“La libertad es como la mañana: Hay quienes esperan dormidos a que llegue, pero hay quienes se desvelan y caminan en la noche para alcanzarla.”
Sub. Insurgente Marcos.
Algo hermoso que tiene el anarquismo es que es a su vez “los anarquismos”: rompe con la barrera de lo singular y nos muestra múltiples interpretaciones y variantes de principios básicos como el anti-estatismo, la libertad integral y la lucha contra toda autoridad; diferentes vertientes económicas, políticas, estratégicas y hasta de interpretación de conceptos. Para finales del siglo XIX e inicios del siglo XX el debate giraba en torno a sí el “día después” de la revolución se implantaría una línea comunista o colectivista, si los sindicatos autogestionarían las empresas o sería necesario formar órganos aparte -los llamados consejos de fabrica-, si en la revolución social las anarquistas deberían participar directamente en la mayor parte de los órganos de autogobierno o se encontrarían con más tendencias políticas, inclusive divergentes del pensar libertario. La mayor parte de estos debates los solucionó la experiencia histórica misma, y hoy de nuevo se pone sobre la mesa nuevas discusiones en torno a la estrategia del anarquismo para llegar a la revolución social.
Para nosotras, después de las derrotas que ha sufrido el anarquismo –no solo por la represión externa sino también por mostrarnos impotentes para afrontar coyunturas insurreccionales y revolucionarias en muchos casos– se hace preciso desarrollar nuevas maneras para enfrentar al Estado y al capital, que han mutado a las nuevas formulas del siglo XXI: la apertura neoliberal, el “Estado mínimo”, la aldea global y demás conceptos similares prefabricados, por ello ahora más que nunca la idea libertaria se debe reescribir a sí misma, centrando el debate en el ‘como’, lo que nos lleva a pensar diferentes estrategias y tácticas para diferentes anarquismos, es aquí donde planteamos nuestra primera premisa: los medios y objetivos para ir construyendo la anarquía se deben plantear de manera detenida y revisando minuciosamente la coyuntura, el contexto y la correlación de fuerzas, sí no es así entramos a “actuar por actuar”. Optamos por rechazar la ortodoxia libertaria para poder pensar que la utopía solo será posible bajo estructuras y organizaciones que deseen cambiar un mundo de millones de personas, de millones de complejidades, de millones de problemas; pensarse el anarquismo como algo más que un abstracto sueño lejano: como una realidad venidera. Aquí ya va uno de nuestros “apellidos” para el anarquismo que nos pensamos: Organizado.
Del mismo modo sostenemos que esa utopía será realizable en la medida que existan las condiciones para crearla, estas se potencian dentro de la lucha de clases del hoy. El papel de nosotras como anarquistas organizadas es estar en la primera línea de la contienda: implica meternos de cabeza en la guerra social, por eso debemos ser pueblo y actuar como tal, he aquí el otro apellido: Social (o popular si se le quiere decir), que a su vez nos da una claridad dentro del más amplio pensamiento anarquista, aquel que se plantea la relación individuo-sociedad como una dialéctica en la que se entienden ambas esferas, como dirá Bakunin en su tan famosa frase “No soy verdaderamente libre más que cuando todos los seres humanos que me rodean, hombres y mujeres, son igualmente libres”, por esto nos apartamos de las tesis individualistas que promulgan una lucha eterna entre el yo y la sociedad, siendo una negación de la otra; por el contrario, entendemos que la realización de la libertad es una construcción siempre colectiva. Nuestro nombre completo: Anarquismo Social y Organizado.
Quizás alguien dirá “¿Eso no es sectarismo?, ¿Jugar a etiquetas?”, y respondemos que, para nosotras, después de hacer el recuento sobre los errores cometidos en tiempos pasados (que no caben en este texto) preguntamos ¿Acaso no hay que actualizar el anarquismo para hacerlo viable en el aquí y ahora, no solo para nosotras sino para nuestras comunidades y territorios?, y ello amerita –como ya se ha dicho– organización, estructura y meterse de lleno en la lucha de clases, por tanto, se debe recuperar ese ‘vector social’ que se ha descuidado, que también implica rechazar otras tácticas y estrategias, no negándolas como propuestas legitimas y anarquistas, sin embargo, optando por una vía propia: la inserción social.
