Por Cosaco Libertario
He venido reflexionando sobre la okupación tiempo atrás, quizás desde hace varios meses, quizás un año. Y creo precisa hacer patente una visión crítica a los espacios okupados, a esos Centros Ocupados, Espacios Liberados o cualquiera de esos eufemísticos nombres que toman unos pequeños espacios donde priman ideologías anticapitalistas. Y es que en el fondo no son más que eso: espacios donde las personas de carácter anticapitalista se reúnen para realizar sus actividades propias dentro de un sistema capitalista.
Es preciso ponernos en situación, y por lo tanto, definir los conceptos y encajar la crítica en el espacio que le corresponde.
Definiremos la ocupación como el acto de ocupar aquello que no pertenece, de forma titular[1. Hace referencia a la titularidad legal], al ente ocupante(persona física, persona jurídica, colectivo, federación, estado…). A raíz de ese término, podemos destacar que la ocupación de inmuebles es el acto de ocupar un inmueble que no pertenece, de forma titular, al ocupador. Las ocupaciones de inmuebles tienen como origen diversas causas, entre las que destacamos:
- Ocupación famélica: similar al hurto famélico, es la reapropiación o expropiación de un bien inmueble para la satisfacción de una de las necesidades más básicas, como es el derecho al techo y al hogar. Hoy en día, la FAGC nos ha brindado una gran ocasión de asistir a una ocupación famélica no de hogares individuales, sino una construcción de una comunidad bajo este precepto.
- Ocupación política: Ocupación que cumple con la estructuración de nuevas formas políticas.
- Okupación: ligada al Movimiento Okupa, la ocupación de inmuebles vacíos con fines diversos. No incluimos en el movimiento okupa las ocupaciones de terrenos, pues estamos analizando inmuebles.
- Ocupación estratégica: La toma de un bien inmueble que cumple funciones estratégicas. Esta ocupación suele ser parcial, pues suele ser una herramienta de intercambio: se libera el inmueble con las condiciones que los ocupantes establecen.
La okupación
Uno de sus primeros exponentes fue la Ciudad libre de Christiania, un espacio militar que decidió tomarse como espacio público. En el estado español surgen los primeros CSO (Centros Sociales Okupados) en los años 70, concretamente a partir del 75. De estos proyectos, muchos estaban enfocados a prácticas pedagógicas, como GITE-IPES (Gau Skola), que pretendía ser una Universidad Popular; otros enfocados a la búsqueda de un espacio que aglutinara toda esas luchas políticas, sindicales, sociales y culturales que requerían un local desde el que proyectarse, como Auzotegi Kultur Etxea; y muy al hilo de esta, las reapropiaciones de edificios sindicales, como el Salón Buenaventura, inmueble expropiado por el franquismo que la CNT reapropió. Otros, como Kan Badina, eran espacios dedicados a la acogida de inmigrantes, o Minuesa, que era una imprenta.
Como hemos apuntado, estas prácticas se realizan con edificios abandonados, generalmente pertenecientes a corporaciones, bancos o municipios. Avanzando en el tiempo, dando un salto radical hacia lo que nos compete, venimos a nuestro tiempo. Un tiempo en que las siglas nos permiten conocer qué tipo de espacio nos asiste:
- C – Centro
- E – Espacio
- S – Social-Sociocultural
- O – Okupado
- r – re
- rO (reOkupado)
- A – Autogestionado, aunque en escasas ocasiones Anarquista
- L – Liberado
Las okupaciones contemporáneas.
Las okupaciones hoy día tienen como principales temáticas el ocio, la difusión cultural y la práctica a pequeña escala de economías colaborativas. Dichas temáticas se desenvuelven de la siguiente forma:
- Ocio: talleres, conciertos, cenadores…
- Difusión cultural: charlas, bibliotecas, talleres (también), teatro…
- Economías colaborativas [2. han surgido también nuevas formas de economía colaborativa fuera de esta gestión obrera, y muchas con fines lucrativos: blablacar, Wallapop… No hago referencia a estas economías, y soy reticente a llamar a estas economías autogestionadas] : Gestión de tiendas y mercados populares (tiendas gratuitas, entre otras), gestión de espacios dedicados a la productividad (huertos), guarderías…
Cabe destacar una última categoría, que no por ello es la menos frecuente: espacio político. Y efectivamente, esta categoría podría incluirse aglomerando a las demás, pero no lo haremos, queriendo destacar de esta clasificación que sirve como punto de encuentro entre individuos afines, aglomera y cede espacios a colectivos de diversas tonalidades políticas. Hoy los tonos que más visten estos espacios o centros son el violáceo y el negro, aunque el rojo también tiñe algunos de estos.
