Llevamos ya mucho tiempo oyendo hablar y leyendo sobre universidades que se venden. Algunos ejemplos muy evidentes son el consejo “social” de la UAM, un grupo de representantes de distintas empresas que tienen, literalmente, la competencia de la supervisión de las actividades de carácter económico de la universidad y del rendimiento de sus servicios, así como la aprobación del presupuesto y la programación plurianual de la universidad, a propuesta del Consejo de Gobierno. Es decir, estos señores tan majos tienen la potestad para decir en qué invierte la universidad, al tiempo que como “representantes de la sociedad” son quienes dicen qué interesa investigar y qué no con los presupuestos existentes. Si ya es un insulto a nuestro sentido común que la dirección económica de una institución “pública” sea llevada por empresas, no podemos ignorar las cátedras de patrocinio que esta misma universidad mantiene con empresas como IBM, Fujitsu, ASISA… En este ámbito, la UCM no se queda corta, ya que tiene un departamento que sin ningún disimulo se llama Departamento de Comercialización e investigación de mercados, cuya función es similar. Hace pocas semanas, este departamento vendió a diferentes empresas varias cátedras dándoles potestad para contratar a sus propios profesores de forma privada y ofertar algunas asignaturas optativas.
Hasta aquí podemos ver que lo que se estudia realmente no es un conocimiento neutral de la realidad, sino una información que ha pasado el filtro de resultar de interés de las grandes empresas. Venimos orientados a tener un puesto de trabajo (si es que lo conseguimos) que resulte productivo para el capital. No necesitamos saber nada que salga de estos intereses. Consecuentemente se mejora la calidad de los estudios ingenieriles y empresariales mientras estudios humanísticos y de artes se degradan y en algunos casos incluso desaparecen. No necesitamos saber quién fue Arnold Schönberg para formar parte de un producto fácil de comercializar y que produzca grandes beneficios a nuestros dueños.
Pero las universidades españolas no sólo sirven a la explotación de esa forma.
Un caso en el que me apetece centrarme es el Foro de Empleo que se celebra cada año en la UAM. Todos los años, durante una semana, la facultad de ciencias económicas y la escuela politécnica superior (que además de ser las más productivas para el capital, son, tradicionalmente, las más reaccionarias) se convierten en un expositor en el que distintas empresas nos traen stands con trípticos y panfletos donde te cuentan lo interesante que es su proyecto para la sociedad, y lo bueno que sería trabajar para ellos, porque, por supuesto, tienes amplias posibilidades de crecimiento personal y profesional, ya que tienen el puesto perfecto para tu titulación e intereses. Traen también charlas y talleres en las que te enseñan a rellenar currículos y en las que puedes escuchar durante toda la mañana a responsables de relaciones humanas de distintas entidades contándote lo estupendo que es ser explotado, y convenciéndote de que el conocimiento en sí mismo no te servirá para tener una vida plena. Para ello necesitas que ellos te hagan un contrato de mierda. Que dediques todo tu conocimiento y fuerza juvenil en la empresa por un sueldo miserable. Y que cuando esos conocimientos estén obsoletos, o simplemente dejes de ser rentable, seas tan desechable como una servilleta de papel.
Pero claro, eso es lo que tiene que ocurrir, ¿no?
Porque ya no es solo tu madre la que te dice que busques un trabajo en una empresa estable. Ya no sólo el cine te dice que para ser feliz debes buscar un empleo y una novia a la que mantener con él (no es necesario explicar además el machismo que transmite esta imagen). Ahora es la propia universidad, Necrópolis del Conocimiento, la que te conduce a que seas empleable, a que tengas iniciativas que hagan crecer el capital del empresario para el que trabajas (tu empresa, jé). Es esa misma universidad que ha regalado su independencia del mercado si es que alguna vez la tuvo, la que te anima a regalarte a tí mismo. Que tu puesto de trabajo no sea de lo que vives, sino tu meta en la vida, la forma de conseguir la felicidad siendo productivo para alguien.