Vivir a muerte es la selección de las últimas cartas de condenados a muerte durante la ocupación alemana de Francia en el marco de la Segunda Guerra Mundial. Estas últimas palabras escritas antes de la muerte anunciada son un archivo sensible para comprender la historia de la Resistencia francesa y sus actores. Redactadas en Francia entre el verano de 1941 y el verano de 1944, por franceses o extranjeros, en los campos de concentración o las cárceles francesas, tras haber sido detenidos y juzgados por los tribunales alemanes por llevar a cabo atentados contra los intereses del gobierno colaboracionista o contra el ocupante alemán. acusados de espionaje, acciones terroristas y de sabotaje.
Un último mensaje que a veces es piadoso, a veces rencoroso, valiente o temeroso, desesperado o tranquilo. Es un fresco de la condición humana colocada en la situación más extrema posible: la de una muerte segura. Un testimonio personal y real de personas que ya no tenían nada que perder. Con el deber de la fraternidad humana y no dejar su memoria en el olvido, estas últimas cartas se dirigen a nosotras/os. Porque hablan de la vida de estos hombres y de estas mujeres, lo que cuenta frente a la muerte, palabras de hombres sobre la vida de la humanidad y la lucha por su liberación.
Aunque aparentemente nuestra sociedad no tiene nada en común con aquella contra la que se levantaron, comparte muchas más características de las que podamos ver a simple vista, y por eso estos últimos escritos de los fusilados están dirigidos a nosotros. ¿Qué hemos hecho de la sociedad que nos legaron? ¿qué hemos hecho de su noción de la solidaridad? ¿qué significado le hemos dado a su muerte?
Es un libro que se deja vivir intensamente, una lectura que duele y apasiona. Es una despedida de la vida.
Contexto histórico. Tiempo de lucha armada.
Tras la ocupación militar nazi del territorio francés, Hitler necesita asegurar una dominación apacible y rentable, la autoridad francesa representada en el viejo mariscal Pétain ofrece esta oportunidad. Establece un gobierno colaboracionista convencido de la victoria alemana, y queriendo sentar las bases de una futura paz europea con la Alemania nazi como vencedora. El gobierno de Vichy, se compromete, según el armisticio firmado el 22 de junio de 1940, a reprimir duramente los focos de resistencia política y militar que hubiera, de esta manera el ocupante alemán evitaba la impopularidad de tales medidas. La situación cambia radicalmente en el verano de 1941 con la ruptura del pacto germano-soviético, de esta manera Alemania ataca militarmente a la Unión Soviética, y se inicia una nueva estrategia comunista de lucha armada. Esto desata una ola de detenciones y juicios, que conllevarán numerosas ejecuciones de comunistas y judíos franceses en otoño de 1941 como represalia, y como ejemplo para intimidar al resto de la población francesa. El régimen de Vichy endurece las reprimendas y crea las Secciones Especiales, encargadas de condenar a muerte sin previo aviso.
El gobierno francés participa activamente de la represión, asegurándose de esa manera su existencia como súbdito frente al ocupante, entrega numerosos rehenes a las autoridades alemanas para su fusilamiento en las principales ciudades francesas. El Partido Comunista Francés se lanza a una lucha armada total a pesar de la represión, que desenmascaran al ocupante alemán, convirtiéndolo en odioso ante la población francesa. Se inicia una complicada dinámica de acción, represión y solidaridad, dado que las acciones armadas provocan fusilamientos de franceses, pero engrosa la solidaridad entre la población.
El objetivo fundamental es la opinión pública francesa, y tanto Vichy como los nazis alemanes ven que tras cada ejecución represiva, esta se decanta del lado de los resistentes inevitablemente. La situación genera debate interno entre los alemanes, pero en la primavera de 1942 las SS se encargarán de la lucha contra la resistencia, la represión se intensifica con la generalización de la lucha armada en todo el territorio francés, y los ejecutados son condenados por delitos de sangre contra los alemanes. Aunque la lucha inicialmente fue asunto de los comunistas, a partir de 1942, y sobre todo en 1943, otros movimientos de resistencia se unen a esta lucha, como la Armada Secreta y las Fuerzas Francesas del Interios. Esta lucha armada, llevada al principio bajo la forma de guerrilla urbana, se extiende al mundo rural con la aparición de los maquis a principios de 1943.
Los ocupantes se esfuerzan en una represión discreta, deportando a muchos resistentes a Alemania en lugar de juzgarlos en Francia. En base a la política del decreto Nacht und Nebel («Noche y Niebla») firmada en Berlín en diciembre de 1941 por el mariscal Keitel.
