Veganismo, una cuestión ética y política

Por Lus
9 min. de lectura

Dentro de los círculos anarquistas este tema todavía sigue siendo polémico. Como es sabido, “el veganismo es una filosofía de vida que excluye todas las formas de explotación y crueldad hacia el reino animal e incluye una reverencia a la vida. En la práctica se aplica siguiendo una dieta vegetariana pura y anima el uso de alternativas para todas las materias derivadas parcial o totalmente de animales” (Donald Watson) que tuvo su origen en 1944 cuando el autor de la anterior cita fundó la Vegan Society. No vamos a profundizar mucho sobre las otras motivaciones que llevan a que la gente se acerque al veganismo como la ecología, la salud o espiritualidad pero sí comentaré algo como dato, centrándome más en la cuestión ética y sobre todo política.

La producción de carne industrial no solo implica sufrimiento y dolor para el ganado sino también un gran derroche de recursos, pues para producir el pienso que se necesita para el engorde, requieren de enormes campos de cultivo de cereales que en vez de destinarse al consumo humano, van a parar a las granjas industriales. Ello ocasiona, por ejemplo, que se tenga que destruir grandes extensiones de bosque para enormes campos de monocultivo (muchos de ellos de transgénicos) con el añadido de la alteración del clima local, la contaminación y degradación del suelo, y la expulsión de campesinos locales e indígenas. Pero no solo se crea impacto ambiental en la producción de pienso sino también en las granjas, donde se vierten grandes cantidades de heces, se acumulan numerosos cadáveres y se emiten muchos gases de efecto invernadero, como el metano en el caso de la ganadería bovina.

Existen numerosos mitos como la escasez de proteínas o la necesidad de complementos vitamínicos para paliar las carencias que en realidad son falsos si uno sabe qué tomar. Existen una grandísima cantidad de alimentos vegetales y la clave es comer variado¹. Por ejemplo, alimentos vegetales con proteínas son los frutos secos, las legumbres y los cereales integrales y las vitaminas se encuentran prácticamente en todas las frutas (salvo la B12 que se encuentra solo en la carne pero que se puede adquirir en suplementos o en las raíces de las plantas).

Numerosas investigaciones científicas demuestran que los animales no solo se mueven por instinto sino que poseen cierta inteligencia -pero no tan desarrollada como en los humanos, evidentemente- y son capaces de sentir emociones. Y esto se puede demostrar además en bastantes especies que conviven en sociedad como las gallinas, los cerdos (estos dos últimos si viven fuera de las granjas industriales), los lobos, los primates, los delfines… e incluso en los solitarios. Entre los vertebrados, las aves y los mamíferos son los que mayor inteligencia desarrollan con respecto a reptiles, peces y anfibios. Solo por el hecho de ser seres vivos con capacidad de sentir deben ser considerados como tales y merecen respeto independientemente de su especie, por tanto, también tienen derecho a una vida digna en libertad. He aquí la cuestión ética principal en que gira en torno esta filosofía y consideremos pues que si nos declaramos antiautoritarios también debemos tener en cuenta la no coacción/discriminación hacia otros seres vivos de diferente especie capaces de sentir, sabiendo que tienen el mismo derecho de vivir dignamente y en libertad que los humanos. El respeto a la vida no solo implica el amor a la humanidad sino también al resto de especies que habitan en el planeta.

Sin embargo, hay ocasiones en que se cae en el fanatismo, como que bajo ninguna circunstancia se pueda matar a un aminal (aunque sea por extrema necesidad) o como anteponer los animales no humanos frente al ser humano, desarrollando así una misantropía haciendo del individuo un antisocial. Incluso hay gente que ha llegado a santificar a otras especies o considerarlas como hermanos, algo que ya carece de sentido. En casos de extrema necesidad, por ejemplo cuando uno está perdido en el monte y no hay ningún vegetal comestible alrededor, pero hay conejos, es comprensible que se mate uno para la propia supervivencia. No obstante, la caza dejó de serlo desde hace mucho y se ha convertido en misiones de búsqueda y eliminación del objetivo. El desarrollo de actitudes antisociales quizá sea uno de los mayores peligros en los que se pueda caer y si se reivindica la igualdad animal no se puede priorizar el resto de especies sobre la humana porque es igualmente nociva que el antropocentrismo. La igualdad de los animales respecto a nuestra especie es lo mismo que la igualdad en los seres humanos, en que dentro de la diversidad exista una igualdad real de oportunidades para el desarrollo de los individuos en la sociedad, donde dicha igualdad vaya unida a la libertad y la responsabilidad. Con ello quiero decir que los animales no deberían ser propiedades nuestras sin derecho alguno a desarrollarse libremente y utilizados como recursos naturales, siendo en algunos casos, que convivan junto con humanos.

Cualquier movimiento social carente de carácter político es fácilmente recuperable por el sistema y ello incluye también al veganismo, que para el capitalismo supone un mercado poco explotado, a la par que puede ser institucionalizado en partidos políticos. Por ello es importante dotarlo de contenido político para evitar que degenere en una filosofía estéril y fácilmente asimilable por el sistema. A falta de conciencia política, algunos veganos terminaron mendigando productos veganos a Mercadona, conocida cadena de supermercados por los conflictos laborales con la CNT y sus denigrantes políticas laborales, otros terminaron por dar su voto al PACMA y creer en la vía institucional, otros frecuentan grandes superficies (templos del consumo) por conseguir productos veganos. Por tanto, es necesario hacer hincapié, para los anarquistas veganos, en que no solo debemos luchar por la liberación animal (y humana) sino también contra el sistema capitalista, puesto que gracias al liberalismo clásico y con mayor peso neoliberalismo, la producción de carne pasó a ser industrial que ocasionó la valoración monetaria de los animales, reduciéndolos a simple mercancía y borrando todo atisbo de empatía hacia su sufrimiento.

En resumen, es imposible tratar de acabar con la explotación animal sin acabar con el capitalismo, pues el ser humano también es un animal y en caso de que se centrara solo en la liberación de los animales no humanos y aceptando que el capitalismo sea compatible con el veganismo, terminará este estilo de vida degenerando en una moda más, promovido desde partidos políticos y un suculento mercado a explotar. Igualmente está relacionado con el ecologismo y la soberanía alimentaria, pues la existencia de la propiedad privada de lo medios de producción impide la justa distribución de los recursos a la vez que genera dependencia hacia las grandes corporaciones alimentarias. De hecho, me parece hasta hipócrita que no se cuestione el uso de transgénicos y la agricultura industrial porque los grandes campos de monocultivo en propiedad privada también implica explotación humana y la matanza de animales cuando se queman o talan grandes extensiones de selva virgen únicamente para esos fines. Todo ello parece tener raíz en el sistema productivo actual y por tanto, veo conveniente dotar al veganismo de contenido político y darle una perspectiva libertaria a los movimientos sociales de liberación animal.

______________________________

Para saber más:

[1]  Sobre nutrición vegana, aquí dejo una lista elaborada por el colectivo Igualdad Animal y aquí sobre los mitos en la alimentación

ETIQUETADO: , ,
Comparte este artículo