Introducción
Dentro de las muchas campanas lanzadas al vuelo en consecuencia de la LOMCE o “Ley Wert” (en referencia al Ministro de Educación), hay una cuestión en especial que ha pasado quizás un tanto desapercibida. El hecho de que esta ley cimiente el oscurantismo religioso en la escuela pública, que suponga el concierto para centros donde se practican prácticas segregativas sexistas, la aparición de filtros clasistas y pruebas de nivel (un montón de “selectividades”) a lo largo del proceso educativo, la siempre presente cuestión de la lengua, entre otras muchas cuestiones que pasan a dar una vuelta de tuerca más en el proceso de mercantilización de la enseñanza, han hecho pasar desapercibido la cuestión del supuesto funcionamiento democrático de los centros educativos.
La LOMCE, elimina figuras como los Consejos Escolares (pasando a ser meramente consultivos), la elección de los Directores de los centros educativos pasa por un fuerte control de la Administración y se blinda a las figuras de las Juntas Directivas y profesorado como figuras de “autoridad pública”.
Obviando el hecho de que muchas de estas medidas ya eran aplicadas por muchas Comunidades Autónomas, como Madrid, no deja de resultar curioso, que a pesar de que como decimos, es una cuestión secundaria dadas las “maravillas” de esta nueva Ley, el espectro izquierdista minoritario (“alternativo” o “combativo”) ponga el grito en el cielo por esta pérdida de democracia interna en la enseñanza, aunque otras organizaciones de mayor tamaño, también hacen constar su contrariedad.
Es entonces cuando surge la cuestión que pretendemos abordar en este texto. ¿Ha existido alguna vez un control del proceso educativo por parte de estudiantes y el resto de la llamada “comunidad educativa”? ¿Es posible esto en un sistema de enseñanza, que de manera general, se apoya en el autoritarismo? ¿Debemos luchar, como libertarios, por una mayor “democracia” en los institutos y facultades? ¿Atacar la vía institucional adquiera la forma que adquiera? Estas cuestiones pretendemos analizar a continuación.
Una cuestión base
Cualquier análisis que hagamos debe partir de una premisa: la educación en un sistema autoritario, se rige en consecuencia, por el principio de autoridad. El sistema de enseñanza estatal o privado, reproduce las necesidades y funcionamientos del sistema que lo diseña y lo prepara de cara a adoctrinar en sus valores y a preparar a la nueva mano de obra según las necesidades (siempre cambiantes) de la clase dirigente.
De este modo, la enseñanza se fundamenta en principios autoritarios tales como el establecimiento de roles jerárquicos (estudiante-profesor, profesor-junta directiva…etc), horarios, obligatoriedad, un complejo sistema punitivo (así como el recurrente premio-castigo), competitividad, rejas, videovigilancia, policía y seguridad privada, enseñanza monológica y hasta el propio diseño de los centros de enseñanza y facultades con semejanzas a módulos carcelarios.
La Universidad además, tiene un complicado funcionamiento interno jerárquico basado en la meritocracia, el pelotismo y el seguimiento del discurso académico oficial que hace que para acceder a la docencia se tenga que aceptar inevitablemente reproducir esta serie de mecanismos propios de la servidumbre medieval.
La intención de este texto no es analizar con detenimiento todos estos procesos autoritarios, ni todos los intereses económicos e ideológicos que atraviesan la educación en todos sus grados, sino simplemente partir de la base de que el sistema de enseñanza, antes y después de la LOMCE, es un instrumento del sistema autoritario en el que se inserta como pieza clave.
Sin embargo creemos perjudicial caer en la simplificación de los análisis y afirmar “el sistema de enseñanza es autoritario” y ya está. Vemos necesario analizar los procesos de cambio en este sistema, como fiel reflejo de los cambios que la sociedad del Estado y el Capital están realzando a un nivel estructural para corregir sus imperfecciones y ponerlos en sintonía con las nuevas necesidades del mismo. Es necesario realizar un análisis pormenorizado de aquello que se pretende destruir: entender y comprender sus trasformaciones para saber a qué nos estamos enfrentando.
En los centros de secundaria y FP: Consejos escolares.