Aún así se suceden procesos represivos en territorio que son difundidos entre la población generando un gran rechazo. El proceso contra Juventudes Comunistas con siete condenas a muerte el 6 de marzo de 1942; el proceso de la Casa de la Química con veintisiete condenas a muerte el 14 de abril de 1942; o el proceso el «Cartel Rojo» con veintitrés condenas a muerte el 17 de febrero de 1944. Se estima en unos tres mil los resistentes (franceses y extranjeros) fusilados tras ser condenados por tribunales militares. También se consuman pausadamente las ejecuciones de rehenes, la mayoría comunistas fusilados por orden alemana, se calcula en torno a un millar. La policía francesa colabora activamente con los alemanes contra los miembros de los grupos de resistencia. Para este cometido en enero de 1943 se crea la Milicia, un cuerpo policial francés que actúa fuera de todo marco legal.
La opción de la resistencia.
Durante el periodo de ocupación nazi de parte del territorio francés, y el establecimiento del régimen colaboracionista de Vichy en la Segunda Guerra Mundial, surgieron multitud de grupos de resistencia organizados, los sindicatos y partidos de izquierdas fueron ilegalizados y tuvieron que surgir nuevamente en la clandestinidad. Estos distintos grupos de resistencia surgieron a nivel local, territorial o nacional, en el interior y en el exilio.
Sus funciones eran variadas y adquirían distintos niveles de compromiso y riesgo, a lo largo de los años de la guerra irán cayendo algunos de estos grupos debido a la represión, y otros se unificarán e irán tomando mayores estructuras de organización. Principalmente se dedicaban a difundir noticias a través de periódicos entre la población para mantener un ánimo beligerante frente a los ocupantes, labores de espionaje sobre el propio terreno, acciones de sabotaje en industrias, centros de trabajo, líneas ferroviarias o eliminación de responsabilidades nazis o colaboracionistas. También estudiaban la instalación de redes de evasión y organización de manifestaciones públicas.
Sobre las cartas:
En estas últimas misivas se aprecian excesivamente los desgarros o las contradicciones humanas, sus autores son a la vez héroes y gente simple, dado que se han atrevido a llevar a cabo un combate siguiendo sus convicciones y asumiendo riesgos.
Escriben a su madre, padre, hermanos, mujer, hijos y amigos, compartimos esa emoción con ellos porque evidencian amores fundamentales. A los que quiere, el condenado a muerte les confía su amor, su razón de vivir y luchar, cuenta sus últimas horas o hace un último legado. Recuerda un paso común y evoca un futuro que no será suyo. Habla de él, y habla mucho de los otros, de nosotros. Su razón de vivir se convierte bruscamente en esperanza a la hora de morir.
Primero celebra el amor a su país y en defensa de los valores de la comunidad, la fe en Dios, la construcción del comunismo, la expectativa de una sociedad más libre y justa. Se evoca una fidelidad del condenado a su compromiso, y escribe palabras tales como honor, orgullo o deber. Pero necesitan el reconocimiento familiar, y este está condicionado al reconocimiento por la sociedad. Su orgullo es no morir banalmente.
A menudo los condenados piden perdón a los suyos por el dolor que les han causado y el que les causará su ausencia. Perdón también por tener que abandonar a aquellos con los que tenían aún mucha felicidad que compartir, o por no haberles dado toda la alegría que ellos hubiesen querido. Suelen tener unas últimas atenciones materiales, estos últimos legados son objetos simbólicos que testimonian la preocupación por el futuro de los seres queridos.
Esta última carta es un último combate llevado a cabo consigo mismo, con los que quiere, con sus camaradas, para mantener su dignidad y permanecer orgulloso. Es también una poderosa arma, puesto que notificada a la Resistencia, es difundida clandestinamente a los franceses que sufren la ocupación.
En estos campos y cárceles, desilusionados, viven rehenes y condenados a muerte, esperan la gracia, un giro en la guerra, una evasión para retomar el combate… resisten a al desánimo y la deshumanización. Tras hacerles el anuncio de la ejecución pocas horas antes, les proponen la asistencia de un sacerdote y la redacción de un mensaje de despedida, como máximo tres. Apoyados sobre la rodilla, en un rincón de mesa, en la tapadera de una cuba, en un barracón o celda, y bajo la mirada de los otros compañeros que correrán la misma suerte, el condenado en estado de shock, a menudo debilitado por la mala alimentación y las torturas, escribe con más o menos dificultad sus últimas palabras.
Los formatos son múltiples, pero siempre es el mismo trazo de lápiz de guerra sobre el papel basto de estos tiempos de penuria. Algunas ocasiones sirve de testamento. Conscientes del carácter efímero de este mensaje, les solicitan en algunos casos a los suyos reproducir inmediatamente la carta recibida. Las palabras se escriben con premura, la mina corre sobre la hoja con exaltación de saciarse del poco tiempo que queda, liberando incertidumbre, con serenidad ante lo ineludible. Estar a la altura de un acontecimiento que, por sus consecuencias, sobrepasa su propia existencia.