Es así como las diferentes expresiones organizadas y socialistas libertarias deben recoger en su seno solo a aquellas militantes preocupadas por levantar un proyecto político en miras hacia un horizonte revolucionario, quienes más allá de pensarse el anarquismo como una mera filosofía de vida desean verlo, en camino a realizarse, como una alternativa para cambiar el mundo que se gesta desde nuestro actuar cotidiano y en la forma como nos realizamos con las demás. Del mismo modo creemos que lo primordial para las libertarias debe ser la inserción social, el trabajo de base y la propaganda en todos los niveles, siendo los combustibles que deben acelerar el motor de la lucha de clases, por ello rechazamos el limitado papel del “placer armado”[1] –que nos termina aislando del movimiento popular– o encerrándonos en el importante pero no suficiente trabajo de la difusión y la agitación-, del mismo modo nos oponemos a prácticas anti-organizativas que solo buscan paralizar, limitar o crear división, pues la única manera en que el nuevo mundo avanza es cuando sus militantes están comprometidas y la disposición al consenso logra que los proyectos colectivos se efectúen lo mejor posible, en cambio los prejuicios de un individualismo liberal simplemente se reducen a una crítica que pocas veces busca cambiar, en lo concreto, la realidad material de las oprimidas.
Creemos que el anarquismo de matriz popular debe mostrarse como una vertiente libertaria que se diferencia de las demás por sus métodos, pero de ninguna manera debe considerarse una escuela misma, porque más que una etiqueta es una estrategia que caracteriza diferentes praxis, revisemos: Como bien se ha dicho, el anarquismo social y organizado se caracteriza a grandes rasgos por meterse en la lucha de clases de una manera estratégica, pero esto no es nada nuevo para la historia de nuestro movimiento, desde los postulados de Bakunin, Malatesta y Kropotkin en el siglo XIX se ha reivindicado la necesidad de formar estructuras políticas anarquistas que no tienen porque ideologizar el movimiento popular, por el contrario, deben insertarse en él y darle prácticas libertarias, es este el caso de la Alianza Internacional de la Democracia Socialista fundada en 1868, organización política antiautoritaria que no pretendía reemplazar la I Internacional de Trabajadoras, quien se veía como un espacio amplio que no tenia porque definirse explícitamente con cualquier tendencia política. Con el desarrollo teórico del pensamiento anarquista se ve como la práctica misma de éste va cogiendo forma, ejemplo de ello es la Makhnovichina, experiencia revolucionaria ucraniana que va desde 1918 hasta 1922, donde un anarquismo alejado del nihilismo y el ensimismamiento fue promovido desde la Confederación Nabbat, organización que en nunca pretendió gobernar o dirigir los órganos revolucionarios –soviets libres– sino que promovía la autoorganización de las trabajadoras y campesinas a través de sus militantes más combativas. Del mismo modo nos encontramos con el fuerte movimiento anarcosindicalista en Europa Occidental – curiosamente criticado por el grupo Dielo Truda–, especialmente en España, donde un largo trabajo dentro de la guerra popular verá sus frutos en la revolución social de 1936, en la que anarquistas preocupadas por barrer el fascismo y desarrollar la transformación de la sociedad se encontraran en la FAI, desde donde se insertaran dentro de la CNT para promover la autogestión obrera, incluso haciéndolo con las más variadas tendencias políticas de izquierda al ver que la coyuntura misma desbordo la fuerza de la central anarcosindical. Para terminar este pequeño recuento podemos mencionar la Federación Anarquista Uruguaya, organización política que bebe de los postulados de Bakunin y Malatesta, además de la rica experiencia española de los 30’s; La FAU insistirá en la reformulación de las tácticas del anarquismo, especialmente tras la violenta sacudida que vivió Latinoamérica por la Revolución Cubana y los acontecimientos en República Dominicana, sucesos que llevarán a la federación a desarrollar una praxis libertaria, que reconociendo su larga historia, debe también reescribirse y desenvolverse en la América latina contemporánea, así nace el especifismo, nombre dado a la estrategia desarrollada por las anarquistas uruguayas que planteaba la necesidad de un grupo propiamente revolucionario cuyo objetivo principal es insertarse en el movimiento popular a través de tendencias amplias, promoviendo una praxis antiautoritarias.
Como hemos visto, el anarquismo social y organizado no es un invento de algún grupo o desarrollo teórico plasmado en un único texto, sino un acumulado de experiencias que son dinámicas de acuerdo al momento y lugar donde se vaya gestando la idea libertaria, estos movimientos “autóctonos” nos demuestran que existen muchos caminos para forjar organización, por ello debemos desarrollar en el aquí y ahora un anarquismo “criollo” que nos permita ir avanzando a contracorriente hacia la nueva sociedad.
Steven Crux
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[1] Concepto que introduce Alfredo Bonnano sobre el insurreccionalismo, el papel de la violencia como fin y medio, y la organización informal anarquista.