La Constitución española de 1978 establece que la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan todos los poderes del Estado. Y nos preguntaremos, ¿realmente, hoy, en la realidad y no sobre papel, reside esa soberanía que se comenta? ¿De verdad reside en el pueblo español? Sin duda, cualquier demócrata de traje y corbata respondería que sí, pero la realidad es bien distinta: la soberanía nacional solo es una ilusión en cuanto a que España está supeditada a la UE y obedece a sus dictados, como se ha demostrado con el gobierno de Rajoy. Ni tampoco hay signos de que esa soberanía resida en el pueblo español ya que tampoco tiene voz en los asuntos del Estado. En cambio, parece que los poderes del Estado sí emana de ese pueblo, aunque más bien a costa del pueblo, pues el Estado español claramente sirve a los intereses del gran capital tanto nacional como internacional.
Bien, ¿y qué os estoy contando? El tema de la soberanía resulta que no es baladí, sino una cuestión importante a la hora de tratar temas políticos, entre ellos, la parte que tiene que ver con la construcción de contrapoderes, movimiento popular y lo que vaya asociado a la capacidad de los pueblos y la clase trabajadora de tomar las riendas de su destino. Del mismo modo, cuando hablamos de soberanía alimentaria hablamos de la capacidad de decidir de los pueblos sobre la producción de los alimentos, que implica el modelo de producción agraria, la logística y las relaciones internacionales.
No obstante, así de primeras pensamos que la soberanía tiene que ver con la cuestión nacional. Así pues, ¿qué tendría que decir sobre el proceso soberanista de Catalunya? La política al final son como los gases. Tienden a ocupar todo el espacio posible, o sea, si una fuerza política abandona un campo del escenario político, otra fuerza la ocupará. Este es el caso del soberanismo cuya bandera la enarbola la derecha, sin olvidar a la Esquerra Independentista obviamente que quiere disputar su hueco en el mapa político catalán. La cuestión nacional, como he comentado en ocasiones anteriores a este artículo, puede tener detrás muchos trasfondos políticos, y dependiendo de qué fuerza política sea la principal impulsora de de tal movimiento de liberación nacional, podrá tomar un caracter popular, liberal o fascista. Cabría mencionar, ya que estamos, el tema de la patria, que aquí en España se suele asociar a la derecha y lo rancio de este país, pero que en Venezuela por ejemplo, hablen de patria y socialismo. En todo caso, cada situación debe ser estudiado antes que descartarlo a priori y no escudarse en un anacionalismo abstracto, sin tener en cuenta si existe oportunidad para tomar la cuestión nacional como un proceso de construcción de soberanía popular.
Si la cuestión nacional está estrechamente ligada a la soberanía es porque dicha soberanía se ejercerá en un espacio físico donde el pueblo tenga el poder real, y no la adminsitración de un Estado-nación capitalista o la metrópoli, sobre dicho territorio bajo control del pueblo soberano. El caso más paradigmático actualmente es Rojava, la región del norte de Siria que tiene su propia administración y en el que el pueblo kurdo junto con otras minorías étnicas adheridas al confederalismo democrático, tienen voz y voto a la hora de tomar decisiones políticas, económicas y sociales.
Y a pesar de su importancia, estas cuestiones se encuentran (al menos lo que he visto yo) ausentes en el anarquismo europeo contemporáneo y en concreto en el anarquismo a nivel de España, un asunto que, por ejemplo, en parte del anarquismo latinoamericano sí se menciona.
Vale, ¿pero qué es expresamente esa soberanía de la que hablo? La gran debilidad del anarquismo a la hora de tratar sobre las relaciones de poder nos lleva a que este tema, tan importante para el escenario político actual, sea prácticamente una senda intransitada y abandonada para que otras fuerzas políticas metan allí su discurso. Hablaremos de soberanía como cuasi sinónimo de poder popular, algo que va a referirse a la capacidad de los pueblos para decidir sus destinos y la independencia a la hora de tomar decisiones políticas, económicas y sociales trascendentales para sus destinos. Un pueblo soberano es aquel que tiene su proyecto político y lo puede implemenentar sin que ninguna fuerza política externa lo impida u obstaculice. Esta soberanía implica la independencia para establecer una administración propia, una economía socialista que garantice el reparto de la riqueza y el trabajo, así como un nuevo orden social basado en la libertad, la solidaridad, el feminismo, el internacionalismo y la igualdad. En otras palabras, lo llamaríamos soberanía popular, el cual engloba: la soberanía nacional (autodeterminación de los pueblos, independencia frente a Estados-nación), soberanía alimentaria (capacidad para producir sus propios alimentos), soberanía energética (capacidad para producir la energía sin necesidad de importarla), además de lo mencionado.
En resumidas cuentas, hablemos de soberanía como sinónimo de la capacidad de los pueblos para decidir su destino, como derecho a la autodeterminación, como independencia frente al neoliberalismo y como un objetivo a alcanzar por la clase trabajadora en pos de la emancipación como clase. La soberanía popular llevará implícita la construcción de un proyecto político socialista libertario, y será resultado de procesos de poder popular creados mediante la lucha social. Tendremos la responsabilidad de llevar a cabo tales procesos y, por lo tanto, poner sobre la mesa la cuestión de la soberanía como algo que engloba todos aquellos aspectos de la vida que nos atañen y sobre los que queremos decidir: vivienda, suministros, energía, medio ambiente, administración territorial, política económica, organización de la vida pública, trabajo/producción, etc.