Iban a ser clases, iban a ser despachos, iba a ser un museo… Muchas excusas pero una sola realidad: La antigua librería de la Universidad Autónoma de Madrid era un espacio abandonado, sin uso, lleno de polvo y escombros. Como tantos otros en la UAM, que recientemente ha inaugurado su Plaza Mayor, un pabellón de servicios con el estilo arquitectónico de los modernos centros comerciales, moles horribles que se agolpan por las circunvalaciones de Madrid. Un pelotazo inmobiliario que no cubre ningún servicio nuevo, pero cuyo coste económico y social aún está por cubrir.
Hoy ese espacio abandonado, la antigua biblioteca de la UAM, es un espacio lleno de actividades y encuentros. Un espacio de trabajo colectivo, de formación e investigación multidisciplinar, donde la política se mezcla con las relaciones sociales, los estudios, las preocupaciones económicas y las ganas de transformar la realidad. Las asociaciones de estudiantes encuentran en Kairós un local donde pueden desarrollar sus proyectos y almacenar su material; las asambleas de estudiantes y trabajadores, un lugar donde centralizar las luchas contra los recortes y en defensa de lo público; profesores, estudiantes e investigadores, nuevos modelos de aprendizaje y enseñanza, lejos de la burocracia y las líneas fijas de los programas; los revolucionarios, un espacio donde conspirar para impulsar nuevas formas de relación; y cualquiera, un sitio donde encontrarse con sus iguales, que tienen mucho de diferente por descubrir.
Hay quien ha definido la situación social actual como un tango. En el baile, uno va ocupando rítmicamente el hueco dejado por su pareja. Del mismo modo el sector privado y la cultura mercantil van conquistando el espacio que deja lo público. Kairós es también un modo de dar un giro a este baile. En un momento en que no parábamos de retroceder, decidimos dar un paso adelante. Tomar un espacio privado en los terrenos de la universidad para convertirlo en un espacio gestionado de manera directa por los trabajadores y estudiantes. Donde en apenas una semana se han dado clases, se han proyectado películas, se han montado grupos de estudio (y se ha estudiado mucho), se ha discutido de literatura y de música, se ha hablado de recortes, de grupos de consumo, de feminismo y de la legitimidad política de una acción como esta. Se ha reactivado la lucha en la universidad y se ha recabado el apoyo de profesores, investigadores, trabajadores del PAS e, incluso, de vicedecanos que nos han propuesto la realización de exposiciones, que nos han echado una mano con las charlas o incluso con la limpieza del espacio. También ha habido problemas, discusiones y roces. Por ejemplo, con cierta burocracia sindical que justifica en cualquier normativa su más absoluta insolidaridad e inoperancia. Por supuesto, con el equipo rectoral, defensores del viejo mundo, cómodos con la mercantilización e incapaces de comprometerse con la universidad más allá de lo estético.
Con todo, las relaciones construidas, que rompen con el modelo social del individuo atomizado, ya tienen de por sí mucho de positivo. Lejos de conformarnos, queremos seguir profundizando en la brecha abierta, ahora que somos cercanos y nos conocemos tenemos más fuerza. Doy personalmente las gracias a los compañeros que nos han apoyado con la difusión en radios libres, periódicos, webs y redes sociales. Nos queda mucho que mejorar y aún hay mucho por hacer.