El festival de Eurovisión se ha postulado desde sus comienzos como un espectáculo con potencial propagandístico de primer nivel mundial. Seguido por millones de espectadores y espectadoras a lo largo de Europa, y del mundo entero, es más efectiva la propaganda ideológica de dicho evento televisado que cualquier telediario de noticias.
Este pasado fin de semana millones de personas pudieron ver y aceptar festivamente en el marco de dicha celebración musical la victoria de Netta Barzilai, la representante de Israel, que con su canción ‘Toy’, cuya letra anima a luchar contra el bullying, supone un lavado de cara para el Estado terrorista hebreo, lanzando una imagen al mundo de país abierto y moderno.
A nivel mundial la lucha propagandística contra Israel y la indignante defensa de este se ha convertido en una de las contiendas más relevantes en la última década. La campaña internacional de boicot contra el colonialismo y la ocupación israelí en los últimos años ha tenido un gran impacto internacional. Tanto es así que la maquinaria propagandística israelí lleva ya tiempo trabajando en limpiar su imagen queriendo desviar la mirada de sus atrocidades hacia Palestina, y proyectando una imagen de país tolerante, apoyando por ejemplo activamente al movimiento LGTBI.
El festival de Eurovisión no es la primera vez que sirve a los intereses propagandísticos de determinados países cuestionados internacionalmente por sus prácticas autoritarias y criminales. No olvidemos en el año 1968 la victoria de Massiel que sirvió para lavar la cara del régimen franquista español, o hace tan solo dos años cuando ganó la artista ucraniana Jamala, en plena guerra de Ucrania contra el Donbass. Desde que surgiera este festival en 1956 como iniciativa de la Unión Europea de Radiodifusión (UER) en total connivencia con la OTAN, para establecer un festival que sirviera de propaganda cultural en los países europeos en la postguerra mundial, cada año este festival impone una hegemonía cultural uniformizadora. En muchas ocasiones, también, como es el caso de esta edición supone una cortina de humo para hacer olvidar masacres como la perpetrada por Israel el mes pasado en la Marcha del Retorno de Gaza.
La propaganda sionista, además, se ve reforzada por la fecha elegida nada casualmente para encumbrar la victoria israelí por cuarta ocasión en el festival eurovisivo. En la víspera del conocido como Día de Jerusalén, que Israel impuso como festividad conmemorando el fin de la guerra de los Seis Días en 1967, dos días antes de Estados Unidos escenifique el traslado de su Embajada a la ciudad de Jerusalén, su representante ganaba el festival por cuarta vez, y también a dos días de la celebración de la Nakba palestina, o el inicio del éxodo de sus tierras el 15 de mayo de 1968.
No es la primera vez que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, logra imponer en el festival de Eurovisión, en acuerdo con el resto de países europeos que apoyan la barbarie sionista, la victoria de Israel como lavado de cara de su política. Ya sucedió en el año 1998 con la victoria de la cantante Dana Internacional, que se convertiría en icono del movimiento LGTBI mundial.
La propaganda israelí no es tan solo coyuntural, sino que se proyecta en el largo plazo, porque habitualmente el país ganador del festival lo celebra en su territorio al siguiente año. Esto significa que seguramente Israel decida celebrarlo en la ciudad de Jerusalén, en disputa con Palestina tras conquistar el sector oriental de la ciudad en el año 1967, y epicentro en muchas ocasiones de las políticas criminales sionistas contra el pueblo palestino.
La cantante Netta fue elegida inteligentemente por el Estado israelí como icono de una generación que se dice desconocedora del conflicto, tratando de invisibilizar el terrorismo israelí, y situando su figura y la temática de su canción en las problemáticas propias de los países occidentales, logrando así una falsa imagen de empatía con una mujer que habla sobre el bullying, desterrando por completo el sufrimiento que ejerce Israel a todos los niveles sobre Palestina.
Poco importe o no que la cantante estuviera en el Ejército de la Marina israelí en el año 2014 (el reclutamiento es forzoso en el Estado israelí en sus fuerzas militares a partir de los 18 años), en un país donde el mero hecho de pisar una tierra ocupada y regada de sangre ya constituye una legitimización al sionismo. En este caso lo más grave es que cualquier habitante israelí acceda gustosamente a participar de dar una imagen de país que combate el bullying, mientras se extermina a la población palestina, es en ese punto donde nunca podremos empatizar con Israel mientras siga utilizando la guerra y la propaganda haciéndonos creer que en esas tierras no ocurre ningún genocidio.