Ayer en Valladolid se ha presentado el libro de dos tomos “En la espiral de la energía”. El libro se propone hacer un recorrido por toda la historia de la humanidad desde el punto de vista del metabolismo energético de los distintos modelos de civilización de la historia para terminar con dos capítulos en los que se argumenta lo inevitable del Colapso del sistema agro-urbano-industrial actual en el corto-medio plazo. Esta conclusión, que es también una premisa del libro, lleva a los autores a especular con los posibles escenarios que se abren tras ese colapso. Es una obra ambiciosa pero que cumple las expectativas. La carta de presentación de la obra es que enfoca la historia desde el punto de vista de la energía, pero quien se adentre en sus páginas se dará cuenta de que abarca mucho más.
En dicha presentación, Carlos de Castro señalaba la importancia que en el mundo académico tendrá este libro por ser un perfecto manual de Historia, Antropología, Economía y Ecología entre otras disciplinas que al entrecruzarse forman un edificio sólido. Pero lo cierto es que el libro debe de servir más allá del mundo académico, y eso es tarea nuestra.
Un relato
“En la espiral de la energía” presenta un relato sólido que explica la historia de la humanidad y este tránsito extraño en el que estamos inmersos desde hace 6000 años, cuando aparece el Patriarcado y con él, la Dominación. Es un relato sólido, detallado y riguroso, que rompe con los esquemas de los manuales hegemónicos de “Historia Universal” y a la vez unifica en un solo discurso las interpretaciones y las epistemologías antagonistas de la Modernidad, sin alejarse del racionalismo y la ciencia como método de análisis. Las principales tesis del feminismo, el marxismo, la ecología y otras tantas teorías del campo crítico quedan hiladas en un solo relato que nos explica cómo hemos llegado a “Esta Cosa Escandalosa”, que diría Amaia Pérez Orozco. Con esa base, se explica qué está pasando y qué puede pasar. Sin perder rigor, usando las herramientas propias del Pensamiento Sistémico acuñado por D. Meadows y su escuela.
Un relato unificado y sólido. Este podría ser el mejor fruto de este último ciclo de movilizaciones, en el que los distintos discursos antagonistas han emergido desde las catacumbas de los años 70, forzados a actualizarse y superar la fragmentación de las últimas décadas. El campo antagonista ha sufrido la posmodernidad y el neoliberalismo en forma de infinidad de plurales que no dialogaban, que no convergían. Feminismos, anarquismos, marxismo hetero y heterodoxo, ecologías, la autonomía de cada país, independentismos, la unidad popular…Cada uno con su tradición teórica que se tradujo en una tradición grupal. Hasta esta última ofensiva popular, en la que el diálogo se ha hecho obligatorio y ahora podemos empezar a ver el fruto.
Aquí tenemos un relato antagonista que es fruto de ese diálogo que se ha dado en los movimientos sociales en estos años. Es responsabilidad nuestra traducir este relato a nuestro quehacer diario. Quitarle el academicismo del que en ocasiones peca y popularizarlo. Porque necesitamos relatos populares capaces de dar respuestas y de recuperar la esperanza.
Una oportunidad para la esperanza
La historia del campo popular nos demuestra la importancia de popularizar relatos emancipadores. El ejemplo más reciente es cómo el relato socialista prendió entre la clase trabajadora a mediados del siglo XIX y como esa unión fructificó en el mayor reto que el capitalismo industrial ha tenido que doblegar: el comunismo internacional. La necesidad de un relato convincente, homogéneo y sólido con el que acceder a la población ha sido una necesidad no cubierta tras mayo del 68 y la oleada de combate posterior. En esa oleada se pone en duda lo que se había convertido en fetiche y mito: la mesiánica tarea del proletariado de emancipar a la humanidad completa. Con o sin razón, esa puesta en duda abre la puerta a la posterior desintegración del discurso antagonista internacional que se extendió con la Primera Internacional –“la emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores o no será”`+”proletarios de todos los países ¡uníos!”- y abrió el abanico de discursos, movimientos y fracasos.