Una vez redactadas, estas últimas cartas son sometidas a la censura. El original, o una copia censurada, manuscrita o dactilografiada se remite a los familiares por las autoridades alemanas varias semanas después de la ejecución. Algunos condenados, desconfiados o advertidos de estos procedimientos, prefieren redactar esta correspondencia clandestinamente, dejarla a buen recaudo con un compañero de celda, con un capellán, o incluso un paseante que recoge el papel lanzado al exterior de la prisión o sobre la carretera durante el traslado al lugar de la ejecución. También se introducen en dobladillos de la ropa o hendiduras de los objetos que, colocados en la maleta será devuelta a la familia.
En cada carta se dibuja un retrato personal singular de sus autores, las diversas condiciones en las que escriben sus últimas cartas afectan su forma y su contenido. La edad, la situación familiar y social, sus pensamientos políticos o religiosos, la relación con el lenguaje oral o escrito y las relaciones sociales.
Estas cartas exaltan hasta el infinito el canto al amor, a la amistad y a la fraternidad. Hasta el último instante, una atención delicada a los seres queridos, preocupados por el futuro material de la familia, la educación de los hijos, a los que se sienten obligados a consolarlos.
Tras cada ejecución, junto con el anuncio a los familiares del cumplimiento de la condena, y tras entregarles estos mensajes, se les atemoriza y les amenazan con represalias en caso de reproducir públicamente estas últimas cartas. Sin embargo, estas cartas se emitían en radios libres o en la prensa clandestina para generar empatía entre la población. Las cartas se leen en el círculo familiar y de amistades, se copian y se pasan unos a otros. Se ponen en marcha estructuras de solidaridad con los familiares de fusilados, se recopilan estas cartas también con fines educativos de las futuras generaciones.
Tras la guerra nace la Asociación Nacional de Familias de Fusilados, y bajo su impulso se intensifica la recopilación de las últimas cartas. La misma preocupación anima a otras asociaciones constituidas para la salvaguarda de la memoria en los lugares de represión, tales como la Asociación Recuerdos de la Resistencia y de los Fusilados del fuerte de Bondues o Los Amigos de los Campos Châteaubriant-Voves-Rouille. Tras los años 60 el Comité de Historia de la Segunda Guerra Mundial, presidido por Henri Michel y la creación de museos de la Resistencia, invitan a estas asociaciones y familiares a depositar en las colecciones públicas sus archivos íntimos.
Extractos de cartas:
A continuación quiero dejar constancia de algunas de las frases más impactantes desde la emotividad, cargadas de sentimiento, lucha, valentía y amor; por ello he realizado esta selección de fragmentos de muchas de las últimas cartas de los fusilados en los campos de concentración:
– Vuestro hijo ha muerto. Su recuerdo será inmortal. Adiós mamá y hermanos queridos, sin olvidarme de mi pequeño Pierre. –
– Mirando el sol y la bella naturaleza que tanto he amado es como me despediré de la vida y de todos vosotros –
– Muero con la cabeza bien alta, como un humilde artesano de la Liberación –
– Será en miércoles, en una bonita mañana de febrero, cuando mi cuerpo caiga bajo las balas enemigas –
– Paso revista a lo que he hecho en mi corta vida. Solo siento una cosa, la de no ver el fin de la guerra, a ti y a todos los amigos-
– Mis muy queridos padres, no os creáis que soy un criminal o un bandido, pero las leyes de la guerra son terribles –
– Os escribo en el momento de mi ejecución. Muero por la causa por la que he combatido no lo olvidéis. Vengadme –
– Adiós, la muerte me llama, no quiero ni venda en los ojos, ni que me aten. Os beso a todos. De todas formas es duro morir. Un condenado a muerte de 16 años –
– Pertenecemos ya a otra vida, es decir, que esta vida ya no nos da más que la sensación de sonidos incoherentes –
– Lo siento, lo sabes, la garganta se me obstruye y pienso en el pasado. Mi pasado es mi vida de militante y eres tú –
– Besa a menudo a nuestro pequeño por mí, que crezca con el cálido amor que yo le profesaba al lado de su mamá –
– Lloro por mi juventud, pero no lloro por mis actos –
– No tengo la sensación de tener que dejar la vida dentro de dos horas. Es como si saliera de viaje a cualquier parte, hacia lo desconocido –
– Muero por el crimen de haber querido siempre al prójimo más que a mí mismo. He defendido toda la vida a los parias frente a los opresores –
– Mi querida hija, sé siempre honesta, es el mejor camino en la vida y el que da más satisfacciones –
– La historia se escribe en este momento y nuestra sangre añadirá algunas palabras, algunas líneas a esta historia –