Carmen y Lola es una película dramática española de 2018 dirigida por Arantxa Echevarría. Fue seleccionada para la pantalla en la Quincena de Realizadores del Festival de Cine de Cannes 2018. El Festival Cinespaña de Toulouse cerró la 23ª edición el 14 de octubre con la proyección de este filme. Además, la película consiguió la Violeta de Oro a la mejor película, logrando además otros dos galardones, el de Moreno Borja como mejor actor y el premio del público.
Sinopsis: Carmen es una adolescente gitana que vive en el extrarradio de Madrid. Como cualquier otra gitana, está destinada a vivir una vida que se repite generación tras generación: casarse y criar a tantos niños como sea posible. Pero un día conoce a Lola, una gitana poco común que sueña con ir a la universidad y dibuja graffitis de pájaros para evadirse de un futuro que parece que ya le está escrito. Carmen desarrolla rápidamente una gran complicidad con Lola, y ambas tratarán de llevar hacia delante su romance, a pesar de los inconvenientes y discriminaciones sociales a las que tienen que verse sometidas por su familia.
El primer largometraje de ficción realizado por esta directora no podría haber tenido un éxito mayor, aunque estando aún en cartelera este filme, aún debe cosechar muchos debates, críticas y seguramente galardones en festivales cinematográficos. Después de comenzar hace ocho años dirigiendo cortometrajes, Arantxa Echevarría ha reunido a un grupo de mujeres en torno a ella, desde la música a la fotografía, y por supuesto, actrices no profesionales que interpretan la narración de esta historia de manera sublime. Una película hecha con mimo cinematográfico, y rabia social para romper tabúes: son mujeres que se empoderan, son gitanas y son lesbianas; en definitiva conforman un sujeto profundamente político hecho a base de resistencias invisibles y cotidianas.
Lola encarna a una gitana madrileña que vive con su padre, su madre y su hermano pequeño en el barrio de la UVA de Hortaleza; una adolescente que imagina otras vidas posibles a la única que su condición de mujer la ofrece socialmente, una joven con vocación de profesora, que ansía poder ser lo que ella quiera, incluso ornitóloga si quisiera. Y es que Lola dibuja hermosos graffitis de pájaros en vuelo, una metáfora de que ella desearía ser ave para volar alto y escapar. Es una feminista sin carnet que acaba sentenciando de manera visceral: ‘Odio ser mujer’, ‘porque por ser mujer solo puedo tener hijos, tener marido, y tener casa para fregar’. ‘Y es que las gitanas, por no tener,no tenemos ni sueños’.
Carmen es también una joven gitana que vive en el barrio de Vallekas, ha dejado los estudios y está a punto de casarse con un gitano de Villaverde tras un acuerdo pactado entre las familias de ambos. Conocer a Lola en el mercado donde sus padres tienen un puesto le abre todo un abanico de nuevas formas de sentir, relacionarse y verse en el mundo. Apegada en un principio al rol que le otorga su cultura social, se abre en ella una brecha que decidirá agrandar hasta tirar el muro, gracias a la ayuda y acompañamiento de Lola, con quien descubrirá que verdaderamente no la sirve en absoluto asumir un futuro como peluquera y buena esposa, el cliché ‘es lo que hay, ya no la sirve ni lo quiere en su vida. Ambas se enamorarán, se apoyarán mutuamente, pero sobre todo descubrirán que la libertad en el contexto que viven solo podrá otorgársela la una a la otra si permanecen unidas.
La familia tradicional es su campo de batalla, deberán enfrentarse cada una con sus propias armas, que son comunes, y con sus experiencias como mujeres sometidas pero nunca derrotadas. La intimidad de ambas protagonistas es presentada en un montaje excepcional, que casi recuerda a una película documental. Los diálogos elaborados, las interpretaciones con verdadero alma, la fotografía costumbrista o los escenarios madrileños de extrarradio (Hortaleza, Suanzes, Vallekas, Moratalaz…) con solares polvorientos y pasos a nivel que atraviesan el ambiente suburbano, son elementos vivos en la película que no solamente construyen una narración verosímil, sino que lo hacen de manera bella y cuidada. La sensación tras aparecer los créditos en la pantalla es de haber visto un peliculón de cine social como hacía tiempo no se disfrutaba.
La perspectiva antropológica hacia la cultura gitana es sensible y consciente, refleja la vida en las asociaciones vecinales, en sus casas, en la iglesia evangélica… y las dinámicas internas en la comunidad y en los barrios. La crítica social se inserta perfectamente en la narración poética de una historia de ficción y conforman un todo indivisible. El filme no pretende recrearse en el morbo del cliché cultural gitano, tampoco en el de la violencia y agresión machista explícita, pero quedan muy bien retratadas en el desarrollo narrativo. Cuando una periferia urbana estrangulada y sin futuro, perpetúa sobre estas dos mujeres el arrastre de una tradición que las impide ser, la búsqueda de nuevas periferias como horizonte a conquistar se vuelve una necesidad vital.
Carmen y Lola forman el equipo perfecto para transmitir una tierna naturalidad, rebeldía y emocionarnos sin artificios cinematográficos rebuscados. Una película realizada desde el respeto al colectivo gitano, con gran sensibilidad cinematográfica y la clara intención de ser una fotografía social y cultural.