A todos los que padecen este mundo y no se rinden: este breve poema.
Catorce, catorce de noviembre…
Se oía un rumor:
el del trabajador luchando,
solemne;
a la par que se alzaba un rubor:
el del trabajador trabajando,
inerme.
Uno,
puño en alto y pasión en vuelo,
grita,
rebosa
su corazón ardiente,
ayuda,
conmueve,
se libera,
se defiende…
Otro,
mirada en los pies y alma inerte,
muerde ansioso -galopín-
un anzuelo anclado,
anclado al bolsillo de algún dirigente…
‘¡Derecho a trabajar, derecho a trabajar!’,
exclaman sus dientes,
mientras el sistema,
usurpador,
que le roba el usufructo,
que le amordaza el espíritu,
que le acongoja la mirada,
que le aprieta las costillas,
le vocifera tranquilo al oído…
Me alimentaré de tu esfuerzo y de tu vida
hasta el día de tu muerte.