En esta entrega relataré un par de reflexiones que me surgieron al pasar un tiempo por el centro de Atenas. Me salto las partes más “turísticas” por no ser relevantes a los temas de Regeneración.
Akadimias
La gran avenida céntrica que delimita el barrio de Exarchia alberga numerosas tiendas y kioskos, pero lo más llamativo son los edificios de la Universidad de Atenas, en concreto la Facultad de Derecho y Políticas donde influyentes grupos estudiantiles, como ARAN, agitan las protestas. En Akadimias, o mejor dicho, en los edificios de la universidad, diviso multitud de estudiantes disfrutando del sol que nos calienta amablemente. Tendremos unos diecisiete grados, y la gente para mi sorpresa sigue con los abrigos puestos—será que por fin me he vuelto británico, o tal vez les griegues tengan una aversión extrema al frío. Quién sabe.
Paseo por entre los edificios universitarios entreteniéndome con los jóvenes estudiantes que fuman, hablan, y ríen entre elles. Los edificios de la universidad son de estilo clásico, con estatuas y demás cosas que gustan a les turistas—y a les atenienses, digo yo. De nuevo me encuentro con que las paredes están llenas de pintadas políticas. Una me llama la atención, es reciente—¿del día de la huelga general? Es una gran pintada anticapitalista con la “A” de anarquía y no podría estar más visible. Me muevo por el campus y veo más propaganda comunista que otra cosa. De alguna manera, siendo partidario de este tipo de expresión política, pienso que algunos muros son tan bellos que no deberían ser pintados de esta forma—la pintada está en el muro que se puede ver en la foto.
Akadimias por estar muy cerca de Exarchia suele ser un punto de encuentro para salir por la noche. Además, al ser una gran avenida numerosos autobuses pasan por allí, incluido el trolley. Pero amigues, Akadimias cambia mucho de la noche a la mañana. Cuando el sol ya no calienta la capital griega, Akadimias cambia sus estudiantes por drogodependientes y sintecho. Numerosas noches me tocó pasar por allí de madrugada, y la sensación que une siente no es precisamente cómoda. Paso a relatar una experiencia concreta:
Una noche volvíamos de Exarchia a eso de las cuatro de la mañana. Nos dirigíamos hacia una de las avenidas que salen de Syntagma, así que teníamos que cruzar Akadimias. Yo ya me había fijado que de noche el lugar cambiaba mucho: varones todos ellos, de ropa sucia y rota (menos los de rasgos extranjeros, curioso), gritando, peleando, o simplemente deambulando por el campus. Tenía en mente lo que mi compañera me comentó, que la policía empezó hace tiempo a mover a los elementos problemáticos cerca de Exarchia para justificar intervenciones y demás. Pero uno es anarquista y piensa que las personas tienen un potencial solidario y afable que el capitalismo les niega—pero potencial que existe no obstante. Sin embargo, por mucho que te empeñes en ver el lado bueno de la gente, pasear por Atenas es como una bofetada en la cara, un cubo de agua fría a tus buenas intenciones, porque los problemas sociales y las oscuras callejuelas no ayudan nada a ser “bienpensado.”
Mi compañera que ya había tenido problemas con las personas que habitan Akadimias de noche me alertó que pasara de largo si se acercaba alguno de ellos. Pensé que mucha coincidencia sería que se nos acercará alguien, pero así sucedió. Un hombre joven, extranjero (¿de Pakistán, tal vez?), de tez morena y ropa cuidada pero conjuntada de forma llamativa, nos cortó el paso para preguntar por un cigarro. Yo que fumo de liar le dije que no tenía, que era de liar y que quería llegar pronto a la parada del autobús. Le dije esto en inglés, porque mi griego no llega para tanto, y él me contestó con una mirada seria y “cash.” Sinceramente no creo en la caridad, ni me daba la gana estar ahí parado a las cuatro de la madrugada con un hombre que se cabreaba por momentos. Cuando le dije que no, su ira era ya innegable. Total, que nos fuimos sin decir más y el hombre nos dejó en paz.
Al parecer relatos como éste no son extraordinarios: tirones, agresiones, provocaciones, y demás problemas son el pan de cada “noche” en Akadimias. Si ya la pobreza y la exclusión social son cosas tristes y deprimentes de por sí, que la policía y las autoridades locales jueguen a mover gente para crear problemas en barrios subversivos me parece razón suficiente para gritar eso de “batsoi, gourounia, dolofonoi!”—léase “bachi, guruña, dolofoni”. Es uno de los cánticos anarquistas más comunes en las manifestaciones, que vendría a significar “maderos, cerdos y asesinos.”
