En los últimos meses, el flujo de personas que intentan llegar a la Unión Europea sin los papeles exigidos por las autoridades ha alcanzado cantidades enormes. El tema ha conseguido una creciente visibilidad mediática a base de acumular naufragios en el Mediterráneo oriental y en el mar Egeo, así como de traer –y en abundancia– a la UE imágenes especialmente duras de personas agolpadas en masa en las fronteras macedonias y húngaras, flotando a la deriva o muertas al naufragar. Esta situación ha provocado un cierto revuelo, inusual, que, en la región española, ha propiciado que sectores de la población presionaran a los ayuntamientos de sus municipios en favor del derecho de asilo, lo que ha permitido a su vez a estos presionar al gobierno central en este sentido y llevar el tema a las portadas de los periódicos. Todo ello mientras, en el caso concreto de Madrid, se convocaban asambleas la primera y segunda semana de septiembre donde la población intentaba movilizarse en lo explícitamente político y preparar la acogida en un sentido más material.
A pesar de lo inmediato que pueda resultar, la asistencia a esas dos asambleas y a la manifestación del sábado 12 nos empuja a unas cuantas observaciones, que pretenden ser rápidas, pero no apresuradas.
1) Se constató que había una gran vocación de organizarse y movilizarse por el derecho a la libre migración, sin entrar en debates tramposos sobre quién es migrante y quién exiliada… pese a lo cual hubo voces en todo momento, y siguen ahí, que quisieron marcar esa diferencia, entendiendo que las instituciones están mucho más comprometidas con las refugiadas por factores como la legalidad internacional y que la presión será mucho más eficaz si se trata de evitar que las refugiadas sean devueltas a sus países, internadas en CIEs o algo así. Entendemos que esto obvia el agravio comparativo que supone para quienes todavía hoy huyen del hambre, la miseria o, simplemente, la precariedad –y seguirán haciéndolo– y para quienes ya han llegado aquí y, en muchos casos, llevan adelante su propia lucha contra CIEs, abusos policiales y demás y/o se integran en aquellas luchas de nuestra clase aquí y ahora que no entienden de orígenes geográficos, administrativos ni étnicos.
2) Dada esta fijación con las refugiadas en general y con las sirias en particular, cuando se intenta señalar la hipocresía de la UE se olvida el caso libio (no menos crucial y donde las autoridades españolas se mancharon más las manos), las inquietantes relaciones de nuestra clase dirigente con la de estados que no están siendo muy cuestionados y también son clave en el tema (por ejemplo, Marruecos) y se intenta hacer un análisis maniqueo de más de cuatro años de guerra civil en aquel país del Mediterráneo asiático. Es insultante y además aburrido tener que escuchar, todavía en septiembre de 2015, que lo que hay en Siria es «una revolución donde 200.000 personas han sido masacradas por el régimen de Bashshar Al-Asad» –cosa que hoy día no dice ni la oposición siria más deshonesta– o, al contrario, como dijo cierto dinosaurio del PCE que nos honró con su presencia y la de un grupo de palmeros y palmeras (sobre todo para repetir lo que ya había dicho un interviniente anterior), que lo que hay en Siria son sólo «grupos terroristas financiados por Occidente» y punto. No obstante lo cual, algún tipo de visión política de las causas de la emigración es necesaria, no sólo para entender la situación, sino para presionar a quienes en nombre nuestro siembran hoy las crisis que nos traerán las oleadas de personas (exiliadas o migrantes, poco importa) del mañana.
3) La asociación que las convocó (Asociación Sin Papeles Madrid) tuvo la apertura y generosidad de convocarlas como asambleas abiertas. Una idea tan bienintencionada, por otra parte, fue de la mano de una falta de dinamización casi total, lo que condujo a una esterilidad ya conocida en el asamblearismo: personas que se extienden demasiado, otras que intervienen sin siquiera tener algo que aportar, otras que consumen muchos más turnos de palabra que ninguna otra persona, una primera asamblea convocada sin propósito claro ni orden del día (ni siquiera aproximado), más de cien personas intentando oírse en una plaza de Lavapiés sin megáfono (en el caso de la primera asamblea; alguien, a título personal, llevó uno a la segunda), ningún tipo de recordatorio a las intervinientes sobre estos u otros aspectos fundamentales, …
4) Se habló de apoyo material para las refugiadas que vengan, tanto mantas, ropa, comida y similares, como espacios donde puedan vivir de manera más transitoria o más a medio o largo plazo. ¿Por qué se enfoca así? Apenas hubo alguna intervención para recordar que ya existen iniciativas de clase como las RSPs y otros bancos de alimentos, los grupos de apoyo muto o las asambleas de vivienda y PAHs donde participamos juntas inmigrantes y nativas (venidas, por lo general, de la migración interna, por otra parte), ¿cómo se explica? Ese afán por doblar esfuerzos innecesariamente es incomprensible, además de servir de munición a esa extrema derecha que nos imagina más preocupadas por las nacidas fuera que por las nacidas aquí.
5) Por último, es verdad que esta reacción es una buena noticia. La falta de reacción que ha habido hasta ahora era indignante y, no obstante, la reacción en contra parece apoyarse en prejuicios, como que estos náufragos (mayoritariamente árabes, kurdos, etc.) nos preocupen más que los más habituales náufragos negros o que el que puedan estar a merced de policías de Europa del este y central (con los tópicos heredados de la Guerra fría en el imaginario colectivo) nos preocupe más que la suerte de quienes se las ven con la Guardia Civil, Carabinieri, etc. La geopolítica europea, donde a nadie le gusta el actual gobierno nacionalista húngaro, también parece haber ayudado a favor de la preocupación por las refugiadas. No obstante, por los factores superficiales mencionados y por nuestro propio funcionamiento como masa, existe un claro riesgo de que esta movilización se convierta en una moda y decaiga rápidamente (quizá antes de que lleguen la mayor parte de refugiadas, incluso) y, visto el perfil de las movilizadas en Madrid, una moda casi circunscrita a quienes ya participamos en otras iniciativas. La invisibilidad de que han sido objeto hasta ahora las exiliadas colombianas (incluso comparadas con las que ahora vuelven allí desde Venezuela) o las 260.000 huidas de Ucrania –en plena Europa– en menos de dos años da ejemplos bastante elocuentes.