La escena
El ciclo de luchas abierto por el 15M se ha cerrado cuando llegaron a un techo en el cual hacían falta referentes políticos que diesen una orientación política a nivel cualitativo y con carácter ofensivo a los movimientos sociales. Ante la falta de dichos referentes en gran parte de la izquierda, más centrada en autodestruirse que en construir (y en el anarquismo fue casi la tónica general hace unos 2 a 3 años), muchas activistas terminaron atraídas por los cantos de sirena de Podemos y el asalto institucional. Pero esto ya es agua pasada. Ahora vemos que el ciclo electoral está tocando a su fin y tenemos que ver cómo podemos reactivar la lucha en las calles. Dicho de otra manera, abrir un nuevo ciclo de luchas partiendo de la actual coyuntura.
Si bien podemos decir que las luchas laborales son imprescindibles en la lucha de clases, no puede ser expresamente el eje central de la misma, ya que en estos momentos el capitalismo afecta a todas las áreas de nuestras vidas, no solo el trabajo. De hecho, siguen existiendo otras estructuras sociales de opresión como el patriarcado y el racismo que terminan relacionándose. Sin entrar ahora en estos temas, en el panorama laboral actual, a parte de la actual coyuntura de precarización, microempresas, trabajo temporal… encontramos un desencanto generalizado con los actuales sindicatos mayoritarios, convertidos en gestorías y servicios burocráticos corruptos. Todo esto es resultado de la ofensiva neoliberal de los ‘70, época en que las izquierdas estaban en retroceso y la afiliación sindical descendía. Llegaron las externalizaciones, las deslocalizaciones y las reconversiones industriales que reconfiguraron los tejidos laborales y empresariales de todo el mundo, hasta hoy en día. Con la llegada de la mal llamada crisis económica del 2007-2008, la situación de las izquierdas y el tejido sindical al estallar dicha crisis eran testimoniales frente a la hegemonía casi absoluta de la ideología liberal. Tampoco dejaba mucho que desear las opciones revolucionarias, que estaban relegadas al folclore y las discusiones en el pasado glorioso. Todo eso más una pasividad generalizada, el descontento de la población comenzó a poner el foco de la mirada en otros problemas como la corrupción, el paro, la vivienda y los servicios públicos principalmente.
Las luchas laborales de hoy
A pesar del desencanto con los sindicatos, una escasa conciencia de clase generalizada y la actual situación del mercado laboral, sí que hemos visto conflictos laborales importantes. Además de recordar los conflictos mineros, el de Panrico y Cocacola, habría que mencionar las de Correos, en el sector TIC en empresas como HP e Indra donde comenzaron a tener implantación sindical, y más en especial el de Movistar, sin dejar atrás la huelga reciente en Telemarketing por un convenio digno. También vemos que en el sector servicios comienzan a crearse secciones sindicales, en concreto, en la hostelería. No sin olvidar a las Kellys, las camareras de hoteles, el sindicato de manteros e incluso las empleadas del hogar, son ejemplos de cómo los sectores más precarios comienzan a organizarse. Además, cabe mencinar la llegada del sindicalismo en artes gráficas como el de figurantes o los sindicatos de músicos. Esto quiere decir que en el mundo laboral hay conflictos abiertos y aún por haber que desde las bases de un sindicalismo de clase debemos saber impulsarlas, dotándolas de herramientas y recursos para que dichas luchas crezcan sin importar las siglas, sino atendiendo al sentido estratégico.
En todos los conflictos mencionados anteriormente, los actores (sindicales) son diferentes así como la composición de la plantilla que está involucrada en estos conflictos. Todo ello nos indica la diversidad de sindicatos que están llevando a cabo las acciones y movilizaciones. Haré especial mención al caso de la huelga de Movistar como ejemplo de articulación multisectorial, el cual rompió la barrera de las luchas sectotiales para conectar con los movimientos sociales, lo que permitió que alcanzase tal envergadura y repercusión. En este sentido, tenemos que hacer análisis amplios que vayan más allá de nuestros espacios políticos o de implantación de nuestro sindicato que vayan en el sentido de tejer alianzas con otros sindicatos y movimientos sociales.
