Por Abendsen
El proceso electoral burgués que se practica en la época del sistema capitalista es conocido por significar muy poco para la solución de los problemas de la vida, que en gran parte, fueron impuestos por la burguesía misma. Cierto es, que poco importan los colores de partidos y las propuestas que solo son un instrumento demagógico que poco o nada ha cambiado a lo largo de las últimas décadas. En fin, lo inútil de las campañas políticas ya ha sido argumentado, probado y confirmado, solo queda decir que por eso hablamos de “elecciones”.
Sin embargo, evitar el analisis colectivo de lo que rodea a este proceso ha sido un error casi cíclico del anarquismo mexicano. Al menos en México, las elecciones son la cara pública de las pugnas entre los diversos sectores de la burguesía. Hoy, como ayer, las empresas nacionales y extranjeras buscan apoderarse de los recursos naturales que nos quedan, para lograrlo siempre han intentado posicionar a familiares o políticos con quien es más fácil negociar, hecho que se les ha facilitado con la dinámica de las candidaturas independientes que ya no queda duda que fueron creadas unicamente para ésta clase.
La situación se vuelve mucho más complicada con la participación del narco, quienes funcionan como fuerzas paramilitares, al servicio del gobierno y las empresas, que se han encargado de desplazar gente para extraer recursos naturales con mano de obra esclava adquirida tras más de una década de desapariciones.
Claramente la situación se recrudece en tiempos de “elecciones” y mientras los grandes medios se entretienen con declaraciones dignas de una mala comedia, la burguesía con el narco –su brazo armado- se encargan de imponer su política con sangre. Para esto tienen tres blancos claros: políticos incómodos, periodistas conflictivos y gente que lucha dignamente.
El primer caso llama la atención porque demuestra la afirmación que se hizo más arriba de la lucha entre sectores de la burguesía, incluso dentro de su propio circo no encuentran solución más que la sangre, consideran que cuesta más negociar con alguien incómodo que simplemente quitarle la vida. Reflejo de esto, para abril del presente año ya se habían registrado en el sexenio de Peña Nieto 73 alcaldes asesinados, no imagino como se reaccionaría en otros países pero definitivamente es un cantidad de personas alarmante.
Durante la jornada electoral que vivimos, es decir, desde septiembre del año pasado hasta hoy, han ocurrido alrededor de 90 asesinatos a candidatos y precandidatos, tanto de la izquierda como de la derecha, hombres y mujeres, incluso del partido en el poder. En la nota de la BBC que aquí referenciamos se hace una breve alusión a que los grupos delictivos son mandados por los gobernadores, cosa que se sabe pero pocos dicen o hacen algo al respecto. Pero claramente nadie saldrá a defender la vida de los alcaldes, ya volveremos al por qué.
Quizá el trabajo de periodista, si se hace bien, es uno de los trabajos más peligrosos en México. Desde años atrás la muerte de periodistas en el país ha sido apuntada, difundida y criticada pero poco se ha hecho al respecto. Tomando como marco el sexenio del actual presidente Peña Nieto, se han registrado más de 40 periodistas asesinados, la gran mayoría de los asesinatos siguen sin resolverse, aunque pareciera que todos fueron perpetrados por un mismo culpable: el narco y ante el narco nadie hace más preguntas.
La extracción de recursos, el desplazamiento, la desaparición, el feminicidio, homicidio y en general la baja calidad de vida de la mayoría de los mexicanos encuentran fuerzas que se le oponen dentro de la misma gente, siendo los pueblos indígenas y las mujeres las principales fuerzas colectivas que se oponen -intencionalmente o no- al Poder del capital en el México actual. Muchas veces esto resulta en muerte.
Recientemente lamentamos la muerte de Manuel Gaspar Rodríguez miembro del (MIOCUP – CNPA MN), el secuestro del Concejal Catarino Aguilar Márquez y Noé Aguilar Rojas, el arresto de Fidencio Aldama Pérez de la comunidad de Loma de Bácum en la Tribu Yaqui y el asesinato de tres compañeros del CODEDI, siendo solo algunos casos, limitándonos a referenciar solo los últimos tres meses del año y enfocándonos en la lucha del CNI así como las organizaciones que lo conforman, pero la lista de presxs, desaparecidxs y muertxs asciende conforme vamos rompiendo los límites de las siglas.
El seguimiento de cada caso es imposible, la creación de listas generales de presxs, asesinatos o desapariciones es impensable. Por lo que nos tenemos que conformar con un pequeño análisis sobre el por qué dicha situación no genera una situación general de movilizaciones superando las divisiones infructíferas de la Izquierda, trataré de limitarme a explicarlo con los casos que acabamos de presentar.
