Un bloque conservador a la ofensiva es el monstruo que nos esperaba tras el retroceso de un lustro de movilización popular que se inauguró en aquel ya lejano 15 de mayo de 2011. Y no parece que el monstruo vaya a detenerse, más bien al contrario. En unos días empieza el juicio al procés, en el que VOX es acusación particular, así que podemos esperar semanas en las que el foco mediático va a centrarse en un marco especialmente prolífico para la derecha. Lo cierto es que estamos en 2019 y, aunque hemos vivido una larga travesía de movilización descendente desde 2016, sin duda estamos mejor que hace una década. Los consensos que durante años han cosido fuertemente el régimen posfranquista se han roto. El rey y la constitución son herramientas para la derecha con una legitimidad mermada. El bloque conservador, que comparte todo él altavoces e ideas-fuerza, pretende cerrar las fugas de agua mediante el miedo, la apelación nacionalista y la creación del enemigo (los malos españoles, rojos, homosexuales y separatistas, y los migrantes). Este bloque conservador no es más que una respuesta autoritaria a un ciclo de luchas democratizadoras liderado por el feminismo, las mareas por los servicios públicos, la lucha contra los desahucios y por una vivienda digna, las protestas contra la corrupción, las movilizaciones de los pensionistas… Nos quedan las herramientas construidas en estos años, los saberes aprendidos y compartidos, los avances logrados. Como demuestran las huelgas llevadas adelante y ganadas en los últimos tiempos, tenemos fuerzas y capacidad para detener el reflujo y, con estrategia, plantar cara a los reaccionarios.
La izquierda parlamentaria (principalmente Podemos y sus confluencias) juega un papel contenedor de las opciones más regresivas, al menos mientras mantenga su apoyo electoral. A pesar de no haber logrado por el momento modificaciones legislativas en temas como la ley mordaza o políticas de vivienda y empleo, es de reconocer su papel en la caída del gobierno de Rajoy y en plantear cuestiones a raíz del pacto presupuestario con el PSOE (subida del salario mínimo, subida del impuesto de patrimonio, límites a la especulación en alquileres…). Su presencia ha colaborado en ocasiones a trastocar la agenda mediática, volcada a menudo sobre Venezuela o Catalunya, redirigiéndola a debates más propicios (vivienda, alquileres, feminismo, empleo…). Por supuesto, esto también habría sido imposible sin el trabajo de organizaciones sociales como PAHs o sindicatos de inquilinas y movimientos sociales como el feminismo o las luchas de los jubilados. Entre tanto, Podemos ha cometido errores varios, que junto a las peleas internas y al abandono de sus propuestas más radicales han contribuido a desmovilizar a distintos grupos de sus votantes. El último giro táctico de Errejón en la Comunidad de Madrid, buscando protegerse bajo el ala de Carmena de una derrota que se anticipaba más que probable, es un movimiento defensivo que apela a las clases medias y coacciona a las personas trabajadoras y a la izquierda porque carecemos de referentes políticos fuertes. Por mucho que se revista de un ejercicio de democracia y aperturismo (y tiene fácil hacerlo, dado el centralismo autoritario a la interna de Podemos) lo cierto es que Carmena representa para la izquierda madrileña el cesarismo, el desprecio por la democracia interna y una política social-liberal característica del PSOE. Repito que nuestro mayor problema es carecer de referentes políticos (no necesariamente electorales) que disputen y tensionen desde la izquierda. Y ahí tenemos trabajo que plantearnos. En el ayuntamiento de Madrid la Bancada municipalista trata de levantar una alternativa electoral, pero quizá haya que volcar esfuerzos más allá de lo inmediato para avanzar seriamente.
El último giro táctico de Errejón […] apela a las clases medias y coacciona a las personas trabajadoras y a la izquierda porque carecemos de referentes políticos fuertes.
Al final tampoco podemos desligar buena parte de los problemas en Podemos a la falta de movilización social: Es cuando cunde el derrotismo y el miedo que crecen los desacuerdos, tal como ha ocurrido tras los resultados en Andalucía. Repetidamente se ha culpado a Podemos de vaciar las calles, pues bien, ahora somos los que apostamos por el poder popular quienes debemos mirarnos el ombligo. Algo debemos estar haciendo mal quienes consideramos que es el pueblo organizado quien debe liderar los procesos de cambio si eso no está ocurriendo. Hay que reorganizarse y construir referentes mediáticos y liderazgos populares en los movimientos sociales, y dejar de culpar a la socialdemocracia de su papel, siempre previsible. El camino de criticar al otro para excusar nuestras debilidades es un camino que no nos lleva a nada.
Respecto a las organizaciones sociales revolucionarias, han experimentado un crecimiento indudable en la última década. Gracias al empuje del feminismo, los sindicatos revolucionarios convocaron con éxito una jornada de Huelga General el pasado 8 de Marzo, pro primera vez sin contar con los sindicatos mayoritarios. A pesar de los conflictos internos en las centrales sindicales, a los que habría que dedicar un artículo aparte, éstas han incrementado su afiliación y su militancia en los últimos tiempos. Hemos vivido huelgas importantes contra empresas como Deliveroo, Amazon, o las VTCs. También se han constituido sindicatos barriales que cubren problemas locales de trabajo y vivienda, si bien su relación con los sindicatos clásicos está aún por determinarse, y no estamos en condiciones de duplicar esfuerzos o malgastar fuerzas. De todos modos, aún queda mucho por hacer para instalar en la sociedad española una cultura sindical y militante. Como referente, el feminismo sí ha logrado impulsar un cambio importante en el sentido común de la sociedad, instalando en la mayoría social una perspectiva feminista que será dificil de alterar a pesar del rearme ideológico machista y reaccionario. Además, las mujeres se han dotado de asambleas en barrios y pueblos de toda la península, así como a la interna de las organizaciones sociales, demostrando una capacidad organizativa y un empuje ejemplares. Este trabajo organizativo, que contribuye densificar la red popular, es fundamental y anticipa beneficios inmediatos, por ejemplo, en la unidad de acción entre centrales sindicales lograda de cara al 8M.
