La abstención es un gesto pasivo. Un no-hacer. Da igual que lo acompañemos del adjetivo “activa” porque, al final, sigue expresando un dejar de hacer, más que un hacer activamente. El gesto activo, en cambio, es la lucha anticapitalista diaria, la organización libertaria, el trabajo de base: anarcosindicalismo, defensa de los servicios sociales, construcción de espacios de socialización y alternativas económicas, resistencia frente a procesos destructores de medio, enfrentamiento político… Quiero poner en duda que, al defender la abstención, incluso al incluir ese adjetivo de activa, estemos consiguiendo de manera efectiva transmitir un mensaje movilizador, que llame a la población a activarse. Quiero ponerlo en duda porque, desde mi punto de vista, la defensa de la abstención eclipsa, más que dar luz, a esa defensa de la toma de conciencia que se expresa de manera constante. Ese que es, en definitiva, el programa de los libertarios respecto a la participación en los asuntos comunes.
Vaya por delante que soy abstencionista, por si la cuestión personal resultase relevante para el debate. Considero que es la posición más coherente entre aquellos que rechazamos este modelo de participación política, además de la más util a nivel estratégico en el contexto actual. Pero entre anarquistas esta ha sido siempre una cuestión estratégica más que de principios. Por ello, tampoco creo que la abstención sea la posición más útil en todo contexto, aunque sí en la mayoría (si no todos) los contextos electorales en que pueda verse inmerso hoy día cualquier lector habitual de este artículo.
Pero lo que me interesa cuestionar es lo siguiente: si lo que pretendemos es defender la lucha diaria y de base, ¿por qué lo ocultamos tras la idea de la abstención? ¿De qué forma nos beneficia hablar de abstención (incluso de abstención activa) en lugar de hablar de organización y lucha, de participación directa en política, de devolver esta a una escala local y federalista?
Vale la pena dar una vuelta a la diferencia abstención/abstención activa. El argumento mil veces repetido es que añadir el adjetivo activa cambia el carácter del gesto de una decisión pasiva a una decisión resultado de una toma de conciencia. Bien pero ¿es la abstención requisito o, más bien, resultado del proceso de toma de conciencia y movilización? Porque si se trata de lo segundo, como defiendo, me parece más estratégico trabajar por difundir una toma de conciencia y apelar a la movilización. De tal modo que es ese mismo proceso, más fundamental, el que se concretará en un gesto abstencionista.
¿Por qué defiendo que añadir el adjetivo de “activa” no basta para mejorar la labor movilizadora del concepto? Porque no es lo mismo lo que queremos transmitir que aquello que efectivamente transmitimos. En esto vuelvo a una idea recurrente: La recepción correcta del mensaje no depende sólo de la intencionalidad del emisor, si no también y fundamentalmente de la capacidad del receptor para interpretar el mensaje. Para buena parte de la gente la abstención ACTIVA es aquella que se lleva adelante como gesto político consciente de rechazo al sistema, es decir, diferenciada de aquella abstención que ocurre por pasividad o vagancia. Hasta ahí de acuerdo. Sin embargo, eso no dirige necesariamente (como pretenden algunos) a la idea de la participación diaria y directa en política que defendemos los anarquistas. Valga el ejemplo de la izquierda abertzale que ha llamado a la abstención activa, consciente, cuando su partido de referencia ha sido ilegalizado, pero que no estaban por ello haciendo una defensa de la participación directa (no delegada) en política. De hecho, probablemente haya sido uno de los llamamientos a la abstención activa más exitosos (a nivel cuantitativo) de los últimos años en el estado español.
Otro ejemplo más de la poca capacidad movilizadora del concepto es que, en los pocos debates en los que participamos, se plantea la dicotomía como votar/abstenerse. En ese caso estamos dando lugar a un equívoco que resulta necesario explicar una y otra vez, que no basta con abstenerse sino que además hay que luchar. Sin resultado, porque la idea mayoritaria que permanece es que, simplemente, los anarquistas no votamos. Mi impresión es que la idea que debemos transmitir es que los anarquistas defendemos la participación diaria y directa en política y que por ello el voto nos parece secundario. Mi propuesta es hablar de “Política del día a día” en lugar de “Abstención activa”. De otro modo, parece que defendemos la abstención como una alternativa efectiva (en términos de utilidad) al voto, cuando no es tal. La alternativa real está en lo que ya se ha nombrado y que merece la pena repetir: la lucha anticapitalista diaria, la organización libertaria, el trabajo de base… El objetivo está en difundir este mensaje de manera clara y sin vuelta de hoja; hacerlo el día de las elecciones, el día previo a las elecciones y, sobre todo, los días posteriores.
Un argumento recurrente en defensa de la abstención es que esta deslegitima al sistema. Tampoco me parece del todo correcto, si bien es el argumento más profundo en favor de su utilidad. La legitimidad de un gobierno con un porcentaje de voto ínfimo podría (y debería) ser puesta en entredicho: Este gobierno carece de apoyo para gobernar. Hasta ahí bien, puesto que es una importante baza con la que jugar, que además el resto de la izquierda se niega a contemplar cuando presenta sus propuestas electorales fragmentadas y con un margen de maniobra mínimo (y este es el caso incluso en el reciente “triunfo electoral” de Podemos). Con todo y haciendo un análisis realista, los gobiernos muy minoritarios siguen gobernando sin que su falta de legitimidad se lo impida. ¿Por qué? Porque si bien la abstención sirve para no-legitimar, el desgaste y la paralización real de los gobiernos solo puede venir de un movimiento organizado que trabaje de manera constante, que haga política en el día a día. Para ese movimiento la abstención podría ser un arma más, por supuesto. Pero de nuevo volvemos sobre la prioridad fundamental de potenciar la movilización, el trabajo diario y de base frente al gesto de la abstención. Gesto que sin movimiento real que lo justifique carece de potencia.
¿Qué aspectos positivos presenta, a cambio, el hecho de una defensa de un concepto como la política del día a día? Fundamentalmente, que activa el marco teórico de que la lucha es un compromiso constante. Que pone lo fundamental por encima: No el gesto abstencionista, si no el compromiso que lleva a cuestionar el voto.
Lo que quiero decir, en definitiva, es que la idea que ha calado es que el anarquismo no vota, frente a la idea que nos interesaría proyectar de que el anarquismo, ante todo, prima la organización y la lucha diaria. Afirmo que el uso del concepto abstención activa tiene mucho que ver en ese problema, ocultando lo fundamental y poniendo por delante lo accesorio. Que faltan conceptos que hagan referencia a la organización permanente en política, falta comunicarlos y desarrollarlos (¿Cómo nos organizamos? ¿Cómo se lucha?) y falta llevar estas propuestas a la práctica. La idea-fuerza que debe calar es que las cosas solo se consiguen luchando cada día y que esto es una evidencia práctica, no un principio rector ni un empeño teórico. Para ello, propongo adoptar el concepto de política del día a día, dándole forma como alternativa libertaria al voto desde el apoyo mutuo y la acción directa.