Decía sin equivocarse el Subcomandante Marcos del EZLN que el neoliberalismo no es otra cosa que la crisis convertida en doctrina económica. Unas políticas económicas y sociales ya esbozadas en la mente enferma de Milton Friedman hace casi cuarenta años se nos presentan de forma encubierta, enmascaradas en “la necesidad que impone la grave situación económica”. El terreno de la educación no escapa a estos nuevos reajustes ni a esta doctrina del shock. Así, un plan educativo elaborado por el Espacio Europeo de Educación Superior mucho antes de que nadie pronunciara la palabra crisis, allá por finales de los “felices” años noventa, se aplica desde 2008 en el marco del Proceso de Bolonia y, ahora, se nos anuncia una nueva vuelta de tuerca.
El año pasado un Comité de Expertos entregaba al miserable ministro Wert un informe para la reforma universitaria. Los Expertos en cuestión eran altos directivos de bancos como el Santander y catedráticos de universidades privadas. Expertos eran sin duda: en hundir la educación pública. En este informe ya encontramos una serie de recomendaciones encaminadas a dinamitar la autonomía universitaria, externalizar la gestión, privatizar la financiación y mercantilizar la actividad universitaria. El neoliberalismo, la ya no tan nueva política que triunfa entre los capitalistas de medio mundo, arrasa y convierte en negocio todo lo que puede. Destruye todo a su paso, si no se le combate.
Esto que viene ahora es la segunda fase. A la primera ya asistimos hace 6 años. En esa ocasión se trataba de un cambio en las titulaciones, para adaptarlas al gusto del imperialismo de la Unión Europeo; así como en el papel de los estudiantes, que desde entonces se ven convertidos cada vez más en meros clientes mientras sus tasas no dejan de aumentar. Es cierto que las políticas neoliberales en educación tienen sus particularidades en el Estado español, la LOMCE en concreto posee un tufillo neoconservador, un desagradable olor a iglesia, que no suele ser habitual en en resto de Europa. Por lo demás, todas las medidas vienen siendo planificadas en despachos y gabinetes desde hace, al menos, década y media.
Ahora parece que el gobierno ha conseguido el apoyo de la Conferencia de Rectores de la Universidad Española, dirigida por el infame Manuel López, que hace solo unos meses permitía en su universidad, la de Zaragoza, la entrada de las fuerzas policiales a reprimir a los estudiantes en huelga. Esta manga de traidores, salvo honrosas excepciones como la del rectorado de la UAB, se escudan en la necesidad de la reforma por lo caduco del sistema anterior. No hace falta decir que hasta hace nada estos mismos rectores, la mayoría de los cuales ya ni siquiera recuerdan de lo que es una clase, se encontraban bien cómodos en sus poltronas del caduco sistema educativo.
Esta nueva reforma, según se ha anunciado últimamente, buscará un nuevo modelo de financiación. Se pretende desligar la financiación universitaria del Estado, para entregársela a organismos privados que financien de acuerdo a los resultados (económicos, no académicos) de las distintas universidades, así como cambios en la estructura de gobierno, recortando en una democracia interna ya de por sí casi inexistente. La universidad, lejos de aspirar a ser templo del saber, se convierte en cueva de ladrones. Literalmente, en palabras de los rectores “una racionalización de las estructuras de gobierno y una adecuación de las titulaciones universitarias a las demandas de la sociedad”, o traducido de la neolengua “el fin de la (ya escasa y poco democrática) autonomía universitaria y carreras al gusto de las empresas que nos financien”. Estos rectores, lejos de cumplir con el deber de su cargo, traicionan a sus universidades y las venden a los intereses del Estado y el capitalismo más salvaje.
Eslabón tras eslabón se va forjando la cadena de la universidad-mercado. Si no la rompemos, si no comienza la organización de los estudiantes, de los trabajadores de la educación y del pueblo trabajador entero para hacerse con las riendas de la educación, con la autogestión de lo que es de todos y pretenden robarnos, nos espera un futuro de elitización, endeudamiento y perfeccionamiento del sistema de explotación. El futuro que ellos, la conjura de los ladrones y los traidores, quieren para nosotros.