Antecedentes
Hace tiempo, durante un desahucio, entablamos contacto con los vecinos de un bloque de 16 viviendas que sobrevivian en condiciones lamentables en el barrio gran canario de La Isleta. La mayoría eran migrantes, sin ingresos regulares y en una situación legal delicada. Esto les convertía en víctimas perfectas para especuladores inmobiliarios. Vivían de alquiler, pero la mayoría sin contrato o con contratos que vamos a definir simplemente como irregulares. Las condiciones de insalubridad eran insoportables y el alquiler de 350€ no se correspondía con los 25 m² de cada vivienda. A las plagas de insectos y roedores se sumaba el mal estado general de las viviendas. Examinando el inmueble descubrimos ademas que el arrendador tenía pinchada la luz. Convocamos una asamblea y le propusimos a los vecinos que presionaran al propietario con denunciar sus chanchullos, hacer pública la situación del inmueble y que aprovecharan también la circunstancia de que la mayoría no podían pagar ya la renta (muchos debían varias mensualidades), o en breve se verían en esa situación, para inciar una huelga de alquileres hasta que se arreglaran sus condiciones habitacionales. Honestamente, muchos vecinos, por su situación, tuvieron miedo y la propuesta quedó en suspenso hasta esperar futuros acontecimientos. El contacto se había perdido, hasta hace poco…
El conflicto
Hace poco un vecino volvió a ponerse en contacto con nosotros. Nos informó de que el propietario quería traspasar el edificio entero a una inmobiliaria que había ido haciéndose con varías casas según los inquilinos se habían ido marchando superados por la situación. El hostigamiento era total, la higiene del inmueble (sospechan ellos que deliberadamente deteriorada) era ya un riesgo para la salubridad y los precios del alquiler cambiaban a voluntad del casero, siendo los arrendatarios cada vez más incapaces de hacer frente al pago. El propietario les comunicó que se fueran voluntariamente el 1 de enero o que los denunciaría por su situación irregular, y a los que no entraran en esa categoría, al carecer de contrato, simplemente los acusaría de ser okupas y los echarían con un desahucio por precario. Fue precisamente esta situación desesperada la que provocó que un vecino recordara nuestro antiguo ofrecimiento y se decidiera a llamarnos…
El desenlace
Convocamos varias reuniones y en la última se decidió por fin pasar a la acción. Aquellos que pudieran usar la vía legal denunciarían por su cuenta, pero la situación irregular de la mayoría les retraía de esta opción. El resto usaría una estrategia inequivocamente más directa: convocar a los medios de comunicación (preservando la identidad de los vecinos perseguidos simplemente por su lugar de nacimiento), boicoteo, escraches y principalmente una huelga de alquileres (negarse a pagar hasta que se aceptaran sus demandas). Esto se decidió pero no hizo falta llevarlo acabo… Informado el propietario de nuestras intenciones optó por ceder antes de verse envuelto en un conflicto mayor.
Finalmente ha aceptado establecer un acuerdo contractual formal, sufragar el saneamiento del edificio, rebajar los alquileres y renunciar a exigir los atrasos.
Conclusiones
Lo conseguido demuestra el pontencial que encierra la vía de la confrontación directa y nos ha permitido ejercitar la preparación de una herramienta revolucionaria que creemos no se da en el Estado español desde los años 30: la huelga de alquileres. Esta es una herramienta que no debe subestimarse. La posibilidad de un impago generalizado puede ser, como en este caso, suficiente por sí sola para lograr que se satisfagan nuestras demandas. En caso de que se produzca, entraña un conflicto de grandes proporciones pues supone el desalojo de cada una de las familias afectadas y esto supone, si hay un grado de implicación aceptable, la movilización de un barrio y de varios entornos familiares. Esto obliga a crear lazos de solidaridad y resistencia. Supone finalmente un conflicto directo con las instituciones políticas y económicas: de la policía y la judicatura a los bancos y las inmobiliarias.
Además hemos vuelto a corroborar la fuerza que tiene la presión y como es imposible alcanzar aunque sólo sean unos objetivos mínimos si no se planta batalla. No es la lucha social terreno para las palabras bonitas y las buenas intenciones. La necesidad de enseñar los colmillos marca el terreno.
Consideramos no obstante que es un éxito parcial. Nuestro objetivo no es conseguir una rebaja general de los alquileres ni hacer más tolerable una vida miserable bajo el abusivo sistema capitalista. Pretenderlo supondría conformarse con lo mínimo, estancarse en el status quo, intentar curar al Sistema cuando no hay más opción que enterrarlo. Pero además de todo eso supondría también, y esto es algo que no debemos ignorar, que nos estaríamos olvidando de los más pobres, de los que ni siquiera podrían pagar un alquiler rebajado. Nuestro objetivo pasa, por tanto, por la liquidación de los alquileres, la supresión unilateral de las deudas hipotecarias y la gestión de la vivienda por vía directamente popular. Mientras tanto seguiremos presionando, porque experiencias como esta nos demuestran que no podemos desdeñar el aforismo que acuñó Sun Tzu en El Arte de la Guerra: “la mejor victoria es aquella en la que se derrota al enemigo sin necesidad si quiera de combatir”.
FAGC