, Cafiero y Cesare Ceccarelli no se desanimaron, rotándose en los cargos, continuaron dirigiendo la operación insurreccional. Trataron de dirigirse hacia los lugares habitados más aislados donde, con toda probabilidad, la alarma habría llegado con cierto retraso. Tras marchar por caminos rurales de los montes del Matese para no ser descubiertos, pernoctaron en una masía abandonada. La mañana del domingo 8 de abril los anarquistas entraron en el pueblo de Letino, donde fueron acogidos por la gente asombrada, acompañados de una gran bandera rojinegra. Inmediatamente ocuparon el ayuntamiento, se retiró al instante el retrato del rey Vittorio Emanuele y se proclamó que la monarquía había caído. Declararon abolido el impuesto sobre la harina y quemaron todos los papeles de propiedades particulares de los terrenos municipales. Cafiero se subió a los pilares de una gran cruz, sustituida con la bandera rojinegra, y explicó a la muchedumbre los principios de la revolución social, sus fines y sus métodos.
La banda dejó Letino hacia la una del mediodía y se dirigió al pueblo vecino de Gallo, a apenas cinco kilometros de marcha. Al entrar en ese pueblo volvieron a dirigirse al ayuntamiento, Malatesta abrió la cerradura a pistoletazos y los compañeros penetraron en el interior. El poco dinero que se recuperó de las cajas de la Oficina Municipal de recaudación de impuestos, fue distribuido entre el entusiasmo de los campesinos pobres. Las tropas gubernativas, aunque aún no se habían dejado ver, no se habían quedado impasibles ante los hechos. Al mando del general De Sanget, casi doce mil hombres habían puesto bajo asedio al mismo tiempo toda la región del Matese. De esta manera, cuando quisieron abandonar el pueblo de Gallo, los internacionalistas se encontraron prácticamente y de improviso rodeados. Los hombres pasaron todo el 9 y 10 de abril en la doble tarea de encontrar refugio y de superar el cerco, pero sin resultados. Estaban cansados, hambrientos, y sus armas empapadas por la lluvia incesante, por lo que no podían siquiera plantearse como último extremo el enfrentamiento armado.
El día 11 de abril, la banda encontró por fin refugio en la masía Concetta, cerca de Letino y aquí decidieron pararse para retomar fuerzas. La intención era esperar a que el tiempo mejorase y entonces tratar, otra vez, de desembarazarse del asedio de las tropas gubernativas. Sin embargo, las cosas no saldrían como esperaban, porque un campesino, esperando recompensa, había informado a los soldados. El 12 de abril una sección del ejército irrumpió en la granja sorprendiendo a los anarquistas, y dadas las malas condiciones que tenían no hubo resistencia. La insurrección del Matese había llegado a su fin.
Después de su detención, los miembros de la banda fueron encarcelados en la prisión Santa Maria Capua Vetere. Inicialmente, la intención era la de juzgar a los insurgentes por un tribunal de guerra, lo que seguramente hubiera significado la pena de muerte por fusilamiento. Afortunadamente esto no sucedió, y en su lugar fueron juzgados por un tribunal civil. Resultó determinante la intercesión de Silvia, la hija de Carlo Pisacane, héroe patriota italiano, que había sido adoptada por el Ministro del Interior Nicotera y que probablemente había tenido contacto con los internacionalistas. El abogado Carlo Gambuzzi, amigo de Bakunin, fue quien la pidió ayuda, consiguiendo evitar la amenaza de un juicio sumarísimo, resolviéndose finalmente celebrar un juicio civil.
Tras la muerte del rey Vittorio Emanuele II, el nuevo rey Humberto I, decretó una amnistía el 19 de enero de 1878 para iniciar su reinado con un lavado de cara. Gracias a esta medida se extinguían casi todos los delitos atribuidos a los internacionalistas, salvo las heridas a los policías, quedando veintiséis revolucionarios imputados. El proceso contra la banda del Matese se celebró entre el 14 y el 25 de agosto de 1878 ante la Audiencia de Benevento (Campania). La defensa de los acusados la llevaron cuatro abogados, destacando el joven abogado napolitano Francesco Saverio Merlino, gracias a los que todos los anarquistas quedaron absueltos de los cargos. Durante el proceso la población de Benevento fue ocupada militarmente, pero las muestras de simpatía y de apoyo de sus habitantes hacia los imputados fueron impresionantes. Más de dos mil personas festejaron por las calles de Benevento la sentencia absolutoria. Muchos de los revolucionarios absueltos optaron por el exilio.
Bibliografía – Bruno Tomasiello, La banda del Matese 1876-1878. I documenti, le testimonianze, la stampa dell’epoca, Galzerano editore 2009
Filmografía – LALIBERTA’. 1874: cronaca di una rivolta mancata, cortometraje sobre la tentativa insurreccional anarquista del Castel del Monte. Dirigida y escrita por Mimmo de Ceglia.