En qué fallamos
Basta ya de lamentos y de culpar al sindicalismo de concertación. Miremos ahora hacia nosotras. Un gran error es confundir el sindicato con una organización política y reivindicar la identidad del mismo y la ideología antes que atender al aspecto funcional. Cuando priorizamos la identidad sobre lo funcional, ocurre que pasa de ser sindicato a grupo de afinidad donde entran mayormente aquellas personas que tienen ciertas simpatías con el anarquismo, y que hace otras cosas desatendiendo el sindicalismo. Cabe pues preguntarnos sobre cómo estamos actuando y cómo pretendemos articular un sindicalismo funcional en este tejido laboral tan precarizado y descompuesto si lo que pretendemos es crecer. Es más, cómo podemos configurar un movimiento sindical que llegue a los barrios, qué aspiraciones se pueden realizar desde el sindicalismo alternativo y rellenar los huecos a donde el sindicalismo de concertación no llegan. En política, cuando una organización, una fuerza o un actor deja un espacio en el escenario, es una oportunidad para que otra fuerza la ocupe. Esto es lo que deberiamos saber leer y aprovechar.
Las preguntas que deberíamos hacernos para la reflexión y la autocrítica deberían tirar en estos sentidos: ¿cómo afrontamos la subcontratación? ¿Cómo podríamos dar cobertura sindical a sectores desprotegidos y temporalizados como la hostelería, las empleadas de hogar o las camareras de hoteles? ¿Qué hacer con los y las trabajadoras en microempresas y PYMES? El sindicalismo de barrio podría ser una respuesta interesante ante estas preguntas, ya que ampliaría el campo de acción hacia el barrio y facilitaría la articulación multisectorial.
Salida hacia adelante
Hemos de ir superando los debates sobre las formas, los contenidos y las identidades para pasar a centrarnos en análisis de coyuntura, hojas de ruta, propuestas y líneas estratégicas. Así que las cuestiones de fondo no son si el sindicalismo tiene que ser ésto o lo otro, si tiene que ser libertario o no, o si la estructura está burocratizada o no, sino que más bien debe ir en el sentido del papel que pueda jugar como herramienta para la emancipación de la clase trabajadora actual y qué lineas políticas asume como instrumento para la lucha de clases. Más allá de la legalidad vigente y de los métodos de lucha en sí, hemos de plantearnos unas líneas que permitan una ofensiva a nivel político-social. En este sentido, primero hemos de contar las fuerzas que tenemos y qué objetivos debe tener un sindicalismo revolucionario. Podemos poner como finalidad el asumir el control de la economía por parte de la clase trabajadora, pero en medio existen muchos otros objetivos: constituirse como referente en las luchas obreras, ofrecer herramientas y apoyo logístico en la formación de nuevas secciones sindicales y asesoramiento laboral, tener contacto con cooperativas, tejer lábeles sindicales en los barrios, tener bolsas de trabajo propias, cajas de resistencia para huelgas, bases para la recuperación de empresas, mutuas… Son por ahora solo una tormenta de ideas, pero realmente necesarias para ir concretando objetivos y avanzar en materia.
Luego, la relación del anarquismo con el mundo laboral debe, primero, dar respuestas en el corto plazo en el sentido de ofrecer herramientas funcionales que resulten efectivas para poder ganar conflictos laborales, como por ejemplo, propuestas para revitalizar un sindicalismo revolucionario. No es que la gente se tenga que acercar al anarcosindicalismo o sindicalismo revolucionario, sino cómo podemos ir acercando las herramientas del sindicalismo revolucionario a los sectores precarizados y al mundo laboral, qué soluciones podemos aportar a esta coyuntura laboral y qué estrategias llevar a cabo para avanzar. Tanto en los movimientos sociales como en el mundo laboral, nuestro papel como libertarios es asumir una responsabilidad política de constituirnos como tendencia organizada e insertarnos en las luchas existentes tratando de que estas luchas avancen siguiendo unas líneas políticas socialistas libertarias, no porque tengamos razón, sino por acierto estratégico. Si no queremos mantenernos más tiempo a la defensiva, necesitamos propuestas para pasar a la ofensiva. Una de ellas, ya que estamos tratando el problema de la escasa vinculación entre movimientos sociales y luchas laborales, es la articulación multisectorial, que consiste básicamente en tender puentes y, de alguna manera, sincronizar objetivos que puedan asumirse tanto desde la perspectiva laboral como desde los movimientos sociales, que existan lazos solidarios entre ellos, como lo sucedido en la huelga de Movistar, la cual recibió apoyos desde la PAH y otros colectivos.
La propuesta de articulación multisectorial servirá como primer paso para romper las barreras sectoriales y sentar las bases para la construcción del poder popular, esto es básicamente, la capacidad material del pueblo para realizar sus aspiraciones y decidir su propio destino en todas las esferas de la vida pública: política, economía, sociedad y territorio. Aquí el sindicalismo revolucionario entraría en el papel de la construcción de un nuevo modelo económico sin desligarse del resto de luchas. Y nuestro papel como libertarios es ser un actor político que impulse un movimiento popular fuerte e independiente.