Una vez vi un capítulo del programa de La Sexta denominado “Equipo de Investigación” sobre un mecánico que robaba coches de alta gama y los vendía una vez legalizados. Obviamente, esto no lo pudo hacer solo, sino que tenía unas redes de cómplices para abrir garajes, pasar la ITV e incluso pasarlos a la frontera por Marruecos. Esto me hizo plantearme muchas cosas. Así por ejemplo, el mecánico tenía algún cómplice infiltrado como trabajador en una estación concreta de ITV para legalizar los coches robados y que su dueño no lo haya podido recuperar.
El crimen organizado no tiene nada de revolucionario de por sí. No obstante, llama la atención su desafío a la legalidad con muchas artimañas ingeniosas y las complicidades y redes clandestinas que se crean. Entonces me pregunto, ¿por qué no aprender de las maniobras del crimen organizado para no tener que estar esquivando los golpes?
Antes, miremos por un momento a la ultraderecha. Al margen del garrulismo, los nazis y fascistas se infiltran en los cuerpos de seguridad del Estado, tanto en la policía como en las fuerzas armadas. Incluso probablemente tengan miembros en la Justicia. Si a esto le sumamos que también están en consejos de administración de empresas y tienen partidos políticos, no nos deberíamos sorprender mucho de la impunidad en sus actuaciones, como aquel caso ejemplar de la absolución “por falta de pruebas” a unos nazis a quienes se les incautaron pistolas, fusiles de asalto y bazookas.
Mirando en el mundillo libertario, un caso que me viene a la cabeza es el de Lucio Urtubia, un albañil que durante el franquismo se dedicó a falsificar documentos como DNIs y pasaportes para quienes cruzaran la frontera con Francia clandestinamente. Luego, se dedicó a falsificar cheques bancarios que puso en jaque uno de los mayores bancos del mundo. No lo hizo solo, claro, sino que tuvo sus redes de imprentas clandestinas y cómplices. También en el movimiento obrero del siglo XX, se realizaban expropiaciones bancarias para financiar huelgas, comprar armas o lo que fuere.
De todo se puede sacar algo, y precisamente del crimen organizado sería interesante aprender de ciertas artimañas: a infiltrar gente de nuestra tendencia en sectores clave en donde pensamos que sería una importante ayuda como es por ejemplo, en la Justicia, en la policía, en las cárceles como funcionarios de prisión, en las administraciones públicas, en las ITV, etc. Y a tener redes clientelares para conseguir financiación sin tener que estar continuamente haciendo fiestas, comedores y conciertos.
Sin embargo, ni las redes clandestinas del crimen organizado ni el ilegalismo tendrían sentido si no se ponen al servicio de un proyecto político serio, es decir, bien estructurado con organizaciones políticas que marquen tendencia, con estrategias, presencia en todos los frentes… y se materialice en un movimiento popular amplio. Entonces sí sería necesario poner ese lado oscuro a trabajar para facilitar el avance de tal proyecto político y de nuestro movimiento. Porque, ¿quién dice que no sería útil tener infiltrados como funcionarios de prisión que den tratos de favor a nuestras presas? ¿O las absoluciones a encausadas por la lucha social? ¿O financiar huelgas, medios de comunicación afines, fondos para pagar fianzas y multas, etc, con fondos malversados y estafas o expropiaciones a entidades bancarias a parte de las aportaciones solicarias? Y quién sabe si tendríamos que infiltrar militantes en el Ejército para conseguir armas cuando las circunstancias lo requieran. Todo esto puede parecer una flipada, pero si hay que jugar sucio, se juega sucio, eso sí, contra nuestros enemigos y aprovechar todos los huecos posibles para facilitar la acumulación de fuerzas en nuestro favor. Hay que tener en cuenta en todo momento que funcionar como el crimen organizado debe ser un medio para lograr ciertos objetivos, o sea, cuando en el crecimiento de nuestro proyecto político tengamos que recurrir a ello y se haya decidido optar por tácticas de ese tipo como parte de una estrategia del poder popular previo a una fase de guerra popular. Pero por ahora, cuando el proyecto aún está en desarrollo y todavía no somos movimiento, ni pensarlo.
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