El otro día leía con cierto asombro un debate entre varias personas en Twitter—sí, sí, ya sé que no es el mejor lugar para debatir—sobre una manifestación feminista no-mixta. Tal vez, lo que más me sorprendió fue la virulencia con la que algunas personas defendieron la manifestación, una virulencia que, a mi parecer, adoptó tintes nada anarquistas.
Nadie va a negar que la separación de la sociedad en géneros es problemática, sobre todo si esta separación es jerárquica. Recordemos que los géneros son construcciones sociales en base al sexo biológico—que por cierto, no tiene por qué ser binario como nos enseñan en la escuela. Vivimos en sociedades machistas donde los roles sociales asignados a las mujeres son degradantes respecto a la dignidad inherente de cualquier ser humano, sea del sexo que sea. Desde mi personal visión anarquista de la vida, no veo ni útil, ni moralmente aceptable, dividir la sociedad en géneros jerarquizados, pues a fin de cuentas todas las personas, sean del sexo que sean, tienen las mismas potencialidades en casi todos los aspectos de la vida—digo “en casi todos” porque, por ejemplo, los hombres no pueden parir.
Como individuos, todos los seres humanos, independientemente de su género, tienen la misma dignidad, la misma necesidad de libertad y, sobre todo, la misma capacidad para encontrar ésta. Una de las cosas que más me atrae de la filosofía anarquista es su clara argumentación en favor a la cooperación, a la ayuda mutua, a la solidaridad entre individuos, especies, géneros, etnias, o lo que sea. El anarquismo rechaza esa concepción furibunda y competitiva del capitalismo y del darwinismo. La vida florece en todos los lugares gracias a la cooperación; no hace falta competir por recursos escasos; no hace falta competir por mejorar, por ser les mejores. La vida es un camino que se puede caminar de la mano, sin cadenas y sin grilletes.
De ahí que me extrañe que una persona se considere anarquista y, al mismo tiempo, rechace con tanta virulencia la presencia de hombres en una manifestación, en una asamblea, o en un grupo de acción. Tonto no soy, y entiendo los motivos por los que algunas de estas personas defienden los grupos no-mixtos. Es más, comparto dos de las argumentaciones, las cuales yo resumiría en:
- Los grupos no-mixtos empoderan a las personas oprimidas.
- Los grupos no-mixtos enseñan a las personas oprimidas a desarrollar tácticas de lucha más efectivas.
El segundo punto tiene su razón de ser si se piensa que las personas no-oprimidas juegan un papel paternalista en los grupos mixtos. No obstante, sería muy estúpido pensar que toda persona no-oprimida tiene una actitud paternalista, como también es muy estúpido—y se lee, escucha, y vive muchas veces—pensar que cualquier persona que intenta ayudar en una causa se comporta de forma paternalista.
El machismo es algo internalizado, socializado, e institucionalizado. Eso nadie lo niega. Decir que el machismo está socializado significa decir que los comportamientos machistas puedes darse de manera subconsciente. Un grupo feminista no-mixto puede, potencialmente, evitar este machismo subconsciente al rechazar la presencia de ciertas personas. De ahí que, personalmente, sí que defienda la creación puntual de grupos no-mixtos y la realización de acciones de lucha no-mixtas. Pero me gustaría resaltar el adjetivo puntual por una razón obvia: una filosofía anarquista consistente no casa muy bien con la exclusión sistemática de individualidades dispuestas a luchar.
El problema, a mi parecer, surge cuando se confunde la exclusión con la expulsión. En un grupo de afinidad, por ejemplo, podemos encontrar personas autoritarias cuyo quehacer no es de agrado. En este sentido, el grupo expulsa a dichas personas, pero no las excluye a priori—o las personas que no se sienten cómodas abandonan el grupo y forman otro. De esta manera, lo que me sorprendía de aquel debate en Twitter era la facilidad con la que ciertas personas excluían, sistemáticamente, cualquier opción de participación “masculina” en grupos feministas—desde luego, con esto no quiero decir que toda persona feminista opte por esta exclusión, ni que toda persona que opte por grupos no-mixtos lo haga siempre de forma sistemática.
Una vez más, y para dejarlo claro, los grupos no-mixtos tienen una gran utilidad en muchas ocasiones, pero no es así de forma sistemática. Siguiendo la lógica de las personas que deciden excluir sistemáticamente a otras personas de ciertos grupos de acción, entonces, me gustaría que estas mismas personas se abstengan de participar en manifestaciones pro-derechos de les migrantes, por poner un ejemplo. ¿No es acaso la etnia de las persona otro frente de batalla en nuestras sociedades capitalistas? ¿Qué pinta una persona del grupo étnico dominante en una manifestación de grupos minoritarios? Espero que se vea lo absurdo de estas dos preguntas.
Para finalizar, me gustaría dar una vuelta de tuerca más a la cuestión del empoderamiento. Sigamos con el ejemplo de les migrantes. Es cierto que estos grupos minoritarios tienen una limitada capacidad de acción por multitud de razones—un ejemplo puede ser la condición irregular en un Estado que les puede deportar, encarcelar, e incluso matar. Ninguna persona anarquista sensible al tema negaría que un escenario ideal para estas personas migrantes sería un espacio de acción autónomo en el que elles mismes pudieran organizarse y luchar, sin necesidad de personas pertenecientes al grupo étnico dominante. No obstante, también sería absurdo decir que todas las personas no-migrantes que a diario luchan en este frente de batalla son, o se comportan, de manera paternalista. Desde luego puede haber paternalismo en un sinfín de ocasiones, pero no tiene sentido subsumir, de manera sistemática, el comportamiento de todas las personas en el paternalismo.
La ayuda mutua y la solidaridad no conoce de géneros, sexos, etnias, edades, o lo que quiera que sea, pues son cualidades inherentes a la raza humana—y solamente hay una única raza humana. Habrá hombres honestos que luchen en el frente del feminismo, y habrá otros que lo hagan de forma paternalista, autoritaria, y sexista. O tal vez encontremos hombres honestos que quieran genuinamente librarse de la lacra del machismo socializado. Y si algo creemos les anarquistas, pienso yo, es que se aprende haciendo; es decir, mediante la acción.
Fuego al patriarcado mediante la ayuda mutua entre seres humanos, sin distinción de género o sexo, pues nosotres somos la medida de nuestras jaulas personales.