La semana que ocurrieron los altercados del 25S hubo bastante revuelo en los medios de comunicación. Al estar en una carrera que gira en torno a éstos, es imposible no darle mil vueltas a lo que sucede en tu país. El jueves, curiosamente tras una clase de Derecho, decidimos dos amigas y yo ir a Madrid para vivir en persona el 29S
Una vez sábado, ya en la capital, fuimos dirección Plaza Neptuno, en la que a las 18:22 (miré el reloj justo al poner un pie allí) ya costaba entrar. Decidimos avanzar entre la gente hasta alcanzar la zona 0, las vallas situadas a las puertas del Congreso.
El principio fue un poco brusco. Para mi desilusión, nada más entrar me encontré de bruces a la famosa chica desnuda de las manifestaciones que se han dado a partir del 25S (chica que, en mi opinión, me parece la típica persona que se lucra de un momento culmen para hacerse famosa y ¡Oh! ¡Qué coincidencia! Es directora, actriz, y nadie hasta ahora sabía nada de ella. Hasta que se desnudó, claro) pero una vez pasado este momento, la cosa fue a mejor.
(Espero, nadie se ofenda más de lo debido por el comentario hacia esta mujer. No critico la calidad de su trabajo, sino su autopromoción)
He de decir que me sorprendió el buen ambiente que en general se dio. Había una intensa lucha por mantener el orden, sin provocar a la policía y procurando que sus provocaciones no fueran retroalimentadas. En cuanto se veía a alguna persona con pasamontañas, capucha, pañuelo o cualquier cosa que usase para taparse la cara, se le avisaba de que aquello no era necesario y se le presionaba para que se descubriese la cara. Se descubrieron a su vez diversos policías infiltrados que no paraban de repetir que había que atacar las vallas, y que la violencia era el único modo de hacerse oír. Todo esto mientras, como en toda manifestación, se cantaba diferentes frases de reivindicación.
Por otro lado, quiero destacar la cantidad de personas mayores que había, nada de chavalería, no, hablo de personas de 60 y 70 años o más, que aguantaron allí hasta que pudieron. También sorprendió la presencia de varios bomberos, quienes se unieron a la manifestación.
La cosa empeoró cuando alguien lanzó un petardo, lo que provocó que los antidisturbios, quienes llevaban inquietos largo rato, se pusieran alerta casco en cabeza y porra en mano. Hicieron el ademán de cargar con algunos gestos agresivos, aunque al final la situación se calmó de forma momentánea. Tras esto se armó algo de revuelo en la plaza, algunos pocos marcharon al darse cuenta de que todas las salidas estaban cubiertas por policía y antidisturbios. La verdad es que, cuando me percaté de esto, también me tembló el pulso: si por algún casual se diese alguna carga policial contra los manifestantes, apenas tendríamos salidas por las que escapar de los palos. Tras hablarlo con mis compañeras decidimos continuar en la plaza.
Se dieron diversos momentos de tensión en los que parecía que el ataque policial iba a ser inmediato, aunque finalmente se demoró, hasta que finalmente éstos decidieron entrar en Neptuno con gran parte de los furgones. La reacción ante esta provocación fue encararse a la policía, sin apartarse ni huír, gesto que me pareció magnífico y que demostró el poco respeto que nos obligan a tenerles con esa actitud que se gastan ante la ciudadanía. Incluso algunas personas se pusieron delante de los furgones, con las manos en alto y dni en ellas, recriminándoles la ausencia de su número de identificación.
Los antidisturbios rodearon la plaza hasta su totalidad, teniendo todas las entradas y salidas vigiladas. Este es un momento del que no me acuerdo demasiado bien debido a la cantidad de acontecimientos que se iban sucediendo. Solo sé que cuando quise quedar con mis compañeras en la que parecía la salida más despejada de Neptuno (subida al museo de El Prado) habían logrado agrupar a una grandísima parte de los manifestantes en una calle de… ¿cuánto? ¿25-30 metros de ancho por 100 de largo? Cuando te paras a pensar y te das cuenta de que durante toda la jornada esa había sido la única calle despejada de camiones antidisturbios, te das cuenta de que seguramente lo tuviesen planeado para acorralar a más de la mitad de los manifestantes en ese espacio para tenerles a tiro, ojalá me equivoque, pero es demasiada coincidencia. Vergonzoso.
Viendo el panorama de dicha vía, decidí ir por la carretera camino a Cibeles, ya que parecía el camino más despejado. Justo en esa calle en la que me había metido por parecerme más o menos segura, fue por donde decidieron cargar de nuevo, por lo que tuvimos que correr hasta llegar a Cibeles, donde de nuevo siguieron las cargas policiales.
Tras un largo rato, el conflicto pareció dispersarse y decidimos ir al Hotel en el que nos hospedamos, el cual estaba en Gran Vía. De camino aparecieron de nuevo los antidisturbios: durante toda la noche se están dedicando a cazar (sí, CAZAR) personas sin ningún tipo de criterio por el barrio de Lavapies. Los ven, los sacan de donde estén (bares, establecimientos, lo que sea) y sin más, les atacan. Penoso.
He de decir que a nivel personal hacía tiempo que no vivía algo tan sumamente bonito, a pesar de los palos, los gritos, el dolor de espalda y las muchas carreras que me he tenido que hacer para huir de las porras. Hacía mucho que no encontraba ninguna esperanza para este país, pero viendo cómo están evolucionando las mentes, y que la gente poco a poco se está concienciando… tal vez no estemos enterrados en estiércol como yo creía.
En cuanto a fotografía, me ha ayudado a definirme algo más, yo creo. En gran parte fui para coger rodaje en temas de conflicto, vale, no es Kosovo, pero ahí está. No buscaba un resultado fotográfico espectacular, sino el trabajar bajo presión, rodeada de personas que te dificultan la movilidad, buscar continuamente por dónde poder escurrirte para que no te pille la policía, adaptarte a un ambiente en constante cambio tensión-relajación… y muchas más cosas que espero, vuelva a vivir, a poder ser en Madrid, y a poder ser este mismo mes que entra.
Confío en que sí.