No es ningún secreto que la historia la escriben quienes vencen.
El nacimiento de Argelia como Estado tras tres siglos de dominación otomana y más de un siglo de colonización francesa, dice la historia, tiene un primer preámbulo cuando, en mayo de 1945, un número indeterminado de argelinas fueron masacradas por colonos armados por el ejército francés o por los propios militares y, consecuentemente, no pocas argelinas se echaron al monte. El segundo preámbulo fue el cambio ofensivo de las nacionalistas argelinas, el 1 de noviembre de 1954, pasando del maquis a los atentados urbanos (sin renunciar al monte) y anunciándolo todo bajo el paraguas de un Frente de Liberación Nacional que, dos años después, absorbería a dos de las principales organizaciones argelinas (la UDMA y el PCA). Durante más de siete años –sigue la historia– el FLN dirigiría esa guerra contra Francia hasta conseguir llevarla a la cumbre de Évian-les-Bains que permitirían pactar esa independencia, consagrada en 1962.
En la foto de ese proceso de independencia, sus padres: el político Ferhat Abbas, los militares convertidos en un Gobierno Provisional de la República Argelina, como A. Ben Bella o K. Belkacem, y militares a secas como H. Boumédiène o M. Boudiaf. La letra pequeña de la historia nos recuerda que estos últimos se impusieron a partir de 1965 y enviaron a las demás a la muerte, la prisión o el destierro (en los casos en que no habían sido ya enviadas), pero apenas hablan de las otras independentistas.
Las seis personas que fundaron el FLN, delegadas a su vez de otras dieciséis («el grupo de los 22») pertenecían al MTLD o Movimiento por el Triunfo de las Libertades Democráticas, pero un sector del MTLD había sido en gran parte relegado junto con su principal fundador, Messali Hadj.
Ahmed Mesli, verdadero nombre de Messali Hadj, nació tal día como hoy de 1898 en una familia pobre de la ciudad de Tlemcen o Tremecén. En aquel entonces, Francia seguía oscilando entre tendencias colonialistas duras y otras más suaves, que pretendían favorecer la asimilación de la población indígena, musulmana y judía, tendencia esta última que enfurecía a los colonos más supremacistas. Estos últimos llegaron a plantearse una Argelia independiente para asegurarse de que Francia no reconociera a las indígenas los mismos derechos y oportunidades que las francesas; si bien este «independentismo blanco» no fue reprimido, como lo sería el indígena. Volviendo a Mesli/Messali, el servicio militar obligatorio le llevaría a Francia, donde descubrió el racismo y la superior calidad de vida de la clase trabajadora metropolitana sobre la colonizada, pero donde también conoció a Émilie Busquant (1901-1953). Busquant, anarcosindicalista, le da a conocer el marxismo y, tras una cierta simpatía por el nacionalismo turco kemalista, Messali se acerca al PCF y acaba uniéndose al partido, al igual que al sindicato revolucionario CGTU (escisión de la CGT protagonizada por anarquistas y, sobre todo, por leninistas). En esta época en que, bajo el liderazgo de Stalin, la KomIntern atacaba el colonialismo, los magrebíes del PCF crearon la ENA (Estrella Norteafricana), organización que les aglutinaba en el seno del PCF, pero en función de su problemática específica, como una especie de sección francesa del Partido Comunista de Argelia. Luego vendría el distanciamiento por el que la ENA sería finalmente expulsada tanto del PCF como del PCA (algún miembro del PCA, como Albert Camus, abandonaría el partido en solidaridad con las expulsadas) y la ENA sería ilegalizada dos veces (1929 y 1937) por el gobierno francés. Precisamente en tiempos del Frente Popular francés (1936-38), del que formaba parte el PCF, la ENA idearía la futura bandera argelina –según algunas fuentes, fue Émilie Busquant quien la diseñó– y aquella segunda ilegalización y la detención de sus líderes tuvo por respuesta la creación de una nueva organización, el Partido Popular Argelino o PPA.
