La propaganda opinativa, debido al impacto de las redes virtuales globales, se constituye en opinión pública generalizada, y ayuda a banalizar cuestiones importantes, calma la indignación y se desvalorizan situaciones sociales de gravedad, como por ejemplo podrían ser la segregación de menores en las fronteras estadounidenses, o la muerte continuada de inmigrantes en el mar Mediterráneo.
La libertad de expresión actualmente carece de relevancia práctica en el funcionamiento global del mundo, ni su coerción ni su defensa a ultranza sobrepasan el puro plano abstracto, la libertad de expresión ha sido exiliada de un mundo en el que se controla, desde las instituciones educativas y medios de comunicación, nuestra libertad de pensamiento, paso previo a la libertad de expresión. Por censura en nuestros días no debemos imaginar el ocultamiento premeditado o la negación de informaciones, al menos no tan solo en esos términos. Sino que la información es lanzada públicamente de manera masiva, adaptada a unas concepciones ciudadanistas y desprovistas de cualquier análisis profundo o crítico.
Actualmente no se censura la información como se ha venido haciendo históricamente desde la aparición de la prensa generalista en el siglo XIX y en el siglo XX con el desarrollo de los medios de masas, ya que actualmente en el marco legal de los países sería muy mal vista la coerción de esa libertad de expresión; sin embargo, se ha configurado una estrategia que tiene el mismo objetivo que la censura: evitar que la información provoque una acción directa y toma de conciencia en nuestras vidas cotidianas. Para evitar la respuesta social a la censura, se ha establecido otro tipo de censura con unas características distintas pero la misma finalidad; se potencia la sobrecirculación de múltiples informaciones para que no sean asimiladas por la sociedad. La nueva censura consiste en la puesta en movimiento de un circuito de informaciones inmenso que quedan en un limbo de superficialidad y espectáculo como mercado. Esto significa que se inhibe el potencial activista social ligado al conocimiento de información, se torna en una actitud pasiva de consumidores de información.
Compartimos un texto en facebook o twitter y ya creemos haber cambiado nuestras vidas, sin haberlo debatido e incorporado verdaderamente a nuestros esquemas mentales y actitud diaria. El origen de por qué existen las noticias falsas responde directamente a esta sobreinformación, todo es noticiable, todo es falseable, todo aporta a la generación de un continuado estado de shock que promueva la inacción. Las noticias falsas son una herramienta más inserta en esta estrategia de los lobbies comunicativos, que promueven la sobrecirculación de informaciones, favorecen que todo aparezca confuso, que la verdad sea infravalorada y quede en entredicho continuamente, fomentan la desconfianza absoluta en cualquier información, es decir, que nada parezca verosímil. Entre tantísimo volumen de información actualmente, siendo mucha de ella puro marketing y propaganda, es bastante difícil encontrar la verdad. La investigación periodística pasa a segundo plano, tan solo se generan clichés, etiquetas y lemas lanzados para confundir y enturbiar análisis político-sociales profundos.
Si nada es creíble, nada es cierto, pero al mismo tiempo también puede ser todo cierto, creando un espacio de confusión y un agujero negro para el periodismo. El lanzamiento de las noticias falsas no parte de ninguna institución ni grupo empresarial concreto, pero sí de la superestructura de dominio en su conjunto, no tiene su origen una explicación ligada a alguna teoría conspirativa, sencillamente la estrategia planificada se traslada de arriba a abajo, y se pone en marcha por los mismos consumidores de informaciones, que facilitan su acceso a través de las redes sociales a un nuevo estatus de creadores de noticias. La sociedad se convierte a la vez en productora y consumidora de noticias, sin importar cuánta verdad hay detrás de las mismas, creando así un mercado de información que aumentan la crisis de nuestro modelo de vida desesperado y frenético, y genera una suculenta acumulación de capital a quienes recogen los beneficios de ese flujo.
Tener información se ha desvinculado de tener un correcto conocimiento sobre nuestro contexto social inmediato, a través de la tecnología se favorece la creación de apariencias de convivencia, vínculos virtuales efímeros y deshumanizados, que evitan el compromiso comunitario y nos lanzan al confort más individualista. El imperio de la superficialidad y la ficción de nuestras vidas, de momento, va ganando terreno, y en nuestra mano se encuentra que esto cambie de sentido.