¿Cómo puede aumentarse la plusvalía manteniendo la jornada de trabajo estable? Podría lograrse reduciendo el salario, pero vamos a mantener la suposición de que la fuerza de trabajo se compra y se vende en su justo valor.
Bajo ese supuesto solo puede aumentarse la plusvalía aumentando el tiempo de sobretrabajo y reduciendo en mismo grado el tiempo de trabajo necesario (que se produzca en menos horas el valor de las subsistencias). Esto solo puede ocurrir como resultado de un aumento en la fuerza productiva del trabajo: se necesita un cambio en las condiciones de la producción.
El capital necesita modificar sus condiciones técnicas y sociales (transformar el modo de producción) para aumentar la productividad del trabajo, disminuyendo el valor de la fuerza de trabajo, el tiempo empleado en reproducir dicho valor y, por tanto, aumentando la plusvalía.
Denominamos plusvalía absoluta a la producida por la simple prolongación de la jornada de trabajo. Denominamos plusvalía relativa a la que proviene de la disminución del tiempo de trabajo necesario (y, por tanto, de un cambio en la relación entre trabajo necesario y sobretrabajo en una jornada).
Es la plusvalía relativa la que crece cuando crece la productividad del trabajo. Es consecuencia directa de algo que ya habíamos visto: Un aumento de la productividad reduce el valor de las mercancías (incluida la mercancía fuerza de trabajo). Al mantener estable la jornada laboral, el tiempo dedicado a la reproducción del coste de la fuerza de trabajo es menor (porque su valor es ahora menor) y, en consecuencia, parte del tiempo que antes era trabajo necesario ahora es sobretrabajo. En resumen: Tras un aumento de la producción, el trabajador dedica menos tiempo a trabajar para sí mismo y más a trabajar para el capitalista.
Así, el aumento de la producción no tiende jamás a acortar la jornada de trabajo. Como puede observarse, un aumento de la productividad no redunda en una reducción del trabajo, sino en un aumento de la plusvalía relativa.
Cooperación
La producción capitalista empieza a producirse de hecho cuando un solo dueño explota a múltiples asalariados a la vez.
El empleo de numeroso personal ya realiza una transformación en las condiciones materiales del trabajo. La construcción de diez talleres para veinte tejedores cuesta más que un solo taller para veinte. El valor de los medios de producción comunes y concentrados es menor que el valor de los diseminados que reemplazan. Por consecuencia, la porción de valor que transmiten a los productos disminuye.
Cuando muchos trabajadores trabajan conjuntamente para un objeto en común, el trabajo reviste la forma cooperativa. El valor de la fuerza cooperativa también difiere del de la suma de las fuerzas de los obreros aislados y esa diferencia se transmite asimismo a la mercancía producida.
El trabajo colectivo disminuye el tiempo de la producción, permite producir más objetos útiles. Además da resultados que no podría suministrar nunca el trabajo individual: Es una fuerza de trabajo común.
Cooperación y capital
El número de cooperantes depende de la magnitud de capital que pueda adelantarse para la compra de fuerzas de trabajo. Además, con el aumento de las fuerzas productivas que supone el trabajo cooperativo, la cantidad de materias primas que se invierten en un tiempo determinado también aumenta, lo que exige una mayor concentración del capital para comprarlas.
En definitiva, es necesario una acumulación de capital en manos del capitalista para que este pueda iniciar el trabajo cooperativo. El mínimum de capital que necesita un capitalista para librarse de su trabajo manual (explotando bastantes obreros) es el necesario para convertir el trabajo individual en trabajo cooperativo. De esa manera el pequeño patrón se convierte en capitalista y con ese cambio se instituye el modo de producción capitalista.
El mando en la industria
En los comienzos del capital, el asalariado trabaja a las órdenes del capital de manera casi accidental. Ha vendido su fuerza de trabajo por carecer de medios para trabajar por cuenta propia. Desde el momento en que el trabajo individual deja paso al trabajo basado en la cooperación entre asalariados, el mando es indispensable para la ejecución del trabajo. La función directora, de vigilancia, llega a ser la función principal del capital cuando el trabajo que le está subordinado se hace cooperativo.
El capitalista empieza por excusarse de su trabajo manual. Luego, cuando su capital aumenta, abandona incluso su función de vigilancia y la confía a un genero particular de asalariados. Ya a la cabeza de un ejército industrial, necesita de todo tipo de oficiales superiores e inferiores, que trabajan siempre a las órdenes del capital.
Recopilando: El obrero vende su fuerza de trabajo individual (y digamos que la vende por su valor real). Cuando la explotación de la fuerza de trabajo se realiza como trabajo cooperativo, aumenta además la producción de la plusvalía relativa. El capitalista ha pagado la fuerza individual de los distintos trabajadores, pero no la fuerza combinada de todos ellos.
En resumen, en manos del capital, la socialización del trabajo solo aumenta las fuerzas productivas para explotarlas con más provecho.