“El único anarquista coherente es el anarquista muerto”
¿Cuántas veces nos hemos encontrado con apelaciones a la coherencia como justificación a casi todo? A falta de argumentos, qué mejor que apelar a la coherencia como último recurso para negar la realidad y así utilizarla como arma arrojadiza para descalificar y para quitar carnets de anarquista, porque resulta que para ciertas personas, la realidad es la que se tiene que adaptar a los sacrosantos principios y ser coherentes con ellos, cuando en la práctica sucede todo lo contrario y eso lo dijo un compañero, que cuando la realidad choca con los principios, son los principios los que se rompen. El exigir coherencia acaba llegando al absurdo de las cosas, lo que finalmente terminaríamos en la cita que abre este artículo. ¿Y por qué es un lastre? Veamos algunos ejemplos.
Todas conoceréis Rojava y el movimiento de liberación kurdo, y a muchas os fascinarán las guerrillas con sus fusiles y aplaudiréis las victorias sobre el Estado Islámico. Ahora bien, resulta que si queremos aplicarles el cuento de la coherencia, nos daríamos con que las armas entran de contrabando a través de Iraq, que llevan un programa ecologista pero utilizan gasoil, se desplazan en vehículos motorizados, y que tienen pozos petrolíferos o que se alían con toda fuerza armada que comparta objetivos tácticos como las FSA, que ideológicamente no tienen nada que ver con el confederalismo democrático. ¿Qué pasaría? Si les queremos aplicar ese cuento, tendrían que luchar con piedras y palos, y como mucho, con arcos y flechas. Madre mía, tendrían que ser semidioses para poder vencer al ISIS con ese armamento desfasado… Luego, el petróleo. Resulta que en Rojava no hay mucho bosque, ni tampoco tienen minas de sicilio para hacer paneles solares ni pueden importar aerogeneradores porque sufren un embargo por todos los lados. Además, les sale muy barato el gasoil, pero claro, igual para ser coherentes tendrían que llevar ametralladoras montadas en triciclos o carros tirados por caballos. Dentro de la guerrilla ni os cuento: hay rangos y disciplina, cosa que a muchas anarquistas les chirriarían. Eso sí, es muy diferente a la de los ejércitos convencionales puesto que existe un gran compañerismo y tienen momentos para hacer terapias de grupo. ¡Ay!, luego las alianzas, ¡menudo marrón! Lo suyo sería que combatieran solas y sin apoyos de nadie, veremos así cuánto aguantan (nota importante: no son vascos).
Sin ir tan lejos, dos cosas que me hacen gracia son que se alardee mucho de la acción directa en los conflictos laborales y el anarcosindicalismo que predica esa vía, cuando prácticamente todos los conflictos laborales tienen que pasar por la vía legal, empezando por poner una denuncia en Inspección de Trabajo, porque con solo piquetes es casi imposible ganar un conflicto, a no ser que el sindicato tenga tanta fuerza que imponga a la dirección de la empresa las demandas de su plantilla, pero no, se tiene que negociar y en las mesas presentar tablas reivindicativas, pedir que cumplan convenios, etc. Luego de allí salen las críticas a los y las abogadas y toda esa parafernalia pseudorrevolucionaria del legalismo. Porque vaya, si no fueran por esas abogadas, una buena parte de trabajadoras estarían en la calle, así como que en el tema antirrepresivo caerían muchas más activistas encarceladas o ahogadas a multas. Sí, muy legalista todo e incoherente, pero pasa que en la realidad nuestra legitimidad apenas tiene fuerza para imponerse a su legalidad, y hay que saber jugar con las cartas que te dan. Hablando de legalismo, me suena ridículo que las acciones ilegales sean vistas como más radicales, como robar en supermercados, atracar bancos, defraudar a Hacienda, plantar maría, trapichear con drogas, matar personas, maltratar animales y hacer todas esas cosas que subviertan la ley es ¿radical? y por tanto, ¿un anarquista tiene que hacer acciones ilegales para serlo de verdad? ¿Qué tiene de revolucionario eso si nada más sirve para que te cojan y te pudras en la cárcel sin alterar realmente un ápice del statu quo?
La asambleitis es otro vicio más que se lleva en el mundillo anarquista, pues hay veces que se confunden las asambleas con reuniones, tertulias y debates, y entonces hacen de un órgano para la toma de decisiones algo completamente inoperante donde las horas pasan a ser completamente improductivas para debatir nimiedades, terminando al final con todas cansadas de estar sentadas para hablar del sexo de los ángeles en vez de sacar adelante decisiones importantes. ¿Todo se tiene que pasar por la asamblea por que si no, no es anarquista? Pues no. Si hay cosas importantes, se tendrán que implementar. Cuestión de agilidad. Y por supuesto, si para algo se hace la asamblea es para tomar decisiones de manera horizontal, y no para perderse en debates estériles.