La Consejos Escolares en los centros educativos, tienen como fin, ser un órgano representativo de la comunidad educativa. Forman parte representantes de los estudiantes, de los profesores y de los padres y madres (o tutores legales). En el caso de los estudiantes, cada cierto tiempo, te dicen que tienes que votar a no se sabe muy bien quién (no se conoce a todos tus compañeros/as) que normalmente, son preseleccionados por la propia dirección del centro, te saltas una clase, votas y nunca más se supo. Aunque varía el funcionamiento según la dinámica del centro, en los Consejos Escolares solían tratarse cuestiones como aprobar las cuentas del Centro, cuestiones relacionadas con la “convivencia” (casos de acoso, mal comportamiento…) donde normalmente se aplicaba la lógica del castigo a través de las llamadas “comisiones de convivencia) y otra serie de propuestas o asuntos que atañen en principio a toda la Comunidad Educativa.
La ficción democrática adquiere (o adquiría) un nivel de bananerismo sin igual. Los representantes de los estudiantes eran elegidos muchas veces a dedo por las juntas directivas, no había ni siquiera un “periodo electoral” donde conocer las propuestas de los candidatos a representantes, los representantes de los estudiantes cuando no comulgaban con los otros miembros del Consejo Escolar, eran manipulados cuando no directamente ignorados por las otras representaciones del Consejo. Y el resto de los estudiantes… pues en mayoría de los casos no se volvía a enterar de nada hasta las próximas elecciones al Consejo Escolar. Dependía más bien de la actitud del representante, que si tenía algún mínimo de voluntad, convocaba a los delegados de las clases y consultaba algo de lo que se iba a tratar, a pesar de que finalmente bien por desinterés bien por estas cosas que le dan a uno cuando tiene capacidad de decidir por los demás, acaba haciendo lo que le da la real gana.
Eliminados los Consejos Escolares (como decimos, dejan de tener un poder efectivo, al pasar a ser meramente órganos de consulta) sectores de la izquierda, como CCOO y UGT, Asociaciones de Madres y Padres progresistas, el Sindicato de Estudiantes y otra serie de colectivos (incluso algunos libertarios) se han apuntado a las quejas a propósito de esta medida. Ahora bien… ¿Cómo anarquistas, cómo deberíamos posicionarnos?
En primer lugar hay que considerar los Consejos Escolares como órganos donde los estudiantes y el resto de la comunidad educativa delegan en representantes su potestad. Es decir, supone admitir y legitimar la propia incapacidad de los estudiantes y profesores de gestionar de forma colectiva y horizontal el proceso de aprendizaje y los asuntos de la vida cotidiana de los centros de estudios. El procedimiento es muy similar a futuras ocasiones donde tendremos que votar cada cierto tiempo y esperar que otros decidan por nosotros: en las elecciones municipales, las generales, sindicales…etc. Es el primer peldaño a la hora de entregar nuestra propia capacidad de gestionar nuestra propia vida a terceros, que en base al principio de autoridad, están más capacitados que nosotros para decidir sobre nosotros mismos. La ficción democrática, la podredumbre parlamentaria a nivel secundario.
Segundo. Es una vía institucional donde resolver los conflictos de forma injusta, tal y como ya hemos explicado anteriormente y de forma autoritaria. ¿Queremos participar y que se escuche nuestra voz en un sitio donde tenemos que pasar centenares de horas en nuestra vida? Pues rechacemos la vía institucional y opongamos nuestra fuerza a través de la asamblea, arma horizontal para luchar y para gestionar nuestros asuntos. Debemos incentivar que estudiantes y trabajadores, de forma colectiva e igualitaria, constituyan asambleas en los centros de estudio de cara a plantar cara a los ataques mercantilizadores y empezar a funcionar fuera del control estatal y de las burocracias sindicales (CCOO, UGT, el Sindicato de Estudiantes…). Y por supuesto, empezar a plantearse de forma seria y colectiva a quién sirve la educación a manos de las empresas y el Estado, a luchar por buscar nuevas formas de aprender, en solidaridad y libertad y, sobre todo, en lucha contra la sociedad del Estado y el Capital donde se inserta la enseñanza hoy en día. Tenemos que incidir en la necesidad de ruptura total con el actual sistema y realizar críticas demoledoras al actual sistema de enseñanza y sus formas de trasmitir los conocimientos acordes a las necesidades del Capital y el Estado. De forma paralela, hay que empezar desde ya a plantearse que las formas de lucha ciudadanistas dentro de los márgenes del sistema no suponen más que un teatrillo donde se representa un espectáculo, pero no una lucha. La lucha en las enseñanzas medias y secundarias tiene que romper de una vez con todas con la burocracia sindical y sus ejércitos de liberados, con los estudiantes unidos a la lucha pasando por encima de una vez al Sindicato de Estudiantes, que lleva amordazando los estudiantes no-universitarios desde hace décadas.
(El texto continúa en una segunda parte)
Orsini