Creo que la principal causa, volviendo al tema de que nadie defenderá la vida de los alcaldes, es ver a quien se culpa. Culpar al narco –desde el 2006- es la salida más fácil, culpa al narco y nadie dirá nada, culpa al narco y ensuciaras la imagen, con una imagen sucia –es decir, con la criminalización de las víctimas- no vale la pena salir a pedir justicia. Esto lo quisieron hacer con los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, pero funciona mejor con alcaldes y diputados que por estar en el poder razones sobran para sospechar su conexión con el narco.
Esto también aplica para el caso de periodistas donde un simple artículo sobre la actividad que reina en el país pueden ser motivo de asesinato y después prueba que justifica dicho acto. Y en el caso de quienes luchan dignamente ni siquiera se necesita una prueba, ni una justificación, ya que en las comunidades indígenas y rurales del país narco-Estado-Inversión Privada se muestran a plena luz del día como un mismo ente. La ciudad no está excenta de este problema, pero suele manifestarse más en la cárcel que en el asesinato, como sería el caso de lxs anarquistas en la cárcel o más recientemente el arresto de León Fierro.
Queda preguntarnos ¿Por qué la gente de las ciudades no reacciona ante las inclemencias de la vida en el campo? Para empezar, por la existencia misma de dicha dicotomía. La falsa dicotomía entre lo rural y lo urbano, sumado al extremo individualismo que se desarrolla en este último, mantiene a las luchas separadas. Las organizaciones sociales (anticapitalistas o no) han fallado en el análisis de la situación y tras más de 10 años de guerra no han sido capaces de responder de manera apropiada.
Después de la jornada de lucha popular en el 2006 y la jornada de movilización electoral del 2012, lo que de manera general llamaremos la Izquierda urbana, sufrió un divisionismo tremendo que le impidió hacer frente a los megraproyectos y a la guerra, dándose cuenta ya muy tarde de que son dos caras de un mismo enemigo. Conforme han avanzado los años pareciera que dicha fragmentación se refleja en la infinitud de información que se genera día con día sobre luchas, eventos, opiniones, nuevos colectivos, nuevas centrales, pero ninguna ha sido capaz de mantener una influencia que se refleje en actos de resistencia efectivos.
Mientras esto pasa en las ciudades, en los campos y montañas del país se va forjando la propuesta del Congreso Nacional Indígena quienes han utilizado la coyuntura electoral para llegar a todos los medios de comunicación y así buscar no la unificación, sino la organización de la enorme diversidad étnica del país. Hoy hay cada vez más comunidades que asumen la bandera del CNI como una alternativa y como un apoyo real ante las embestidas del capital no solo en el sur del país, también crece su presencia en el centro y el norte. Presencia que no se limita a los pueblos originarios, también tuvo su impacto en el movimiento de las mujeres convocando al histórico Primer Encuentro Internacional, Político, Artístico, Deportivo Y Cultural de Mujeres Que Luchan.
Desafortunadamente en la Izquierda urbana el ejercicio “electoral” del CNI fue excusa para generar aún más divisiones –la mayoría de ellas basadas en el ego o la ignorancia y no en la crítica- dificultando de manera importante los proyectos que el CNI buscaba plantear una vez logrado el primer paso. Afortunadamente las personas reunidas en el CNI hace mucho comprendierpn que no dependen de nadie y plantean una continuación de su digno proceso de lucha.
Sobre todo esto los candidatos -a cualquier puesto- callan. Callan porque saben que cualquiera de sus propuestas no serán más que continuaciones de lo que ocurre pero con diferente color. Colores que representa a un sector específico de la burguesía. Tanto el PRI (Burguesía “revolucionaria”[i]), el PAN (Burguesía católica), Morena (Pequeña burguesía) y los independientes (Burguesía norteña y la de la costa del pacífico[ii]) reproducen un silencio inhumano ante las atrocidades que acabamos de mencionar.
Insisto que ante dicho silencio se debe abandonar toda esperanza por un cambio institucional y quienes den un paso firme en dicha dirección se encontraran con el ejemplo del CNI para avanzar en las luchas locales, superando egos y divisiones que solo nos han desarmado en contra del crudo avance capitalista. Es hora de empezar a analizar los conflictos de México como Estado-nación desde una visión estratégica que nos permita responder efectivamente a todo lo que acabamos de describir y todos los horrores que no pude mencionar desde la horizontalidad y el antiautoritarismo.
[i] “Revolucionaria” en relación de que son los hijos y nietos, o al menos dignos herederos, de la burguesía que triunfa tras el proceso revolucionario y posrevolucionario (1910-1940), tiende al neoliberalismo como todas las demás.
[ii] La primera representada en el candidato presidencial Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco” y la segunda por Pedro Kumamoto, candidato al senado por el estado de Jalisco.