“El temor de que el movimiento anarquista asentado en nuestro país retome su campaña de violencia ha crecido exponencialmente en los últimos días” – El Mundo (27/07/2014)
Asco de prensa burguesa que solamente busca perpetuar la dominación y explotación desde su tribuna podrida por tanta autoridad moral. Nada bueno puede salir de sus salones, así que no te fíes de sus (des)informaciones, de sus recomendaciones culturales, ni tan siquiera de sus recetas de cocina. Publicarán lo que beneficie a la clase dominante y su sistema de esclavitud. Hablarán de anarquistas terroristas o jóvenes peligrosamente armades (¡con cerebros, diría yo!). Hablarán de tal o cual proyecto de ley como si les polítiques y los Congresos pensaran en la gente que les vota (piensan en elles cuando se acerca la hora de meter el dichoso papelito en la urna). Hablarán de la policía como la compañía sacrosanta encargada de velar por la seguridad de todas las personas (me meo). En definitiva, te presentarán una realidad perturbadora, maléfica, y amenazadora de la que solamente el orden, la ley, y aquellas personas que velan por estas cosas son capaces de salvaguardarte (física y moralmente).
No dirán que la violencia genera familias desahuciadas, que la violencia vive en la esencia de las hipotecas bancarias y, con más visibilidad, en la acción física de les payases con placa y pistola que te tiran la puerta y te sacan a las malas. No dirán que la violencia se aloja en esa casa de bufones llamada Congreso, donde una elitista minoría elige a otra élite todavía más minoritaria que decide sobre el futuro y las vidas de millones de personas. No dirán que la violencia impregna todas y cada una de las letras de las firmas de eses bufones tan prestigioses que se ganan la vida a costa del sudor y sangre del resto. No dirán que los mismos leones que guardan el Congreso están hechos con un material que supura pura violencia. No dirán que el barrio en el que se decide gran parte de la política de esta parte de la Península respira el violento hedor de la gentrificación y el “desarrollo” capitalista. No dirán que los coches de gama alta que conducen esos gorilas con gafas de sol y pinganillos en las orejas han sido fabricados a base de violencia y explotación. Para qué hablar del material que los propulsa, extraído a base de violencia contra el planeta y el futuro de nuestra especie, incluso promoviendo absurdas guerras contra pueblos tan inocentes que une se pregunta si es que realmente les seres humanes son inteligentes.
Tampoco te dirán que la violencia adorna los estantes coloridos de los supermercados, tan llenos de marcas vistosas, productos novedosos, y ofertas mega-fantásticas. O que la violencia fluye por la megafonía comercial de los grandes almacenes para controlar tus deseos consumistas y dictarte el ritmo al que debes caminar. No dirán lo violento que es ver solamente a personas blancas en los telediarios de un país que debe tanto a personas de otras latitudes. No dirán que su lenguaje es asquerosamente violento para con las mujeres, como si lo general y positivo fuera de género masculino y lo negativo y lascivo de género femenino. No dirán que la publicidad de sus programas de televisión, o los anuncios impresos en las páginas de sus periódicos llevan integrada la violencia de un sistema que chupa la vida a personas explotadas. No dirán que poder escoger entre Pepsi y Coca-Cola no es ni libertad, sino esclavitud en botellas de plástico. No dirán que todo el entretenimiento estúpido al más puro estilo romano del “pan y circo” es violencia contra la dignidad de cualquier persona que se sabe medianamente inteligente. No dirán que la delgadez de les niñes de ciertos barrios es violencia, más todavía cuando se contrasta contra la obesidad barriguera del vino y marisco de ciertas personas que gustan de chupar cámara en televisión. No dirán que la violencia se aplica en las escuelas, institutos, y universidades, donde además también te enseñan a que te guste dicha violencia y a agachar la cabeza ante las personas que la sustentan. En definitiva, no dirán que este podrido mundo suyo se basa única y exclusivamente en la violencia que unas clases ejercen sobre otras para poder vivir fagocitando a seres humanes adiestrades para ser devorades.
Cuando la violencia se institucionaliza, cuando se vuelve estructural, sistémica, y hasta “esencia” de la humanidad, les explotades tienen dos alternativas, y escoger entre ellas depende última y definitivamente de elles mismes. Una es agachar la cabeza, decir a todo que “sí”, y seguir comiendo la mierda que nos echan. La otra es decir “no, ya basta.” Violencia no puede ser el acto de resistencia. Violencia no puede ser el acto de supervivencia. A ver si es que los medios de (des)información no saben distinguir entre actos violentos y poemas escritos en botellas flamígeras.