Desde hace varios años, acudo con frecuencia a diferentes ambientes, debates y espacios libertarios. En ellos suelo encontrar reflexiones muy interesantes, debates esclarecedores y análisis profundamente acertados. No obstante, a pesar de que hay en marcha numerosas iniciativas y acciones de todo tipo, suelo echar en falta una propuesta de contestación al poder que sea profundamente integral y a la altura de los problemas que se plantean.
Cada vez que el Estado pone en marcha una remodelación de un barrio, o cada vez que una empresa saca un nuevo anuncio publicitario; ambos lo están haciendo con una estrategia detrás, con unos objetivos y con una serie de medios y recursos específicamente dedicados a que esos objetivos lleguen a buen puerto. En el otro lado, los libertarios reconocemos ese objetivo, esa voluntad de poder, lo señalamos, y, a continuación, más por necesidad que por iniciativa propia, aparece una lucha. Finalmente, esas luchas a veces se ganan y otras veces se pierden, y al final, igual que aparecieron de manera casi involuntaria, esas luchas se desvanecen en la nada. Incluso en los casos que se ha logrado una victoria, no queda claro que hacer con ella, puesto que el fin de la lucha ya ha terminado y es momento de pasar a otra cosa. Un gran síntoma, a mi pesar, de esto es que la mayoría de las veces no se hace un balance ni un análisis a posteriori de cómo ha sido la lucha, que medios se han usado, cuales han sido los factores clave para su éxito/derrota y en qué nueva situación nos coloca.
El resultado esperable de lo anterior, es que el poder autoritario irá consiguiendo experiencia y adaptándose cada vez mejor a cada situación; mientras que el poder popular, en el mejor de los casos, intentará defenderse y retrasar el avance de aquél como buenamente pueda. La cosa empeora si tenemos en cuenta que no disponemos de una coordinación eficaz entre las diferentes luchas sectoriales, ni tampoco tenemos unas líneas de actuación que permita que la gente se sume y canalice sus esfuerzos hacia un destino común y transformador.
La realidad es que sin una estrategia, cada semana, día y minuto que pasa estamos más cerca de la derrota y carecemos de una manera de revertir esta tendencia.
Este panorama nos deja unas perspectivas poco alentadoras a las personas que luchamos y, quizás peor, proyecta una imagen de ineficacia al resto de la sociedad. En mi opinión, si queremos soñar algún día con el cambio social y la desaparición del sistema actual, se torna imprescindible y urgente trazar y poner en práctica una estrategia integral adaptada a los tiempos que corren.
Dicha estrategia debe contener todos los elementos que toda estrategia debe tener: 1) Análisis de la situación actual: Debilidades, Amenazas, Fortalezas y Oportunidades; 2) Definición de objetivos que se persiguen; 3) Descomposición en tácticas, medios y acciones concretas; 4) Ejecución de la estrategia; y 5) Evaluación de los resultados.
Además, la estrategia debe hacer coherente los medios con los fines. Debe tener bien presente los principios del ideario libertario. Debe ser consciente de la idiosincrasia del propio movimiento. Debe dar cohesión a las diferentes vertientes y prácticas del movimiento libertario en la actualidad: anarcosindicalismo, movimiento okupa, movimiento punk, colectivos políticos de diferente índole, grupos de afinidad, cooperativas, etc.
La estrategia debe ser funcional, debe ser amplia y variada en sus métodos de lucha y de participación y, una cosa más, debe ser esperanzadora. Si una estrategia no es capaz de imaginar un escenario victorioso en el que los objetivos se hayan cumplido en su mayoría, no será algo por lo que muchas personas estén dispuestas a sacrificarse.
Una estrategia correctamente formulada y apoyada por una mayoría de la gente que pertenece al movimiento libertario, cambiaría los papeles actuales de luchas meramente defensivas e inconexas, hacia una lucha cohesionada y con perspectivas de impacto social. Sin ella, no conseguiremos más que perpetuar el gueto político libertario y soñar eternamente con un mundo nuevo que jamás se podrá materializar.
~ Quasipodo