Estas cartas dirigidas a Frederic Bastiat, un economista, originalmente aparecieron en un debate publicado en La Voz del Pueblo, en 1849. Componen tres artículos en total que no han sido traducidos al español: El Préstamo es un Servicio, El Origen del Precio de la Tierra y La Circulación del Capital, no el Propio Capital, genera el Progreso.
El Préstamo es un Servicio
Por un lado, es muy cierto, como tú has establecido incuestionablemente, que el préstamo es un servicio. Y como todo servicio, tiene un valor y, en consecuencia, tiene derecho por su naturaleza a una recompensa, lo que significa que el préstamo debería tener su precio o, hablando técnicamente, producir intereses. Pero también es verdad que el que tiende, bajo las condiciones ordinarias del prestamista profesional, no se priva a sí mismo del capital que es prestado. Él lo presta precisamente porque el préstamo no es una privación para él. Él lo presta porque no tiene uso que darle por sí mismo, siendo suficientemente previsto con el capital pero sin él, se presta, finalmente, como ninguno tiene la intención ni es capaz de hacerlo valioso para él personalmente,- porque si él debiese mantenerlo en sus propias manos, este capital estéril por naturaleza, permanecería estéril, mientras que, por su préstamo y el interés resultante, produce un beneficio que permite al capitalista vivir sin trabajar. Ahora, vivir sin trabajar es, en política como en economía moral, una proposición contradictoria, algo imposible.
El propietario que posee dos inmuebles, uno en Tours y otro en Orleans, y es obligado a fijar su residencia en uno de los que usa y en consecuencia abandona su residencia del otro ¿Puede este propietario reclamar que se priva de algo, porque su presencia no es ubicua como la de Dios? ¡Así decir que los que vivimos en Paris estamos privados de una residencia en Nueva York! Admite entonces que la privación del capitalista se parece a la del señor que ha perdido su esclavo, a la del príncipe expulsado por sus súbditos, a la del ladrón que intentando entrar a una casa encuentra al perro vigilando y los residentes en la ventana.
Ahora, con esta afirmación y esta negación diametralmente opuestas entre sí, ambos apoyados por argumentos de igual validez pero que, aunque no armonizados, no pueden destruir al otro, ¿Qué curso debemos seguir?
Tú persistes en tú afirmación y dices: “¿No quieres pagar mi interés? ¡Muy bien! Yo no quiero prestarte mi capital. Intenta trabajar sin capital.” Por otro lado, nosotros persistimos en nuestra negación y decimos: “No pagaremos tú interés porque el interés en economía social es una prima para la ociosidad, la causa principal de la miseria y la desigualdad de la riqueza.” Ninguno de los dos está dispuesto a ceder, llegamos a una paralización.
Este es el punto en que el socialismo toma la cuestión. Por un lado, la justicia conmutativa del interés; por otro, la imposibilidad orgánica, la inmoralidad del interés; y para decir la verdad de una vez, el socialismo no aspira a convertir ninguna de las partes -la Iglesia, que niega el interés, ni la economía política que lo apoya- especialmente si está convencido de que ambos tienen razón. Veamos ahora; como se analiza el problema y qué propone, qué es superior a los argumentos de los antiguos prestamistas, también de vital interés para ser digno de fe, y a las denuncias ineficaces pronunciada por los padres de la Iglesia.
Desde que la teoría de la usura finalmente ha prevalecido en cristianos como en paganos países, desde que la hipótesis o ficción de la productividad del capital ha llegado a ser un hecho práctico entre las naciones –déjanos aceptar esta ficción económica como hemos aceptado por 33 años la ficción constitucional y déjanos ver lo que resulta cuando se lleva a su final-. En lugar de limitarse a rechazar la idea como la Iglesia ha hecho, déjanos hacer una histórica y filosófica deducción y, desde que el mundo está más a la moda que nunca, déjanos seguir la evolución. Por otra parte, esta idea debe corresponder a la realidad, debe indicar alguna necesidad del espíritu mercantil. De lo contrario, las naciones nunca habrían sacrificado a ella sus más queridas y sagradas creencias.
Mira como el socialismo, enteramente convencido de la insuficiencia de la teoría económica así como de la doctrina eclesiástica, trata a su vez la cuestión de la usura. Primero se observa que el principio de productividad del capital no es respetuoso con las personas, no concede privilegios; se aplica a todos los capitalistas, independientemente del rango o dignidad. Ese que es legítimo para Peter es legítimo para Paul; ambos tienen el mismo derecho a la usura así como al trabajo. Cuando tú me prestas por interés el plano que has hecho para suavizar tus tablones, en mi turno, yo te presto la sierra que he hecho para cortar mi tabla, yo también tendré derecho a un interés.
