James acababa de entrar en su despacho con su taza de café en mano y se quedó frente a la ventana viendo las vistas de una soleada mañana sobre la ciudad. Era martes, un día bastante tranquilo. James era jefe de Recursos Humanos de una mediana empresa de fabricación de parkímetros. Hombre de mediana edad proveniente de familia rica, consiguió el puesto gracias a un contacto de su madre. Aborrece su trabajo, pues tocarse los huevos a manos llenas casi todos los días en la oficina no es que sea muy divertido, pero tampoco quería perder su posición. Entonces entra Morgan, el director general a su despacho, planteándole una renovación de la plantilla, ya que quería ahorrar los costes de antigüedad.
—…Mire señor James, las previsiones sobre los ejercicios de los siguientes años tienden a la baja, y al revisar el informe sobre los contratos de la actual plantilla que usted mandó, figuran que el 52% de los contratos tienen más de 4 años de duración, así q..
—Me está diciendo que realice un ERE, ¿verdad? ¿Sabe lo que supondría tener que despedir la mitad de la plantilla, siendo significativa la presencia sindical en nuestra empresa?
—James, creo que no ha tenido en cuenta que, a excepción de CCOO y UGT, el resto de sindicatos son poco relevantes. Y alguno que otro está más por la labor de putear al vecino que afrontar un posible conflicto con la empresa. Escuche, a los CCOO y UGT los podemos comprar fácilmente y que se sitúen en nuestro bando. Al resto solo hay que dividirlos, fomentar que se peleen por cuestiones estúpidas como los colores de las banderas, dónde colocar los muebles o cuestiones éticas y morales. ¿No conoces el lema «divide y vencerás»? Pues aplíquela.
Ambos se quedan en silencio pensativos. Morgan toma asiento y reanuda:
—¿Sabes? Karl Marx tiene razón en cuanto a la lucha de clases. Tú y yo somos de la misma clase. También Warren Buffet, Amancio Ortega y Bill Gates. Y nuestro objetivo es perpetuar nuestra posición generación tras generación. Simplemente mírelos. Mire cómo esos sindicatos pequeños que se declaran revolucionarios y toda la izquierda radical se pelean por ver quién es más revolucionario… ¿Quiere conservar su puesto, verdad? Hágase valer y saca adelante ese ERE bonito.
Morgan, sucio capitalista sin escrúpulos y profundamente antiobrero, tiene claro qué es lo que quiere. No le importa con quiénes se junten: progresistas o conservadores. Mientras sean liberales, a él le vale sin importar si son de Adam Smith o Milton Friedman. Quizá le chirríe un poco keynes, pero no le da mucha importancia. Lo que le importa es que su capital siga creciendo y pueda seguir disfrutando de su opulencia.
Ahora dejemos a un lado las batallitas. Parece ser que hemos oído hablar hasta la saciedad acerca del tema de la unidad, que todavía hoy sigue sin estar realmente resuelta. ¿Unidos pero no mezclados? ¿Unidad pero aquí manda mi polla? ¿Unidad sí pero bajo estos principios y estas condiciones? La realidad del microcosmos de la llamada izquierda radical parece un universo paralelo, y el del anarquismo, otro; ya que allí dentro en gran parte de los casos se discuten temas con base en lo identitario, en la abstracción ideológica o en el pasado glorioso. Sin embargo, me gustaría abordar la cuestión desde un punto de vista más político-social que ideológico, es decir, teniendo en cuenta factores tácticas y estratégicas. Podríamos distinguir entre:
—Unidad en torno a cuestiones de principios, morales y éticas. Mediante estas bases se forman una buena parte de colectivos y grupos de afinidad informales que no llevan detrás ninguna responsabilidad política -en el sentido de responder ante las problemáticas sociales políticamente y tratar de incidir en la realidad material interviniendo en el escenario político-social-, sino más bien por compartir entre sí unos códigos morales y principios, algo que en verdad se ve lógico pero que a medio plazo acaba derivando en una suerte de secta con sus propios códigos morales y elementos discursivos, más destinado a ser grupos de amistades herméticos donde lavarse las conciencias que servir para realizar alguna actividad social o política.
—Unidad ideológica. Tal y como lo describieron George Fontenis o los makhnovistas, la unidad ideológica consistirá en configurar una organización sobre unas bases ideológicas comunes y compartidos por todos sus miembros. La diferencia con el punto anterior es que no se toman estas bases como si fuesen principios fundamentales y abstractos, sino unas bases que sirvan como dirección en la actividad política o social que se quiera desarrollar como organización, el cual, sí conlleva una responsabilidad política.
—Unidad de acción, táctica y estratégica. Esta modalidad parte de la anterior y consiste básicamente en compartir metodologías de acción colectiva, las tácticas, los análisis, las visiones estratégicas y las estrategias en sí. El objetivo por el cual se realiza esta unidad es lograr aunar fuerzas persiguiendo unos objetivos comunes, evitando la dispersión del accionar colectivo.
—Unidad en torno a un programa. Esta cuestión engloba a las dos anteriores, del cual, partiendo de la unidad ideológica, se elaboran los programas que tendrá la organización necesarios para el desarrollo de su actividad. La unidad en torno a un programa será más amplia y puede abarcar más organizaciones tanto sociales como políticas que se adscriban al mismo programa. Esto permitirá construir una fuerza política con coherencia interna que aspire a ser un actor político referente en la construcción del poder popular disputándose la hegemonía en el escenario político-social.
¿Y qué hay de las alianzas? La diferencia con la cuestión de la unidad radica en que las alianzas se forjan entre fuerzas políticas diferentes, en otras palabras, que poseen programas y bases ideológicas distintas. De todos modos, hay una delgada línea que los separa, así que tampoco hay que mirarlo con lupa. Aquí distinguiríamos brevemente tres:
—Neutralidad. No existe colaboración pero tampoco enemistad, simplemente no se molestan los unos a los otros.
—Alianza táctica. Colaboración en torno a cuestiones puntuales a corto plazo en el cual se comparten las demandas u objetivos comunes, sin llegar a compartir programas y líneas políticas.
—Alianza estratégica. Colaboración más allá de objetivos puntuales, llegando a compartir programas y líneas políticas para lograr objetivos comunes más ambiciosos.
Conviene también hacerse a la idea sobre qué cuestiones relevantes tendremos que forjar las uniones y alianzas. No tiene mucho sentido, por ejemplo, el invertir más fuerzas en criticar las elecciones sindicales en las cuales participa el otro sindicato que también comparte la misma metodología de acción directa, además de estar involucrado en el mismo conflicto laboral. Lo que sí tendría sentido es, en este caso, desarrollar una unidad o alianza táctica para afrontar un posible conflicto laboral en la misma empresa, y evitar que los sindicatos burocráticos acaben vendiendo al resto de la plantilla. Estas divisiones por cuestiones irrelevantes como pueden ser el tratar de imponer ciertas posturas éticas, morales o de principios, de usar varas de medir sobre qué es revolucionario/anarquista y qué no, de no saber leer los momentos y echar mierda al de al lado… es un lastre que llevamos arrastrando muchos años, que nos lleva a pelearnos entre nosotras en vez de reforzar los puntos en común y forjar alianzas para aunar fuerzas y luchar contra los problemas actuales que estamos atravesando (vivienda, trabajo, servicios públicos, etc) tratando además de dar con una respuesta a nivel político que nos permita construir una alternativa real al capitalismo desde abajo y a la izquierda.