Otro ejemplo que puede tocar la moral es el antiespecismo, que si bien sus planteamientos éticos son acordes al anarquismo, hay veces que se llega hasta el absurdo, como el caso de los conflictos de ganaderos y pescadores locales en Galicia, pretendiendo que dejasen su “oficio” y se mueran en la miseria. Pero vaya, resultaría entonces que la carne, la leche y el pescado vendrían importados de otros países, o llegarían multinacionaes a construir macrocomplejos industriales ganaderos y pesqueros que agravarían mucho más la situación, poniendo a los ganaderos y pescadores locales a trabajar como esclavos en esas nuevas industrias. ¿Se acabaría la explotación animal? No, se desplazaría. Hace tiempo, en el encuentro internacional de anarquistas en Saint Imier en 2012, hubo un grupo de gente vegana que bloquearon las barbacoas y las comidas carnacas que montaron otras personas causando casi enfrentamientos. ¿Eso ayudaba a que el veganismo sea bien visto? ¿Activismo por los animales? Y no digamos la penosa movida que hubo por las redes cuando la FAGC puso una foto de una cabrita y un huertito y lo llamó “granjita”: que si están explotando a los animales ahí metidos, que si tienen que revisarse los privilegios por comer carne… Si desde el antiespecismo se hace este tipo de pantomimas es normal que la gente se burle y le tenga ascos al veganismo, porque se aleja de la realidad en vez de insertarse en movimientos afines como los movimientos ecologistas, territoriales, por la soberanía alimentaria de los pueblos y que se preocupen por los lobos, los buitres y los linces, que son fauna autóctona que está siendo amenazada en este país.
El tema de las drogas siempre está a la orden del día por estos lares, sobre todo salta esta cuestión cuando se hacen fiestas para conseguir algo de financiación. Obviamente no hablo de pasar coca y drogas duras, sino de alcohol como cervezas. Han habido experiencias de que en las fiestas sin alcohol, la gente se la traía de fuera o directamente no vendían, o al terminar las fiestas, la gente termina yendo a otros sitios de birreo, así que mucho efecto no tendrán. Hay una consigna que se repite mucho en cuanto a estos temas es que el consumo de cualquier tipo de droga desactiva la lucha. En parte es cierto y en parte no. Es cierto a nivel estructural, y el más conocido fue la guerra del opio, el cual acabó con la resistencia china ante el imperialismo británico. Para casos más recientes, podemos hablar de la introducción de drogas como la heroína, la coca o similares en barrios obreros conflictivos, que por un lado, destruye el tejido social y por otro, sirve de justificación para aumentar el control social en el barrio. Pero no es realmente cierto a nivel individual, salvo excepciones. Muchas activistas militantes fuman y/o beben, pero no por ello son menos luchadoras que quienes no lo hacen, es más, hay quienes son abstemias y no pegan un palo al agua, y hay quienes están en casi todas las movidas y tienen cierta formación política y militante pero beben y/o fuman. Desde luego, sería mucho más productivo fomentar las excursiones a la naturaleza, el deporte y otras formas de vida sana como alternativas al consumo de drogas, que increpar al entorno cercano por beberse una cerveza.
Hablando de la FAGC, si nos pasáramos por la Comunidad La Esperanza, un edificio okupado en el cual viven unas 200 personas, las abanderadas de la coherencia se tiraría de los pelos y se darían cabezazos contra la pared viendo que son lo que habitualmente consideramos “desclasadas”, que en su mayoría son personas que no saben quién es Malatesta, Kropotkin o cualquier otro anarquista destacado, ni qué es el anarquismo, el veganismo y el transfeminismo, ni escucharán rap social ni punk ni música alternativa. Posiblemente reproducirán actitudes machistas y racistas, pero eso sí, a pesar de esas múltiples imperfecciones que contradicen al modelo de anarquista perfecto, saben qué significa la solidaridad, la autogestión, la autoorganización, el apoyo mutuo e incluso me atrevería a añadir la pedagogía para trabajarse esas actitudes tóxicas, cosa que lo han vivido en primera persona, pero que quienes tienen el privilegio de ser mantenidas por sus padres no saben lo que es criticar desde una posición en que se tiene tres platos de comida al día y techo hacia personas que acaban de salir de la miseria gracias al trabajo que hace la FAGC. Críticas que son vertidas desde una “libertad” pequeñoburguesa y privilegiada que no tiene nada de socialismo como dijo Bakunin.
La conclusión para quienes quieran aplicar a rajatabla la coherencia anarquista es que no tratéis de hacer cosas útiles como la inserción social, la formación de cuadros para generar discurso y el trabajo de base tratando de dar respuestas en lo inmediato y arrancar pequeñas victorias en los movimientos populares porque sino, seréis incoherentes que se sancionarán con retirada definitiva del carnet de anarquista. Lo suyo sería hacer asambleas interminables, ser 100% abstemia, vegana, no trabajar y qué se yo, el modelo perfecto de anarquista y no un desclasado contento de ser un esclavo asalariado. Mejor predicar en el desierto tratando de que el contexto se adapte a tu discurso en vez de generar discurso a partir de la coyuntura que tenemos delante.
No obstante, la conclusión real que saco de este tema es que la coherencia realmente es un verdadero lastre en un mundo lleno de contradicciones, y sobre todo es una losa que pesa a la hora de la praxis. Estos problemas hacen del anarquismo una ridiculez utópica sin propuestas reales para la transformación social basada en una suerte de práctica religiosa y espiritual por la pureza y la perfección, cuya causa principal es porque se toma el anarquismo como un estilo de vida —ese anarquismo que hace que cada cual quiera vivir del anarquismo y llega hasta el extremo del cada anarquista es un mundo, que no es más que la asimilación de los valores individualistas del neoliberalismo— en vez de una tendencia política transformadora, que es como nació y por lo que pretendemos recuperar esta línea: el de la de transformación social que persiga el socialismo libertario como fin y utilce los medios más acertados en cada coyuntura para lograrlo, como es el de tener un proyecto de mayorías que va unido a una estrategia de poder popular basada en la inserción social.