Antes que nada, sé que no es fácil asumir de primeras este planteamiento dado el estado actual del anarquismo en una coyuntura difícil. Pero lo veo como un ejercicio cada vez más necesario para romper con el inmovilismo y la continua derrota. No podemos seguir quedándonos en una posición reactiva o a la defensiva, en dinámicas que son únicamente el activismo por el activismo, el movimiento por el movimiento o no ir más allá de lo cultural (encuentros del libro anarquista, charlas, coloquios, y demás actos culturales, unos más y otros menos de autoconsumo). Con lo último no quiero decir que se dejen de hacer, sino que hay que ir más allá. Y hablo de tomar posicionamientos políticos ante los sucesos actuales que hayan tenido impacto en la sociedad y haya dado lugar a que la población comience a salir a las calles y politizarse. Casos como el 15M o la ola de movilizaciones en Catalunya que comenzó desde septiembre de este año ilustran cómo son acontecimientos excepcionales que abren una posibilidad de ruptura con el actual Régimen del ’78, y pienso que tenemos cierta responsabilidad en tomar partido en estos escenarios ya que es cuando la gente se politiza y comienza a ver las contradicciones de este sistema.
Dijo Errico Malatesta una vez que los y las anarquistas deberían estar con el pueblo y fomentando toda clase de organizaciones populares allá donde actuásemos. La autoorganización popular no nos debería asustar, al contrario, nos debe llamar a participar en ellas y hacer que las organizaciones sociales vayan asumiento posicionamientos cada vez más radicales, no solo hablo de las luchas a nivel social, sino también a nivel político. Sin embargo, nos ponemos excusas y nos autolimitamos criticándolos de ser parte de movimientos interclasistas, de ser reformistas, meramente independentistas que solo buscan un nuevo Estado-nación, que acabaríamos abandonando el anarquismo en pro de otros partidos o que acabarán siendo utilizados por la burguesía para sus intereses de clase. Una mirada menos ideológica y más a pie de calle nos demuestra que no es del todo cierto, sino que existe detrás una autoorganización popular dentro de lo que es un movimiento ciudadano e interclasista. La diferencia aquí entre tomar una posición de fuerza con seguir en una posición de debilidad, radica en cómo atajamos las contradicciones y damos las respuestas ante esta coyuntura.
Como durante el 15M, la cuestión catalana nos genera una serie de contradicciones (el interclasismo, los modelos de institucionalidad, el poder y la cuestión nacional principalmente) en nuestro pensamiento político y nos ha pillado a casi todas sin una respuesta clara sobre el momento. Sobre esta situación han aflorado dos vías:
-Por un lado, existe ese miedo a que con los cambios, el anarquismo deje de ser como tal (como si fuese algo universal y atemporal) con la incorporación de nuevas tesis sobre temáticas actuales. Este miedo junto con el rechazo a la necesidad de replanteamientos, relecturas y actualizaciones en los criterios de análisis y en la teoría política sobre las cuestiones que generan contradicciones, han llevado a algunos y algunas a asumir posicionamientos conservadores por el hecho de no querer enfrentarlas, manteniendo así unos principios inamovibles mientras los tiempos cambian. Esta actitud es conservadora por el hecho de que la realidad es siempre cambiante. Y al impedir acualizaciones en el corpus teórico-político, seremos incapaces de generar un discurso adaptado al momento y que nos permita avanzar. Recurrir a argumentos del pasado para justificar el presente pese a no encajar adecuadamente nos aleja de cualquier posibilidad de avance.
-Y por el otro, estamos quienes hemos visto la necesidad de enfrentar dichas contradicciones y encajar las piezas del rompecabezas para ser capaces de intervenir en esta realidad y poder cambiarla. Ciertamente como dije al principio, no es nada fácil ya que sentimos que aún hay camino que andar y mucho por construir. Nos aventuramos en terrenos pantanosos y nos rodea cierta incertidumbre, pero estamos convencidos y convencidas de que es la única vía de avance. Asumimos que siempre existirán las contradicciones pero que éstas no deberían echarnos atrás. Y asumimos también que si lo que queremos es la revolución social, hemos de trazar planes estratégicos y líneas políticas que nos permitan posicionarnos a la ofensiva, superando las inercias reactivas que llevamos arrastrando durante mucho tiempo.
