La manufactura en su forma clásica tiene como pilar básico la división del trabajo. Es el modo de producción que domina desde el siglo XVI hasta el último tercio del XVIII. Un taller manufacturero reune a trabajadores de distintos oficios que, cada uno con su tarea particular a realizar, dan lugar a un producto final acabado.
Este modo de producción introduce una modificación esencial, cada trabajador no desarrolla su oficio en toda su extensión sino que se especializa, limitándose a un ejercicio circunscrito. De producto individual de un obrero independiente que ejecuta una serie de operaciones diversas, la mercancía se convierte en el producto social de un conjunto de obreros, cada uno de los cuales efectúa constantemente la misma operación de detalle: operaciones parciales y complementarias para la producción de una misma mercancía.
El trabajador fraccionario y su utensilio
La manufactura descompone el oficio de artesanos en sus diferentes operaciones, las aísla y las hace independientes, cada una de ellas llega a ser la función exclusiva de un trabajador que, elaborando solo una parte del producto, sólo es un trabajador fraccionario. El obrero fraccionario convierte su cuerpo entero en órgano mecánico de una sola operación de modo que llega a efectuarla con rapidez. Comparada con el oficio independiente, la manufactura suministra más producción en menos tiempo, es decir, aumenta la fuerza productiva del trabajo.
El periodo manufacturero simplifica y multiplica los instrumentos de trabajo, acomodándolos a las funciones separadas y exclusivas de los obreros fraccionarios: El trabajador fraccionario y su utensilio son los elementos primarios de la manufactura.
Formas generales de la manufactura
Fundamentalmente hay dos formas distintas de manufactura. Por un lado, aquella que suministra producto cuya forma definitiva es una reunión de productos parciales (caso del reloj, suma de engranajes, resortes, esferas…). Por otro lado, aquella que suministra productos que recorren una serie de desarrollos graduales (caso de los alfileres, que pasa por una serie de procesos: corte del alambre, preparación de cabezas, afilado de las puntas…).
Esta segunda es la forma perfecta de la manufactura. El producto parcial de cada trabajador fraccionario es sólo un grado particular de desarrollo de la obra completa, el resultado del trabajo de uno es el punto de partida del trabajo de otro.
Este modelo manufacturero se extiende a la combinación de diferentes manufacturas. Las manufacturas combinadas forman secciones de la manufactura total, aunque no adquiere verdadera unidad hasta la transformación de la industria manufacturera en mecánica.
Acción de la manufactura sobre el trabajo
Una vez separadas y hechas independientes las distintas operaciones, los obreros se clasifican según sus facultades predominantes: más habilidad, más fuerza, más atención… Considerado como miembro del trabajo colectivo, el trabajador fraccionario llega a ser tanto más perfecto cuanto más incompleto es. La manufactura desarrolla la especialidad aislada hasta el punto de hacer de ella una habilidad excesiva a expensas del trabajo integral.
Para responder a la jerarquía de las funciones, la manufactura crea una jerarquía de fuerzas de trabajo, a la que corresponde una gradación de salarios. Al lado de la gradación jerárquica, se constituye una división elemental de los trabajadores en hábiles e inhábiles. Para estos últimos son nulos los gastos de aprendizaje. Para los primeros, son menores que los que implica el oficio aprendido en conjunto. En definitiva, la fuerza de trabajo pierde parte de su valor, lo que ocasiona un aumento de plusvalía.
División del trabajo en la manufactura y en la sociedad
Hay una diferencia esencial entre la división del trabajo en la sociedad (en zapateros, carpinteros, ganaderos…) y la que se realiza en el taller. En el primer caso, los productos respectivos de los distintos oficios constituyen mercancías acabadas. No así en la división manufacturera del trabajo. Como consecuencia, esta implica una concentración de medios de producción en manos de un capitalista, mientras que la división social supone la dispersión de los medios de producción entre un gran número de productores comerciantes independientes.
Mientras que la división social del trabajo pertenece a formas económicas de sociedades diversas, la división manufacturera es una creación especial del sistema de producción capitalista.
La manufactura revoluciona el sistema de trabajo individual y ataca en su raíz a la fuerza de trabajo: Estropea al trabajador, hace de él algo artificial al potenciar una destreza en detalle en perjuicio de su desarrollo integral.
En el principio, el obrero vende al capital su fuerza de trabajo sólo porque le faltan los medios materiales de producción. Desde el momento que, en lugar de poseer un oficio, es solo un accesorio que aislado no tiene utilidad, no puede obtener servicio formal de su fuerza de trabajo si no la vende. Para poder funcionar, necesita un medio social que sólo existe en el taller del capitalista.
La división del trabajo es un método particular de aumentar el rendimiento del capital a expensas del trabajador.
La realización de las tendencias dominadoras del capital encuentra aún así algunos obstáculos. La habilidad en el oficio persiste en la base de la manufactura, que no puede prescindir de los obreros hábiles y que tienen, en consecuencia, cierta fuerza de resistencia, por lo que el capital ha de luchar constantemente contra su insubordinación.