El derecho al capital es igual para todos; en la proporción que prestan y piden, deben recibir y pagar interés. Esta es la primera consecuencia de tu teoría, que no podría ser una teoría, no es un derecho que se establece universal y recíproco. Supongamos que de todo el capital que use, ya sea en forma de la máquina o de la materia prima, la mitad es prestado por ti, también supongamos que todo el capital usado por tu mitad prestada por mí; está claro que los intereses que hay que pagar compensarán entre sí, y si cantidades iguales de capital son anticipadas, los intereses se cancelan mutuamente, el saldo será cero. En la sociedad, las cosas reales no son precisamente de esta manera. Los préstamos que los productores se hacen mutuamente no son siempre de igual cantidad, por ello los intereses que tienen que pagar son desiguales; de ahí la desigualdad de condiciones y fortunas.
Pero la cuestión es determinar si este equilibrio en el préstamo del capital, trabajo y habilidad y, en consecuencia, igualdad prestataria para todos los ciudadanos, perfectamente admisible en teoría, es capaz de realizarse en la práctica, incluso esta realización es acorde con las tendencias de la sociedad; final e incuestionablemente, ese no es el inevitable resultado de la propia teoría de la usura. Ahora, esto es lo que el socialismo afirma, ahora esto es lo que ha llevado a un entendimiento de sí mismo, el socialismo que ya no se distingue de la economía científica, estudiado de una vez a la luz de su experiencia acumulada y en el poder de sus deducciones. De hecho, ¿Qué hace la historia de la civilización, la historia de la política económica, hablarnos sobre estas grandes cuestiones de interés? Esto nos dice que la prestataria mutua del capital, material o inmaterial, tiende más y más hacia el equilibrio, debido a las diversas causas enumeradas a continuación, que ni el economista más conservador puede discrepar:
- La división del trabajo o la separación de industrias que, Infinitamente multiplicando ambas herramientas y materia prima, multiplica en la misma proporción los préstamos del capital.
- La acumulación de capital, una acumulación que resulta de la diversidad de industrias, produciendo entre los capitalistas una competición similar a la de los comerciantes y en consecuencia, efectuando gradualmente una disminución de la renta del capital, una reducción del precio del interés.
- El continuo aumento de poder de la circulación que el capital adquiere a través del uso de la especie y de las letras de cambio.
- Finalmente, la seguridad pública.
Tales son las causas generales que, por siglos han desarrollado entre los productores una reciprocidad de deudas tendiendo más y más al equilibrio y consecuentemente a más y más incluso al equilibrio de intereses, a una continua disminución del precio del capital. Estos factores no pueden ser negados, tú mismo lo admites; sólo le confundes su principio y significado, dando el capital del crédito por los progresos realizados en el ámbito de la industria y la riqueza, mientras que este avance es causado no por el capital, sino por la circulación del capital. Los hechos se analizan y clasifican de este modo el socialismo se pregunta si, con el fin de lograr este equilibrio de crédito y los ingresos, no es posible actuar directamente, no en el capital, si no en la circulación; si no es posible organizar esta circulación como para inaugurar de una vez entre capitalistas y productores(dos nuevas clases hostiles pero teóricamente idénticas) una equivalencia de préstamos o de igualdad de fortuna. Para esta cuestión el socialismo responde: sí, es posible, y de varias maneras.
Supongamos, para limitarnos a las actuales condiciones de crédito, que las operaciones que son llevadas sobre todo a través de la intervención de la especie; supongamos que todos los productores de la república, siendo más de diez millones, se tasan cada uno a un precio de sólo el 1% de su capital. Este precio, tanto real como personal, ascendería a más de mil millones de francos. Supongamos que con medio de este impuesto se fundó un banco en competición con el Banco de Francia, descontando y dando crédito de las hipotecas a tarifa de 0.5%. Es evidente en primer lugar que la tarifa de descuento en papel comercial, la tasa de los préstamos sobre hipotecas, el dividendo del capital invertido, etc, siendo 0.5% el capital efectivo en mano de todos los usureros y prestamistas caería inmediatamente en la esterilidad absoluta; el interés sería cero y el crédito gratuito.