Volviendo al tema de las sensaciones que se sienten paseando por Atenas de noche. Son tantos los problemas que puedes ver por la calle que es imposible no sentirte insegure. Precisamente, creo yo, esto es lo que quiere la policía que sientas cuando paseas por barrios contestatarios como Exarchia. Amigues de mi compañera me relataban el otro día que la gente problemática empieza preguntando por tabaco, luego pasan al dinero suelto, y de ahí puede que se tuerza la cosa y tiren de violencia y amenazas. Yo les preguntaba que si no estaban exagerando, a lo que me respondieron con tantas experiencias propias o de gente conocida que empecé a creerme la historia. De nuevo, esto es precisamente lo que quiere la autoridad que pensemos, que pasear por Akadimias no es seguro, que les inmigrantes son todes seres perjudiciales e indeseables. Quieren que nos quedemos con la parte más cruda de la realidad capitalista, sin poner rostro humano a esas personas forzadas por una realidad material asesina. Como varies de elles eran comunistas me daban “la chapa” con la historia de siempre: que si el lumpemproletariado, que si les marginales, que si esto o que si lo otro.
Lo que este grupo comunista—de ideología leninista-maoísta, según elles mismes—pasaba por alto es que por muy “lumpen” que seas sigues siendo persona, y por tanto sigues teniendo, primero, todas las potencialidades humanas que cualquier persona posee—sentimientos de solidaridad y afectividad—, y segundo que son precisamente estas personas las que tienen todas las razones del mundo para desarrollar una conciencia revolucionaria. Mientras hablaba con elles en el bar recordé el famoso texto de Karl Marx sobre Luis Bonaparte y su “ejército de lumpemproletarios.” En palabras de Marx, este “ejército” del sobrino de Napoleón Bonaparte estaba compuesto por toda la calaña insalvable de la sociedad: rateros, asesinos, prostitutas, alcohólicos… Bakunin tuvo mucho que decir al respecto y así lo hizo él, como así lo hice yo en aquel bar. Como el “discurso” se lo sabe todo el mundo lo omitiré, pero dejaré constancia de la reflexión que intenté hacer ver a este grupo de leninistas-maoístas.
Si realmente crees que una sociedad mejor es posible, entonces, no debes dar la espalda a nadie. Entender el comportamiento social de las personas en base a conceptos tan rígidos como “realidad material” y “conciencia de clase” es, a mi parecer, un error grave. Ni la realidad material constriñe de manera determinante, ni la conciencia es algo inexorable. La agencia humana siempre jugará un rol importante en el desarrollo de la historia, si bien es cierto que ésta tiene lugar en un contexto limitado por elementos externos al individuo como pueda ser la realidad laboral, las condiciones económicas, o las estructuras políticas de una sociedad. Sea como sea, yo les intentaba hacer ver que trabajar con esa gente que elles descalificaban como “lumpen” era una de las tareas más necesarias—si bien es cierto que también es una de las más difíciles. Rebajar a ciertas personas a la categoría de “lumpen”, que en el discurso marxista casi carece de humanidad, es hacerle el juego a esa clase dominante que elles tanto odian. Primero porque estaríamos reconociendo y aceptando los resultados de las dinámicas capitalistas—empobrecimiento, marginalización, alienación, anomia, etcétera—, y segundo, porque pensar de manera tan determinista no lleva a ningún lado. ¿Cuánta gente de clase obrera nos ha dado alguna vez la puñalada trapera? ¿Acaso no puede el burgués ser un enemigo de su propia clase? ¿Se olvidaron de dónde venían Marx y Engels?
Pero como decía antes, es imposible no sentir temor al pasear por ciertas calles de Atenas a dadas horas de la madrugada. Una cosa es creer que la gente puede ser buena, y otra cosa es ser imbécil. Si las autoridades de la ciudad se empeñan en dar la espalda a les más necesitados, entonces seamos nosotres quiénes les tendamos una mano, les decía yo bebiendo un poco de raki con miel—en otra ocasión hablaré de esta fabulosa bebida. Elles parecían mirarme con condescendencia, como pensando: “ay estos anarquistas, que no saben lo que dicen. Mejor se vayan a lanzar otro molotov.” Si de algo me sirvió mi contacto con les estudiantes comunistas de Atenas fue para reafirmarme en la idea de que antes del problema del capital viene el problema de la autoridad, que es mucho peor y más antiguo. Me da igual si la autoridad viene de la policía, partidos políticos, o grupos estudiantiles supuestamente revolucionarios. Si alguien o algo me dice que tengo que deshumanizar a parte de mi sociedad por el motivo que sea, entonces, apaga y vámonos. Cómo les gusta las jerarquías a estes comunistas…