Casi 50 años después podemos recuperar un nuevo discurso emancipador de la mano del feminismo y el ecologismo, que son las dos corrientes más recientes y con más difusión en el mundo contemporáneo tal y como se explica y justifica en el primer tomo. Ambas corrientes, combinadas con las imborrables aportaciones de las teorías socialistas para la emancipación son los componentes principales de este relato.
¿Pero qué esperanza puede haber en el Colapso?¿no es un discurso negativo?¿no sería deseable evitar el Colapso? “En la espiral de la energía” desde la introducción ya empieza a explicar por qué esta civilización está colapsando ya y porqué sea cual sea nuestra opción, no hay posibilidad de esquivar “el fantasma del “Gran Colapso” que tanto incomoda.
Colapso es una palabra fuerte, que crea aversión. Genera sensación de inseguridad, nos trae imágenes de Mad Max y series de apocalypsis zombie varias. Sin embargo el Colapso se define aquí como una transición entre una sociedad de mayor complejidad a una de menor complejidad técnica, social, económica y cultural. Colapso significa transición. Transición es otra palabra cargada de significado en Castilla y en el resto de las Españas. Tal vez haya que buscar otras palabras para acercar las conclusiones de este trabajo a las clases populares. Pero es una necesidad hacerlo.
Las conclusiones dan lugar a la esperanza porque tras toda la exposición y situándonos en un mundo caótico e impredecible, nos recuerdan que no hay ninguna estructura cuya dominación sea perfecta y que el Colapso significa precisamente una menor capacidad de control y dominio o al menos, una simplificación de ese dominio. El texto nos recuerda como la mayor hiperpotencia militar que ha existido sobre la tierra, el ejército de los EEUU, no ha conseguido el dominio completo–duro ni blando- sobre sus últimas invasiones por recursos –Irak y Afganistán. Si a eso añadimos que las inestabilidades provocadas en Ucrania y Siria lejos de estar planificadas desde un oscuro centro de mando demuestran que el futuro está abierto se rompe la idea arraigada en la guerra fría de que el destino de la humanidad está en manos de un botón rojo que están en algún despacho del Pentágono. Por otro lado, los posibles contrapesos imperiales también se ven limitados. Hay que recordar que China tiene una vigorosa clase obrera en plenas luchas ofensivas y además, está situada en un territorio muy vulnerable para los cambios ambientales que ya están en marcha –desertificación, pérdida de biodiversidad, tifones y huracanes… No hay ni habrá superpotencias todo-poderosas en un mundo con cada vez menos recursos. La Dominación tiene límites.
En suma, el texto nos recuerda que el apocalypsis de Hollywood, simplemente, no es nada probable. No está el Fin del Mundo dentro de los posibles escenarios consecuentes con este relato y esta metodología de análisis. Por lo tanto podemos combatir ese mantra de nuestra cultura hegemónica por la cual es más probable un Holocausto zombie que el comunismo internacional. Lo que es más probable es la desaparición de la dominación actual pero lo importante es lo que es seguro: que la Historia sigue en marcha y que la Historia la escribimos los pueblos, las sociedades, las clases en lucha, esto son: los colectivos humanos.
Pero para ese combate por la hegemonía además de tener la razón tenemos que tener “armas” con las que defenderla. Tenemos que formarnos como militantes como de manera lúcida apunta JL Carretero. Pero de manera más importante, tenemos que trabajarnos la comunicación de nuestros conceptos y traducirlos al lenguaje cotidiano, que ponga sobre la mesa no sólo la conclusión de que podemos decidir sobre nuestro futuro sino también un método racional y científico de tratarlo, desterrando la conspiración, el misticismo y la mitología de nuestra comunidad de lucha.
Si hay un pueblo fuerte que construir, un relato sólido son los planos de la obra.
Valladolid, 27/03/2015
@botasypedales