El Chapa
El éxito electoral de la coalición griega Syriza produjo una esperanza en determinados sectores de la izquierda política, principalmente en el eurocomunismo y en la socialdemocracia a la izquierda del PSOE, pero también en gente más revolucionaria. El programa de Syriza, quienes negaban tener voluntad de salirse de la UE, vendría a representar el manido lema de esa izquierda antes nombrada de darle una salida social a la crisis. Ahora, con motivo de las elecciones autonómicas gallegas, una coalición de IU y Anova busca identificarse con esa marca griega yobtener así representación. Sin embargo, ¿es posible llevar a cabo el programa de la salida social a
la crisis?
El modelo democrático burgués respeta siempre, en última instancia, el sistema económico vigente, esto es, el capitalismo. A pesar de que es posible establecer diferentes condiciones por parte del Estado para suavizar los problemas sociales, ecológicos, etc. que genera la economía capitalista, la necesidad de desarrollar dicho proyecto político dentro del capitalismo hace imprescindible establecer unas condiciones de mercado favorables para la inversión. Esta ventaja competitiva en el trabajo es la que en última instancia va a crear empleo, y por lo tanto, la mejora de las condiciones laborales suponen también una pérdida de competitividad. La pérdida de competitividad en el mercado laboral que supone mejorar las condiciones de los trabajadores y el previsible aumento de los impuestos con vistas a fortalecer la asistencia social, sólo se puede compensar con medidas que requieren una gran financiación (mejora de las comunicaciones, por ejemplo) y en algunos casos también el paso del tiempo, como sería la mejora de la educación, que hasta que los alumnos que reciben esa mejor instrucción se incorporen al mercado de trabajo no va a ser efectiva. Esta mejora de la competitividad productiva necesita obligatoriamente una gran financiación para poder llevarse a cabo. De no poder realizarse esta mejora en la oferta de mercado, el capital y la producción se marchará a otros lugares más competitivos, generando paro y empeorando por lo tanto, en líneas generales, las condiciones de la clase trabajadora.
Llegados a este punto, es necesario comprender la situación en que se encuentra tanto Grecia como España. Ambos países se encuentran en los denominados PIGS, y esto significa, en resumidas cuentas, que carecen de una base financiera sólida. La incapacidad de poseer un mercado financiero estable hace que dependan de préstamos exteriores para no caer en el colapso, produciéndose por ello los planes de rescate y demás operaciones por las que los estados buscan aumentar su financiación. Obviamente, los préstamos que piden se hacen mediante unas condiciones, no ya obligadas por la UE como si fuese un organismo cuyo único propósito sea empeorar las condiciones de vida en la Europa del sur e Irlanda porque sí, sino que para conseguir dichos préstamos, los mercados requerirán que las condiciones de producción en esos países mejoren, y eso es algo que, de manera inmediata, sólo se puede hacer por la vía del recorte y la precarización. En resumen, un país que necesita crédito sólo lo obtendrá si establece unas condiciones en su mercado productivo favorables, de lo contrario cualquier financiación, que no deja de ser una inversión, será imposible.
Vemos por lo tanto cómo el “proyecto Syriza” se vuelve imposible desde el momento en que si quiere obtener financiación, la cual le va a ser imprescindible para poder realizar cualquier proyecto social, va a tener que aceptar la aplicación de una serie de recortes en servicios sociales y en materia laboral.
Esto, además, se ve agravado por la situación de que el modelo político social que defienden, el llamado Estado del Bienestar, pasa por que todo ciudadano tenga una gran capacidad de consumo que sólo se logra mediante préstamo. De lo contrario, la adquisición de bienes inmuebles, un coche, etc. se volvería inasequible para la mayor parte de la población. El Estado del Bienestar, por lo tanto, favorece la extensión del mercado financiero, ese mismo al que ahora le echan las culpas de la crisis y de todas las penas que nos llegan.
¿Cúal podría ser, por lo tanto, la solución a lo que nos está cayendo encima? Visto lo visto, en la actualidad sólo se reflejan dos salidas. Una es aceptar la dinámica vigente y continuar con la política de recortes hasta que el mercado se autoregule de nuevo y con ello comience un nuevo periodo económico de expansión, y la otra opción es negarse a estos recortes, pero eso sólo es posible si se está dispuesto a romper con el capitalismo, y por lo tanto sólo tenemos dos opciones: o recortes o revolución.
Siendo conscientes de que el anterior Estado del Bienestar se basaba en la complicidad del mercado financiero que ahora exige los recortes como paso necesario para ofrecer crédito, se aventura que todo proyecto revolucionario ha de ser decrecionista. Igualmente, la vía parlamentaria es imposible. Para empezar, ya se pudo comprobar qué ocurrió tanto en Grecia como en Italia con los presidentes que supusieron un obstáculo para la aplicación de los recortes, y después, que la propia lógica del parlamento y de las elecciones hace que para que un partido obtenga una mayoría electoral suficientemente amplia para poder realizar su proyecto político independiente de otros partidos (con lo que se evitaría la necesidad de cesión, que supondría la imposibilidad de la revolución y la continuación de los recortes), tenga que autocensurarse en sus líneas ideológicas y ofrecer un programa que abarque todos los intereses posibles, convirtiéndose en un denominado partido catch-all. La necesidad de ser un partido catch-all para ganar unas elecciones es incompatible con la revolución, ya que la necesidad de contentar al mayor número de electores posible, hace que los programas mantengan a grandes rasgos el status quo vigente, defendiendo la mayor cantidad de intereses inmediatos de los distintos sectores (diferentes tipos de asalariados, empresarios, etnias…) que pueda.