Subo al autobús medio dormido, camino del trabajo. Me encojo en mi asiento individual, envuelto en mi abrigo, las manos resguardadas en los bolsillos, todo dispuesto para dejarme llevar plácidamente hasta mi destino. Imposible, dos ancianos discuten a mi espalda. Cojo la conversación a medias:
– ¿Y qué si vienen de otros sitios? ¿Que vienen del pueblo de al lado a apoyarles ya son etarras? Está la policía dándoles, la prensa llamándoles marginales…
– Pero que no se puede, que están quemando todo, los coches, los bancos, las tiendas… Eso no se puede. Que no estará bien eso de la obra, pero hay que saber estar.
– Es que si no, no les hacen caso. Hombre, que lo sabes bien, que te dicen que sí, que muy bien, que por supuesto y luego hacen lo que quieren. Y si no, ¿Qué queda?
¿Que queda? La pregunta resuena mientras los dos hombre se apean en su parada y yo sigo adelante. Tres frases cogidas al vuelo que hablan, claro, de lo que ha ocurrido los últimos días en el Gamonal, barrio burgalés donde el alcalde, el constructor de turno y algún otro pretendían dar otro pelotazo urbanístico con el que enriquecer sus bolsillos.
Me salto el poneros en antecedentes. Han corrido ya ríos de tinta sobre el tema y cualquiera puede encontrar información al respecto. Encontrar información decente es otra cosa pues la mayoría de artículo van cargados de veneno contra los vecinos que se oponen al bulevar, pero aún se encuentran algunos que merece la pena leer. Afortunadamente los propios vecinos se han encargado de demostrar que ni radicales violentos ni imbéciles dirigidos, que son personas con opinión y la dignidad suficiente para defenderla.
Esa dignidad no es una novedad. Por el contrario, lleva años cultivándose en las aceras de este barrio obrero. El Gamonal (nombrado así en honor a la abundancia del gamón, planta local que florece junto al orgullo rebelde) ya puso en jaque al ayuntamiento en 2005, en una lucha histórica contra la construcción de un parking en la avenida Eladio Perlado que acabaría con la rendición del consistorio en enero de 2006. El documental que narra esta lucha deja con su título otra pregunta en el aire ¿De quién es la calle? Los vecinos contestan hoy con sus pancartas, su resistencia y su nueva negativa al plan urbanístico: La calle es nuestra. No son de los que se dejan comprar por un carril bici, como tampoco se dejarían comprar por un circuito de Fórmula 1, porque sienten aún responsabilidad sobre el suelo que pisan.
Heinrich Mann preguntó una vez en París a un compatriota suyo “¿Siguen todavía en pie la siete torres de nuestra común patria chica?”. Recordaba las siete torres de Lübeck, su ciudad natal, ante el desmoronamiento de Alemania. En el Gamonal no quieren ver cómo la calle Vitoria y el resto del vecindario se desmoronan por el peso de la especulación urbanística. Van a defender sus torres.
Llego a mi parada y salto del autobús dándole vueltas. Explicaciones aparte, lo que más me sorprende es el tono de la conversación escuchada, en general de apoyo. Abiertamente comprensiva una de las personas, crítica la otra pero con un acuerdo de base: Las obras son contra una mayoría y para enriquecer a unos pocos. El barrio es de los vecinos y son ellos quienes ellos deben decidir. Algo tan evidente es la base de la lucha del Gamonal. No las barricadas, no los enfrentamientos; sino el uso, por parte de los vecinos, de todos los medios a su alcance (incluidos el fuego y los palos) para hacer público lo evidente, para comunicarlo más allá del ruido mediático que pretende distorsionar su lucha. No es algo fácil de conseguir. No suele conseguirse. Frente a la oposición mediática hasta los más fuertes languidecen y se arrugan, incapaces de proyectar su mensaje.
Camino por la calle y las reflexiones me hacen sonreir. En el espacio de unos meses hemos visto al menos dos victorias importantes, dos triunfos de la organización popular de los trabajadores mediante la acción directa. Hoy es en el Gamonal paralizando temporalmente (y esperemos que definitivamente) la obras, pero ayer fue la huelga de los barrenderos de Madrid, que ensuciaron las calles sacando a la luz la mierda que el poder quiere esconder bajo la alfombra. Por supuesto, seguimos rodeados de basura: paro, explotación, autoritarismo, represión policial, desmantelamiento de servicios sociales, especulación… pero cada victoria nos devuelve la esperanza, la ilusión, las ganas de seguir luchando por lo que es nuestro. Las ganas de seguir resistiendo y construyendo. A desalambrar, que diría Victor Jara, que esta tierra es de nosotros y no del que tiene más.
Vecinos de Gamonal, habeis dado un gran paso, hay que seguir caminando.