Cuando hablamos de “Animalismo”, por regla general nos referimos a menudo a una corriente de pensamiento, más que a una corriente política. En las últimas décadas el movimiento animalista se ha tenido que dotar de instrumentos políticos orgánicos, supongo que debido a una reflexión bastante lógica, puesto que si el pensamiento animalista concede a los animales la condición de sujeto de derecho y no una mera propiedad del ser humano, estas reclamaciones (pensaron) van a ser más eficaces en forma de movimiento político y no una mera corriente filosófica.
A pesar de todo esto, existen movimientos políticos animalistas que declaran su apoliticismo y tienden a dejar pasar a sus entornos a cualquier persona que, simple y llanamente, defienda los derechos de los animales. Esto ha dado paso a núcleos de extrema derecha, es más, aunque por ahora de ínfima repercusión, se sabe que incluso existen organizaciones de extrema derecha de perfil animalista, los tenemos en ejemplos como el grupo PECTA (Patriotas Españoles Contra la Tortura Animal) y sus panfletos con simbología nacional-socialista, o bien DANR (Defensa Animal Nacional Revolucionaria) que, aunque no nacional-socialistas, ellos mismos se autodenominan “Cristianos Tradicionalistas” y además sus vínculos con organizaciones como Nueva Derecha o Resistencia Cristiana están más que probados. Estos son solo dos ejemplos en el Estado Español, hay más (tal y como denuncia la Asamblea Antiespecista de Madrid), y en el mosaico europeo alcanza grados preocupantes.
Ejemplo muy llamativo de esto es la expulsión del grupo (de izquierda libertaria) animalista francés Panthères Enragées del International Animal Rights Gathering 2013, celebrado en Bélgica, por promover el boicot de la proyección cinematográfica “ALF: La Película”. Debe mencionarse aquí que dicha película cuenta con el inestimable apoyo de la fundación de Briggite Bardotte, que para quien no lo sepa, ha sido condenada por diversos delitos de odio racial y homofobia, además de ser una públicamente auto reconocida partidaria de Marie Lepen.
Ejemplos idénticos se dan en Italia y en el Reino Unido, en éste último lugar, donde por cierto el conservadurismo y la extrema derecha va tomando gran auge a raíz de la crisis de los refugiados, los elementos ultras en expansión buscan todo tipo de huecos en donde hacerse una plataforma. Este análisis conllevaría un artículo propio, por la enorme cantidad de latitudes en la que se ve contagiada la sociedad británica, acabaremos en esta ocasión por mencionar simplemente que, como es lógico, el movimiento animalista no ha sido ninguna excepción.
Aunque ciertamente, como hemos visto al menos en lo que al Estado Español respecta, son grupos de ínfima implantación, estuvieron presentes entre las multitudes en el caso del perro Excalibur en el 2014 y esto nos ofrece el claro indicio de la infiltración entre movimientos (a menudo considerados populares) animalistas y como mínimo en sus protestas sociales. Salten las alarmas.
Mencionados estos pocos datos, y haciendo un punto y aparte de siglas sino más bien centrándose, a modo de orientación, en un sentido más genérico acerca de la participación de determinados elementos ideológicos dentro del movimiento animalista, me parece que debemos hacer un parón y elaborar una profunda reflexión, en lo político y en lo ético, sobre esta realidad y sus peligros.
Desde el punto de vista político ¿qué desea esta gente?
El capitalismo salvaje es el mayor enemigo de los animales, aquel sistema que cría en cautividad incontables especies, las ceba o incluso adultera, sometiéndolas a la tortura de las conexiones permanentes de sus máquinas, producciones en cadena y finalmente ejecución… aprovechar hasta sus pezuñas para realizar gominolas infantiles. Aquel capitalismo salvaje cuya calidad de compra-venta exige matar a golpes a un pobre animal para obtener una piel adecuada, que experimenta con crueles métodos sobre indefensas criaturas ¡No para salvar vidas humanas! Sino para el diseño de maquillaje, cremas y productos para el cabello al servicio de la pérfida belleza burguesa
¿Cómo puede ser la derecha, y aún mas la ultraderecha, defensora de los animales cuando su existencia y su supervivencia la exige mantener y defender el mismo sistema socio-económico que, precisamente, niega la condición de sujeto de derecho para los animales por ir frontalmente en contra de los intereses de su economía?