Crítica a los espacios okupados
Entendiendo la óptica que los espacios asisten, y los beneficios que los espacios o centros aportan al movimiento revolucionario, escribo esto sin mayor afán que una revisión para el empleo de los espacios okupados.
La okupación como proceso individualista
Dichos espacios, por lo general, y como ya apunté antes, tienen un profundo carácter individualista: tienden a aislarse de la sociedad y a creer en una panacea que no es tal. Se pierde más tiempo en la gestión de estos espacios, en intentar mantener el espacio puro que en la transformación (social) real. No asume contradicciones, y pretende erradicarlas en su seno, perdiendo de vista la causa de dichas contradicciones. Veamos cómo la pregunta de antes puede ser explayada: ¿Y ahora que tenemos un espacio libre de machismo, libre de capitalismo, libre de cualquier autoridad… qué? ¿Supone alguna transformación real, en la sociedad? ¿O si muere el espacio, morirán las conductas, y con esas personas, las ideas de ese espacio? Una característica de las revoluciones exitosas en su totalidad son aquellas que han sido capaces de perdurar en el tiempo, aunque sea bajo causas que no merecen sino mi más sincero desprecio y mi firme rechazo, aunque sea desde la perspectiva histórica: la revolución liberal de 1789, que implantó el sistema vigente; la revolución de octubre de 1917, que no sólo perduró en el tiempo, sino que es añorado aún su resultado en los países en que vivió. Y precisamente esa es una de las mayores taras a las que nos enfrentamos como movimiento libertario: Cómo perdurar en el tiempo, más allá de viejas glorias y magníficos libros.
Capital, estado y okupación
Cabe cuestionarse que estos centros sean realmente parte de algún proyecto revolucionario. La decisión de no pagar para abordar un espacio y darle un uso en actividades revolucionarias no es el hito al que hago referencia, pero esta no es una decisión profundamente anticapitalista: en los cuadros de contabilidad de cualquier empresa aparecen reflejados extravíos, pérdidas y robos, es decir, es algo inherente a su sistema, pues es considerado en las empresas una tara que asumir, al igual que el código penal castiga el delito contra la propiedad individual o colectiva, pues conocen las limitaciones de su propio sistema y apuntalan esos fallos (la cárcel no muestra sino el fracaso del estado como sistema, pero esa es otra cuestión).
El capitalismo como sistema económico se ha caracterizado por su versatilidad: ha sido capaz de tomar la autogestión y ponerla bajo su nombre. No una autogestión integral, pero sí bajo figuras económicas como las cooperativas, autónomos… es decir, ha sido capaz de apropiarse del concepto autonomía y hacerle parcialmente suyo. Y, por lo tanto, es también capaz de integrar estos espacios como forma propia: allí donde las personas se reúnen y tienen un falso sentimiento de libertad. Falso, sí, porque la libertad, lejos de ser una abstracción individual, es una necesidad colectiva. Parafraseando a Mijail Bakunin[1. M. B. (1871) Dios y el Estado, Capítulo Dios y el Estado.]:
“Yo no soy verdaderamente libre más que cuando todos los seres humanos que me rodean, hombres y mujeres, son igualmente libres. La libertad de los demás, lejos de restringir o de negar mi libertad, es, por el contrario, su condición necesaria y su confirmación. Me vuelvo libre, en el verdadero sentido, sólo gracias a la libertad de los demás: cuanto mayor es el número de personas libres que me rodea y más profunda y más grande y extensa su libertad, más profunda y mayor se torna la mía. […]”
Es decir, cuando las personas ven la panacea en la liberación del espacio, o en su mantenimiento, o simplemente sus aspiraciones revolucionarias tratan de una actividad en un espacio con un capitalismo y un estado cada vez más restrictivo circundantes, entonces dichas personas han perdido aspiraciones revolucionarias. El cambio en un espacio puede ser útil, siempre y cuando sea centrífugo, no centrípeto.