Si el crédito comercial y el que en base a las hipotecas-en otras palabras, si el capital cuya función exclusiva es circular- fuera gratuito, el capital de casa de pronto se convertiría en casas y no seguiría siendo capital; serían mercancías, citado en el mercado como el brandy y el queso, y alquilado o vendido a su coste. Si las casas, como el dinero, fuesen gratuitas- es decir, si su uso fuese pagado como un intercambio, y no como un préstamo- la tierra no tardaría en llegar a ser gratuita también; entonces si el alquiler de granja, en vez de ser pagado a un propietario que no cultiva, sería la compensación por la diferencia entre los productos de superior e inferior(calidad de) suelo o ya no existiría, en realidad, ya sea inquilinos o propietarios, sólo habría labradores y viticultores, así como hay carpinteros y maquinistas.
¿Quiere una prueba más de la posibilidad de hacer todo el capital gratuito por el desarrollo de las instituciones económicas? Supongamos que en lugar de nuestro sistema de impuestos, tan complejo, tan pesado, tan molesto, que hemos heredado de la nobleza feudal, Se debería establecer un impuesto único, no en producción, circulación, consumo, hospedaje, etc, pero de acuerdo con las exigencias de la justicia y los dictados de la ciencia económica, en el capital neto de cada individuo. El capitalista, perdiendo por los impuestos tanto o más de lo que gana por arriendos y por los intereses, estaría obligado ya sea para utilizar su propiedad, a sí mismo o para venderlo; el equilibrio económico sería establecido de nuevo por esta intervención sencilla y además inevitable para departamento de tesorería. Esta es la teoría socialista del capital y el interés.
No sólo afirmamos, de acuerdo con esta teoría (que, por cierto, tenemos en común con los economistas) y en la fuerza de nuestra creencia en el desarrollo industrial, que tal es la tendencia y la importancia de los préstamos a interés; podemos probar, por los resultados destructivos de la economía y por una demostración de las causas de la pobreza que esta tendencia es innecesaria y la aniquilación de la usura, inevitable. De hecho, la rente, la recompensa del capital; los intereses sobre el dinero; la usura que constituye, como se ha dicho, una parte integral del precio de los productos, y esta usura no es la mismo para todos, por consiguiente el precio de los productos, compuesto como está por los salarios e intereses, no puede ser pagado por quienes sólo tienen sus salarios y ningún interés con que pagar; de modo que por la existencia de la usura el trabajo está condenado a la ociosidad y el capital a la quiebra.
Este argumento, uno de la clase que los matemáticos llaman de reducción al absurdo, mostrando la imposibilidad orgánica de préstamos a interés, se ha repetido cientos de veces por el socialismo. ¿Por qué los economistas no lo notan? ¿Realmente deseas refutar las ideas del socialismo sobre la cuestión del interés? Escucha pues las preguntas que debes responder:
- ¿Es cierto que, aunque el préstamo de capitales, cuando se ve objetivamente, es un servicio que tiene su valor, y que por lo tanto debe ser pagado este préstamo; cuando se ve subjetivamente, no implica un sacrificio real por parte de los capitalistas y por consiguiente, no establece el derecho a fijar un precio en él?
- ¿Es cierto que la usura para ser inobjetable debe ser igual que la tendencia de la sociedad es hacia este ecualización, por lo que la usura será totalmente legítima sólo cuando se ha vuelto igual para todos, es decir, que no existe?
- ¿Es cierto que un banco nacional, dando crédito y descuento gratis puede ser una posible institución?
- ¿Es cierto que los efectos de la gratuidad del crédito y el descuento, así como de los impuestos cuando son simplificados y restaurados a su forma verdadera, sería la abolición de la renta de bienes inmuebles, así como de los intereses sobre el dinero?
- ¿Es cierto que el viejo sistema es una contradicción y una imposibilidad matemática?
- ¿Es cierto que la economía política después de haber pasado por varios miles de años se opuso a la vista de la usura en poder de la teología, la filosofía y la legislación, debido, por la aplicación de sus propios principios, a la misma conclusión?
- ¿Es cierto, por último, que la usura ha sido como una institución providencial, simplemente un instrumento de igualdad y progreso, al igual que en el ámbito político la monarquía absoluta era un instrumento de la libertad y el progreso y como en el ámbito judicial la prueba de agua en ebullición, el duelo y el potro eran a su vez los instrumentos de la convicción y el progreso?
Estos son los puntos que nuestros oponentes están obligados a examinar ante nosotros cargando con la debilidad científica e intelectual. Éstos, señor Bastiat, son los puntos en los que sus futuros argumentos se deben convertir, si usted los desea para producir un resultado definido. La pregunta se indica de forma clara y categórica: nos permite creer que después de haberlo examinado se percibe que hay algo en el Socialismo del siglo XIX que está más allá del alcance de su economía política anticuada.