Los adalides de la bonanza económica y el arribismo mercantil más recalcitrante se han vuelto a negar a sí mismos; tanto las personas que forman este grupo como la ideología que profesan han quedado caricaturizados ante su hipocresía política y económica. Estoy hablando, como no, del Partido Popular. No quedan muy lejos las imágenes en las que Esperanza Aguirre, liberal por antonomasia, llamaba sin tapujos a la ‘’desobediencia civil’’ a la ciudadanía española contra la subida del IVA que en 2010 llevó a cabo, esta vez, el PSOE; ni tampoco son lejanas las continuas declaraciones, campañas, etc., que muchos otros dirigentes del PP protagonizaron. Y es que la hemeroteca es a veces una perra despiadada.
Pues bien, hoy, 1 de septiembre de 2012, los antaño líderes de la rebelión fiscal han subido el IVA. Ciertamente fue hace unos meses cuando aprobaron la medida recaudatoria, mas ha sido hoy cuando se ha materializado. Éste aumenta del 18 al 21 por ciento en el tipo general, y del 8 al 10 por ciento en el tipo reducido; el tipo superreducido, que grava los elementos más básicos para la población: alimentos, vivienda*, libros, medicamentos, etc., se mantienen por ahora al 4 por ciento.
El porqué y las consecuencias.
Según el gobierno esta medida permitirá la recaudación de alrededor de 7500 millones de euros, aunque probablemente esta estadística sea demasiado optimista. Lo que se busca es reducir el déficit público, aun cuando sea éste más bajo que el alemán. En cualquier caso, el gobierno afirma que es necesaria e imprescindible para salir de la crisis económica en la que nos encontramos. Es en este punto donde viene a mí una pregunta recurrente cada vez que escucho aquello de ‘’es necesario e imprescindible’’, y es: ¿Necesario para quién? Desde luego, no lo dirá por la familia que vive sin nómina alguna, ni tampoco lo dirá por el autónomo que ve como su negocio de toda la vida se escurre entre sus dedos, ni tampoco por aquél que se ve ahogado por la hipoteca, entonces, ¿para quién? Pues podría decir que es para tal cúpula plutocrática o para tal lobby de poder, que también es para ellos, y quedarme tan ricamente, pero no, esta medida va dirigida a sosegar el hambre del mercado capitalista, el cual, por desgracia, somos todos o casi todos los que participamos por obligación o por connivencia en él. En definitiva, va dirigida a intentar paliar la vorágine del mercado capitalista, y lo hace como mejor sabe: sacudiendo los bolsillos de la mayoría, que por descontado son los que menos poseen.
Por otro lado, los analistas económicos más cercanos al socioliberalismo, o incluso a la izquierda, advierten que esta medida provocará un efecto rebote, el cual hará más perniciosa la medida si se puede, tanto para el trabajador como el explotador, pues reducirá la demanda y con ello el consumo, la ganancia, la contratación, etc. No seré yo quien entre en el juego económico ni el que apoye postulados neokeynesianos. Las consecuencias ya se verán y a buen seguro que serán lamentables. Sin embargo, sí haré hincapié en que la subida es una consecuencia inherente al sistema capitalista y su mercado; por lo que estas críticas a medias tintas que surgen desde determinados focos socioliberales, me resultan cuanto menos fariseas. La crítica ha de ser integral, lo demás son parches que no consiguen tapar a un sistema basado en la explotación y el sufrimiento humano.
Por tanto, lo que queda por hacer es lo dicho tan reiteradamente desde los medios libertarios: buscar nuevas formas de cooperación, de asociación, nuevos modos de relación humana, en fin, nuevos métodos de vida que preconicen lo humano por encima de lo material. Si no se realiza esta crítica integral, la cual no tiene porque significar la abdicación en otros ámbitos, el discurso caerá en la inocuidad y en el apoyo sistemático a posiciones mercantilistas.
* Este hecho cambiará a partir del 31 de diciembre de 2013, cuando pasará al 21%.