Anteriormente, hemos tratado la cuestión de los movimientos sociales, la multisectorialidad y la ofensiva. Ahora, finalizaremos esta improvisada y pequeña serie de artículos tratando la estrategia política. Para que cualquier movimiento popular pueda pasar a la ofensiva, es imprescindible también que tengan hojas de ruta y estrategia política. ¿Y qué es la estrategia política? La estrategia, en general, es un conjunto de tácticas orientadas a lograr un objetivo en un entorno complejo donde entran en escena multitud de factores. Y específicamente, la estrategia política tiene que partir del análisis de coyuntura, herramienta por el cual se extrae información detallada del entorno que nos rodea para poder intervenir en el escenario político y social con el fin de lograr una serie de cambios, permitiéndonos avanzar hacia la consecución de nuestras metas finales. Desde ese necesario análisis de coyuntura, podemos ver que nuestras metas finales son actualmente inalcanzables, siquiera en el medio y largo plazo, lo que lleva a plantearnos metas intermedias y más alcanzables, que nos permitan avanzar posiciones. Aquí es donde entra en escena la cuestión de la estrategia política.
La ausencia de estrategia polícia hace que los movimientos tiren por inercia, es decir, se muevan a la defensiva ante la necesidad de parar los ataques de la clase dominante sin saber contraatacar. En otras palabras, son forzados por la coyuntura y no impulsados desde una perspectiva de confrontación. La expresión “algo hay que hacer” ilustra perfectamente este problema, que se manifiesta en la realidad a través de las metodologías de acción-reacción, es decir, de responder solo cuando hay un ataque significativo, de propuestas vagas y muy generalistas o conservadoras de querer volver a una fase anterior o mantener el estado actual de las cosas. Las consecuencias principales de la falta de estrategias políticas son que los movimientos se encuentren desorientados y yendo a la deriva (esto en los peores casos), estando siempre influenciado por la coyuntura, encontrándose con callejones sin salida y llevando encima la volatilidad y vueltas a empezar de cero. Dentro del propio movimiento libertario, la dinámica es similar, aunque ya se está intentando superar con las nuevas iniciativas que surgieron recientemente. La falta de estrategia política nos ha condenado a la marginalidad y al aislamiento.
La necesidad de superar el “algo hay que hacer” pasa por tener una visión estratégica, esto es, superar los aires derroteros que suponen las movilizaciones por inercia y poner sobre la mesa estrategias de actuación e intervención en el escenario político y social. Por ello, hemos de preguntarnos algo que en su día lo hizo Lenin: “¿qué hacer?”, que adaptándolo a nuestra coyuntura serían: ¿qué hacer con cada problema de ámbito sectorial (vivienda, servicios públicos, trabajo, educación, territorio…)? ¿Qué hacer ante la inoperancia y descrédito de otras fuerzas políticas rivales —que no enemigas porque las enemigas son las fuerzas políticas de la dominante que se haya en confrontación directa contra nosotras—? ¿Qué hacer ante los recortes en derechos sociales en general y la continua ofensiva neoliberal? ¿Qué hacer ante el oportunismo y el auge del fascismo?… cuyas respuestas serían las que sirvan de base para realizar hojas de ruta y programas enfocados en la intervención social. Desde esta visión estratégica, veremos las diversas opciones políticas como fuerzas, cuya fuerza real residirá en la legitimación que se les dé desde las bases. También hay que tener en cuenta que las fuerzas políticas tenderán a ocupar todo el espacio que puedan, o sea, que si una fuerza política abandona el espacio, será otra que lo ocupe. Así pues, si no se plantean alternativas fuera de las instituciones que apuesten por la autonomía, la confluencia y coordinación, y la radicalización de los movimientos sociales bajo discursos comunes que apunten a la superación del capitalismo y otras formas de dominación; no tardarán dichos movimientos en ser cooptados por partidos políticos que adecúen su discurso para llevar los movimientos sociales a las urnas, con su consiguiente desmovilización y asimilación por el sistema. Y esto es lo que está pasando actualmente.
Por ello, el planteamiento de la ofensiva no solo pasa por construir un movimiento multisectorial, sino también por adoptar estrategias políticas que permitan el avance de todo el movimiento popular. La ofensiva es inseparable de la estrategia política, de hecho, es desde la estrategia política lo que nos lleva a plantearnos estas premisas de ofensiva y multisectorialidad. E incluso añadiría que la visión estratégica debe partir desde el primer momento en que aspiramos a una transformación radical de la sociedad, que debe apuntar a construir, fortalecer y fomentar la autonomía de los movimientos sociales, que una vez realizado esta tarea aspire a la articulación de la multisectorialidad y por consiguente, construir una fuerza política con fuerza real capaz de conseguir cambios no solo en esta coyuntura, sino que aspire a transformar lo estructural (relaciones de producción capitalistas, neocolonialismo, heteropatriarcado, supremacismo blanco, etc…). En general, que esté enfocada en aumentar nuestra fuerza como clases sociales oprimidas.
Antes de terminar, para ilustrar mejor el concepto de estrategia política, podríamos tomar un supuesto práctico en el que, por un lado, los sindicatos mayoritarios pasen por un descrédito generalizado y vayan en decadencia por la pérdida de afiliaciones, de desencanto y desconfianza de la clase trabajadora, y su pérdida de capacidad de convocatoria; y por otro, el porcentaje de trabajadoras sindicadas sea relativamente bajo (alrededor del 10% vamos a suponer). Ante esta coyuntura en que una fuerza rival se esté debilitando, debemos aprovechar ese descrédito para llenar los huecos que han dejado. En este supuesto, sería acertado que los sindicatos de clase y alternativos se muestren como herramientas funcionales para la defensa de los intereses de la clase trabajadora, que fomente la participación de la afiliación y de simpatizantes, que sepa responder ágilmente ante la precariedad laboral, la temporalidad y la subcontratación en todos los sectores productivos, tanto desde la pequeña empresa como hasta la gran empresa y, sobre todo, que arranque victorias, aunque sean pequeñas, pero que las consigan, las mantentan y aspiren a otras mayores.
También podríamos escalar este supuesto práctico y llegar hasta la confluencia del movimiento obrero y el sindicalismo combativo con las luchas estudiantiles y las luchas por la vivienda digna así como con el movimiento okupa. Y otro supuesto práctico, ya dentro de los ámbitos libertarios, sería el aparcar en todo lo posible a un lado el enfrentamiento ideológico con otras tendencias políticas dentro de la izquierda y optar por salir de la marginalidad y superarles en fuerza real antes que las otras tendencias, lo que nos lleva a trabajar en el terreno social a través de la inserción en los movimientos sociales, responder ante los problemas sociales inmediatos e impulsar las luchas, para conseguir la necesaria base social que impulse realmente los movimientos populares y que éstos tengan un carácter lo más libertario posible, capaz de plantar cara al sistema capitalista a través de la creación de alternativas de confrontación.
En resumen, la estrategia política apunta a empujar mediante la creación de alternativas políticas que aspiren a superar el orden existente. La estrategia política además implica algo de astucia y mucha ambición, insertarnos en la realidad material, aprovechar las oportunidades que se nos presentan e intervenir o atacar, pero no atacar simbólicamente, sino de manera sistemática y planeada; tener constancia en nuestras actividades políticas y sociales, y no dejarlo todo a la improvisación; acumular las experiencias y no tener que empezar de cero; y no atacar a través de la fuerza bruta, sino con la fuerza emanada desde la autoorganización popular y su articulación política. En este sentido, la estrategia política es la que da contenido a la ofensiva.