No pueden existir derechos plenos para los animales dentro del capitalismo, ni tan si quiera nosotros los seres humanos tenemos esos derechos cuando el azar nos sitúa nativos de África o de Oriente Próximo, de hecho en muchos sentidos ni tan si quiera en Occidente ¿acaso podemos concebir un capitalismo respetuoso con los animales, cuando ni con su propia especie lo es?
Seguramente sea mucho mayor el insulto y el “pecado” de la ultraderecha “animalista”, a propósito de su intento de lavado de cara y su infiltración en sectores masivos despolitizados con intención de captación y propaganda. De forma muy parecida a cuando compran cerebros en Grecia, por apenas unas pocas bolsas de comida entre las familias más desgraciadas, a cambio de escuchar horas de discursos racistas y xenófobos y, por supuesto, un sufragio a su favor.
Habrá movimientos que pudiesen discutir esto, reafirmándose “anticapitalistas” a la vez que desvelándonos su situación tercerposicionista. Esta posición que llama, desde el ultra-nacionalismo y el populismo, a los valores tradicionales. Sin embargo me temo que la experiencia histórica ya nos habla con cierta profundidad sobre el Tercerposicionismo en Europa.
En cuanto al factor ético ¿en donde debemos tener los límites?
Personas que, dicen ser tradicionalistas cristianas, niegan el derecho de la mujer sobre su propio cuerpo ¿vamos a defender junto a ellos la integridad de un animal? Aquellos que niegan los derechos de los homosexuales, propagan el odio racial ¿compartiremos espacios comunes creyendo hacer un bien?
Esto es lo que esos movimientos “apolíticos” animalistas deben de reflexionar con mucha atención. Una cosa es no dividir a la sociedad consciente de la problemática del maltrato animal a causa de factores secundarios, y otra muy diferente es pensar que la ultraderecha y todas sus consecuencias son uno de esos factores secundarios. El Fascismo, bajo cualquier nomenclatura, tiene un alcance mayor que este aspecto de las innumerables problemáticas que vive nuestra sociedad. Otorgarles capacidad de protagonismo en una, es arriesgarse a alcanzar cotas de mayores plataformas en realidades ajenas a la inmediatamente animalista que nos llama, en esta ocasión. Será en ese momento cuando lo lamentemos.
Otra reflexión merece darse en los núcleos militantes, en los que urge mayor proyección en el asunto animal y una militancia más arrojada, formada y consciente en estos aspectos, priorizando más la protección de estas criaturas partiendo del entendimiento que, como seres sintientes, son también dramáticas víctimas del capital, probablemente a menudo más de lo que nosotros lo somos. Como seres pensantes y racionales, la naturaleza nos ha otorgado la responsabilidad y la obligación de defenderlos, porque lógicamente ellos no poseen nuestros medios. Sin embargo, sin olvidar nunca el análisis político de su situación y la pedagogía social necesaria que indique a la sociedad que este tumor, lejos de estar centrado en “malas personas”, está centrado en un sistema inhumano, sanguinario y explotador que, desde luego, ni la derecha ni la ultraderecha (si acaso hubiese diferencia radical) puede combatir debido a su naturaleza endémicamente capitalista.
Son muchas compañeras y compañeros los que están involucrados en movimientos animalistas, para esas individualidades también deseo arrojar una reflexión añadida: con el fascismo no se comparte espacio, al fascismo se le detecta y se le combate.
Todo el mundo puede decir cosas bien parecidas, que muchos compañeros han dicho alguna vez, recordemos aquel “El mundo del futuro será vegetariano” de Adolf Hitler, pero los compañeros y compañeras que ven una alternativa en un futuro vegetariano no comparten la ideología y mucho menos la estrategia del genocida alemán. En los hechos y en la naturaleza pragmática y programática radica una lectura real de lo que esconden frases grandilocuentes o propósitos aparentes. No hay que olvidarlo.
La ideología sí importa.