Desarrollismo: Fase actual del capitalismo, fundada sobre la necesidad constante de acelerar el progreso técnico para pervivir. Un modelo territorial de centro-periferia donde las macroestructuras urbanas concentran a la población, los centros productivos y de poder mientras que el entorno rural es excluido y queda partido por las infraestructuras de comunicaciones (vías de alta velocidad, autopistas, redes de muy alta tensión…) y de producción energética.
Antidesarrollismo: El anticapitalismo en su fase actual. Una apuesta por el restablecimiento de los valores comunitarios y de vida tranquila. La recuperación y defensa del territorio que habitamos. La lucha por una sociedad libre y responsable en contacto con su entorno. La oposición decidida contra los planes de imposición del modelo capitalista como modo único de vida. La propuesta de devolver la economía y la técnica a la esfera política y, las decisiones políticas, a los grupos humanos libremente organizados de manera asamblearia y federalista.
Negación: Toda lucha debe partir de una negación intransigente que impugne toda la realidad presente: No es posible convivir con la destrucción capitalista. No es posible escaparse o vivir al margen. La desolación del medio es un problema prioritario, pues ataca a las condiciones mínimas de supervivencia. Acabar con el capitalismo y las imposiciones del Estado equivale a disputar las luchas en su contra, a profundizar en sus contradicciones, a superar nuestras miserias y plantear la disidencia desde la urgente necesidad de cambio. No se trata sólo de sentirnos realizados personalmente, sino de acabar con el capitalismo antes de que este arrase con la posibilidad misma de la vida.
Escala humana: Volver manejable la organización social, técnica y económica sin depender de profesionales de la economía, la política o la técnica. La interdependencia es deseable, pero determinado grado de especialización se vuelve necesariamente opresivo. La libertad de decisión exige de la capacidad de entender los fundamentos de los procesos económicos y técnicos sobre los que se ha de decidir. Del mismo modo, las grandes concentraciones de población en enormes complejos urbanos suponen la destrucción de la sociedad (con la extensión del individualismo más destructivo) y del territorio (por la incapacidad de las grandes aglomeraciones urbanas para generar relaciones sostenibles con el entorno). Sin una vuelta de estas condiciones a una escala humana se hace imposible la formación de un mundo libre y socialista.
Comunidad y clase: Fundamental para la extensión de un proyecto anticapitalista y libertario, la comunidad se conforma en las luchas abiertas contra el capitalismo. Lejos de bastar con la condición material de clase desposeída (definida por la falta de acceso a los medios de producción), los trabajadores deben reconocerse como una comunidad anticapitalista. La formación de una conciencia comunitaria digna, rebelde e intransigente en las luchas antidesarrollistas es la semilla de una sociedad que sólo se concretará si sabe oponerse desde abajo a la mediación (siempre impositiva) del poder. Las soluciones impuestas desde arriba, aunque positivas en apariencia, resultan siempre de la debilidad de la comunidad para defender sus posiciones. Las conquistas arrancadas mediante la exigencia y la lucha colectiva, en cambio, motivan siempre el aprendizaje y el empoderamiento colectivo.