La historia del PPA como tal (1937-1946) y del MTLD (1946-1954), que fue su refundación tras la ilegalización de 1939, la segunda guerra mundial y las matanzas de 1945, va en paralelo a la de Hadj y Busquant: detenciones, destierros, persecución. Ciertamente, otras corrientes también se propagaron, como la UDMA, laicista y republicana, más arraigada entre la clase media argelina o el PCA, que consideraba la descolonización algo secundario en las épocas frentepopulistas de la KomIntern (1934-1939 y 1941-1945) y que, quizá por ello, tenía entre los pieds-noirs –las argelinas de ascendencia francesa, española, etc., que constituían en torno al 10% de la población– tanta o más influencia que entre las indígenas –el 90%–. No obstante, y cada vez más, la causa de la clase trabajadora argelina indígena era el independentismo de ENA, PPA y MTLD y aún más lo era entre las argelinas de Francia, pero este movimiento aparentemente cohesionado se basaba en realidad en una ambigüedad sobre cuestiones importantes a nivel de identidad (relaciones entre árabes y bereberes, dilema entre laicismo o identidad islámica) y la relación entre las diferentes instancias organizativas.
En medio de este panorama y haciendo frente a pucherazos electorales y represión, factor que siempre dispersa núcleos y dificulta que se coordinen, Messali y sus partidarios cayeron en la falsa solución del dirigismo consagrado (llegando al puro culto al líder) y acabaron separándose del resto del MTLD y cavando sus propias tumbas.
Con otro sector lanzándose a la insurrección armada y el poder colonial lanzándose a la represión, incitando a todas las nacionalistas a cerrar filas en torno a ellas, al sector messalista se le puso difícil seguir oponiéndose. Se refundaron como MNA, que en un principio era Movimiento Nacional Argelino, si bien se rebautizarían Movimiento Norteafricano (1957), entendiendo que el internacionalismo era muy necesario y tanto más después de que la independencia de Marruecos y Tunicia parecía utilizarse para aislar la «cuestión argelina». Con el recién nacido FLN dotándose de estructura y de discurso político, la UDMA, el PCA y el MNA fueron llamados a elegir: con el FLN o contra él. Los dos primeros eligieron disolverse y llamar a sus militantes a integrarse en el FLN, mientras que el MNA se negó. Más aún, a partir de 1956 el MNA aprovechó su fuerza en Francia para crear la Unión Sindical de Trabajadores Argelinos, USTA, que intentaría enlazar la lucha de liberación nacional con las luchas laborales de las trabajadoras de Francia, argelinas o no. Eso supuso una competencia con la CGT, cercana al PCF, que, sumada al rechazo tanto de la influencia que ejercía el nasserismo egipcio sobre el FLN como a la posible influencia de la URSS, facilitó el doble enfrentamiento de la USTA con la sección de argelinas de la CGT, la AGTA, y el sindicato del FLN, la UGTA.
Contra los panfletos y pancartas de USTA y MNA y el apoyo de grupitos como el Movimiento Libertario del Norte de África, el FLN tenía el altavoz diplomático nasserista (Egipto, pero también todo un movimiento panárabe), eficaz a la hora de internacionalizar su causa mientras emprendían una campaña de asesinatos de miles de militantes y líderes rivales tanto en Francia como en Argelia. El resultado, llegadas las negociaciones de Évian, fue la negativa del FLN a incluir en ellas al MNA, su aceptación por los representantes franceses y un MNA diezmado. La independencia sería finalmente pactada, seguirían los ajustes de cuentas entre líderes y militantes independentistas y la inmensa mayoría de judías argelinas y de pieds-noirs huirían de su país, al igual que lo intentarían aquellos soldados que habían combatido en el ejército francés (los llamados harkis, perseguidos en Argelia y abandonados por Francia). El país se convertiría en una dictadura de partido único, más bien reacio a cualquier democratización, construido en torno a una identidad árabe (a despecho de las tuareg y bereberes) y musulmana y con una relación confusa con la religión que, junto a sus otros problemas, facilitaría que las primeras elecciones libres (1991) dieran lugar a una guerra civil de años.
Entretanto, Ahmed Mesli había muerto en Francia, sin poder volver a su tierra y sin que se le reconociera la nacionalidad hasta un mes antes. Había muerto, también, idealizado por sus simpatizantes y derrotado en un terreno como el de la historia, que alienta crímenes, pero no admite errores.