Otro de esos puntos que ha abordado el capitalismo de forma excelente es la permanente perfección de la productividad, a costa de investigaciones y experimentos sociológicos. Entre otros, podemos hablar de uno de sus pioneros, Elton Mayo, que descubre que dotando de descansos estratégicamente situados a los trabajadores, estos tienen mayor productividad. Así, estos espacios cumplen una labor similar, como apunta Slavoj Žižek [2. S.Z. (2013) 6th subversive festival. Link aquí.]. En ese espacio con aparente libertad, que se visita durante el tiempo libre de las personas, cumple una labor productiva excelente: libera las tensiones entre los más radicales, les dota de una falsa apariencia de autonomía y les limita la acción a un espacio cerrado, en el cual las molestias que estos puedan causar son un problema inferior que hagan uso de la calle como espacio liberador. Entra el segundo factor [3. El segundo en aparecer por el orden en que he decidido estructurar este artículo, no por orden capital.] (siendo el primero el capitalismo): el Estado.
Ha sido el sueño de cualquier Estado reducir a los grupos revolucionarios a espacios limitados de una forma tan eficaz. Sacar a los elementos radicales de la calle, espacio tradicional de los trabajadores [4. David Whitehouse (2012) Los orígenes de la policía. Link aquí.], es su mayor conquista. Forma casi parte de una estructura penitenciaria, que además puede servir como punto de partida para la incorporación de drogas [5. @Nen__17 (2016) La guerra química del Estado, a través de las drogas. Link aquí.], si así fuese necesario, y reducir aún más la actividad de quienes enarbolan la causa revolucionaria.
Pese a ello, existe represión en el ámbito. Los espacios okupados generalmente se someten a desahucios constantes o a amenazas de desalojo. Se entiende desde una óptica del conflicto permanente: si el estado logra aparentar que estos espacios tienen tintes ilegalistas o revolucionarios, y que este los persigue con ahínco, consigue que la actividad revolucionaria se vuelque con, para y por los espacios okupados. Esto no significa que en los espacios no se realicen hitos revolucionarios, o que en ellos no se encuentren los revolucionarios, sino que explica cómo el estado embrolla y orquesta la disminución de actividad revolucionaria.
El falso sentimiento de autogestión o economías anticapitalistas
Antes me mostré desconfiado a llamar a las economías vigentes en estos espacios autogestionados, y ahora lo hago con llamarlas anticapitalistas. La autogestión no es un hecho aislado, sino una economía hecha de personas liberadas de cualquier opresión, pues la mayoría de estas afectan a la economía, como la del hombre por el hombre (capitalismo o estatismo) o la cultural (roles de género). La economía es la administración de los recursos y su distribución, y los apelativos que suelen acompañarla (socialista, capitalista…) indican el cómo ha de hacerse. La autogestionada es aquella que es de, por y para los productores. Estos centros no poseen una economía tal, pues sufren inferencias de fuera (no han decidido la moneda para dicha administración), los recursos primitivos (o la materia prima) ha sido adquirida por lo general, o bajo mano de obra de trabajadores asalariados y comprados con moneda que no se ha decidido. Podría seguir escribiendo sobre ello, pero nos alejaría del asunto que nos compete.
La economía que en estos centros se lleva es más parecida a las economías colaborativas antes citadas, pero sin ánimo de lucro (aunque las economías colaborativas no llevan intrínseco el ánimo de lucro): es la colaboración de personas que comparten capacidades o recursos para satisfacer dichas necesidades.
Los centros como bastiones revolucionarios
Los espacios okupados son una buena herramienta que hay que explotar con sus debidos usos. Los usos que hoy se les dan son merecedores de halagos, pero a su vez favorecen lo que anteriormente he citado. Tenemos que dotar a estos espacios de una lucha política más intensa.
La analogía de estos espacios con bastiones es muy necesaria. Estos espacios tienen que estar preparados para ser defendidos, ¡en efecto! Pero también tienen que ser centros neurálgicos de ataque. No se puede sostener una lucha revolucionaria de la defensa de espacios. Tampoco se puede argüir que la toma de estos ya es por sí un ataque, pues como antes dije es una falacia. De la defensa sólo se espera no ser derrotado, con el ataque hay esperanzas en las victorias.
¡Que los centros acojan a los forajidos! ¡Que los centros acojan a los ilegales!
¡Que sean bastiones revolucionarios, y no obras caritativas!