Pero, ¿cómo asumir posiciones de fuerza cuando no la tenemos? Si no la tenemos, hemos de ganarla, y de ello depende de cómo juguemos las cartas ante las circunstancias del momento. En otras palabras, elegir la táctica o estrategia más adecuada a cada coyuntura. Un ejemplo de ello fue la Vaga General del 3-O, cuando desde la plataforma Triem Lluitar se lanzó una convocatoria de huelga general casi sin garantías, pero que resultó ser un éxito ya que obtuvo un amplio seguimiento y desbordaron las llamadas a la moderación de los sindicatos del regimen y la Taula de la Democracia. Similarmente ocurrió con los CDR que tomaron el protagonismo cortando las carreteras y las estaciones de Sants y de Girona, pese a que la convocatoria de huelga el 8N en Catalunya no tuvo seguimiento prácticamente. Y no solo esto, sino hasta el propio Procès fue arrastrado hacia posiciones independentistas gracias a la movilización ciudadana.
Pero ojo, esto no implica aunar esfuerzos por convocar grandes movilizaciones y/o huelgas, o acciones espectaculares sin tener en cuenta la coyuntura. Por ejemplo, estaba claro que la huelga del 8N no iba a tener el mismo seguimiento que el del 3-O. El movimiento por el movimiento produce también un desgaste, y sobre todo cuando no se tiene un objetivo claro. Esto es lo que acabó con el 15M, donde las movilizaciones no estaban provocando cambios en el sistema y la represión comenzaba a golpear.
Comenzar a tomar posiciones de fuerza implica tomar responsabilidad política de articular un cambio en este país, salir de la continua derrota y dejar de insistir en terceras vías que no cuelgan de ningún análisis materialista, ya que no se van a materializar porque no encaja en la coyuntura, sino solamente en nuestro propio imaginario ideal. Asumir esta posición nos obliga a organizarnos políticamente para poder crear un proyecto político propio; hacer una lectura en clave de oportunidades de los acontecimientos que tienen impacto a nivel de país con una visión estratégica, unas líneas políticas y objetivos claros; y poder articular un movimiento popular capaz de marcar agenda y generar relato y discurso que nos permita plantear una ofensiva desde abajo y a la izquierda contra el Régimen del ’78 y el statu quo neoliberal. De lo contrario, una izquierda débil —y en particular el anarquismo— dejaría vía libre a que las fuerzas políticas reaccionarias, en especial el fascismo, crezcan y puedan llegar al poder, cuyas consecuencias de sobras sabemos: recortes en derechos y libertades, aumento de las diferencias sociales, de la violencia en la vida cotidiana, del autoritarismo y la opresión en la vida cotidiana…
Dentro de 10 días habrá elecciones impuestas en Catalunya, en las cuales si gana el unionismo, tendrán mayor legitimidad para aplicar el 155. Y si gana el independentismo, la aplicarán igualmente aunque se les haya ganado en su terreno de juego. En ese momento habrá peligro de una vuelta al casillero de salida del Procès y que todo vuelva al ritmo institucional desmantelándose la calle, así que no debemos apostarlo todo en estas elecciones, a pesar de que es necesario votar en ellas para que no gane el unionismo. La clave estará en mantenerse en las calles y poder continuar en el escenario post-electoral, sobre el cual ya está en marcha la iniciativa Aixequem la República, desde donde hay posibilidad de articular un movimiento popular incidiendo la cuestión social y materialista bajo el paraguas de la construcción de la nueva República y el proceso constituyente.
No queremos ver otro ocaso del 15M, ni volver a casa otra vez con la moral por los suelos y desperdiciar así otra oportunidad de cambio que no sabemos cuándo volveremos a tener una coyuntura similar. En momentos así es cuando la gente comienza a politizarse y hay que aprovecharlo. Ya no tenemos nada que perder, y creo que vale la pena que nos arriesguemos.