uno de los objetivos prioritarios en el futuro a corto plazo es descubrir cómo mantener y ampliar dicha red popular desde el resto de frentes: vivienda, barrios, ecologismo, migración, antifascismo, juventud… Para ello hacen falta propuestas, liderazgo para implementarlas y un mayor esfuerzo organizativo
Sin duda alguna uno de los objetivos prioritarios en el futuro a corto plazo es descubrir cómo mantener y ampliar dicha red popular desde el resto de frentes: vivienda, barrios, ecologismo, migración, antifascismo, juventud… Para ello hacen falta propuestas, liderazgo para implementarlas y un mayor esfuerzo organizativo. Ante amenazas profundamente entrenlazadas como el fascismo, el capitalismo desatado o las previsibles crisis ecológicas no podemos permitirnos que esa red se deteriore.
Finalmente, como decíamos, en unos días comienza el juicio al procés. A falta de capacidad para desplazar el debate, Catalunya volverá a centrar el foco mediático. En ese marco, que nos fracciona a los libertarios y a toda la izquierda española, es importante responder con una propuesta capaz de dar respuesta al conflicto y de seducir a sectores amplios de la sociedad española y catalana. En el marco del conflicto territorial, los libertarios deberíamos recuperar la memoria del iberismo e incluso el republicanismo federal, apoyados además en el ejemplo que nos provee el confederalismo democrático en el Kurdistán. Los libertarios en España no podemos caer en el dogmatismo al oponernos a la ruptura que se plantea desde Catalunya (y dogmatismo es atacar al independentismo escudándonos en que defienden la creación de otro Estado), pues el proyecto confederal exige defender sin excusas el derecho a la autodeterminación de los pueblos. Democracia, autodeterminación y confederalismo deben ser las ideas fuerza a ondear en este contexto, levantando un proyecto que reconozca el derecho a decidir del pueblo catalán, que pueda recabar apoyos diversos en la izquierda y que sirva de ariete contra la monarquía.
Esa perspectiva internacionalista de derecho a la autodeterminación debe aplicarse también a la situación geopolítica. Estamos viviendo un intento de golpe de Estado imperialista en Venezuela gracias al apoyo de gobiernos fascistas como el de Bolsonaro en Brasil. Ante esta situación, nuestra postura debe ser la solidaridad con el pueblo venezolano, la defensa del chavismo crítico firmemente socialista y la condena de cualquier intervención armada por parte del bando imperialista. La postura de injerencia tomada por distintos gobiernos, reconociendo a alguien no electo o bien exigiendo convocatorias de elecciones al gobierno electo, es inaceptable. Algunos esperarán ver a renglón seguido de estas líneas una condena del gobierno de Maduro, o algo en la línea equidistante que han mantenido (por desgracia) algunos compañeros esgrimiendo lemas como “Ni Trump ni Maduro”. Esto demuestra la hegemonía de la derecha en nuestra visión sobre Venezuela. En España, en 1936, los militantes obreros de los que nos sentimos herederos tomaron las armas en defensa de la República, a pesar incluso de sucesos como Casas Viejas; y siguieron combatiendo bajo la bandera republicana incluso cuando el gobierno traicionó a la revolución, porque eran conscientes de lo que se jugaban si ganaba el enemigo. Hoy que ninguno vamos a jugarnos el tipo para defender por las armas a Venezuela, donde bajo el gobierno bolivariano florecen con relativo éxito las comunas y el poder popular, al menos tengamos la decencia de no entregar más munición argumental a la derecha.
En definitiva, el desafío de los próximos tiempos es recuperar los ánimos y establecer objetivos para recuperar el liderazgo de la izquierda. En lo organizativo, resulta urgente asentar las organizaciones políticas que apuestan por la democracia socialista y el poder popular (Embat, Apoyo Mutuo, la Federación Estudiantil Libertaria, entre otras): extenderlas por el territorio, establecer frentes prioritarios de lucha, impulsar un programa práctico de formación de militantes, optimizar una política de comunicación que construya referentes populares (tanto individuales como colectivos) y proyecte nuestro discurso. Estas organizaciones, que son hoy el germen del nuevo impulso organizativo libertario, deben contribuir a dinamizar los movimientos y organizaciones sociales, para lo cual se requerirá más pronto que tarde establecer una política de alianzas constructiva y transformadora, que nos permita engranar con el resto de la izquierda (Izquierda Castellana, Anticapitalistas, Endavant, Poble Lliure, PCE, Comunes, Podemos, Sortu…) en lo local y lo regional. Todo este trabajo nos permitirá a los anarquistas contribuir al movimiento popular y difundir el programa revolucionario en la misión de transformar el país. Esa contribución deberá concretarse en mejores prácticas organizativas y de lucha, en el paso de asambleas, colectivos y movimientos sociales a verdaderas instituciones populares que influyan positivamente en la vida de la mayoría de la gente. En resumen, hacer de los centros sociales, las asambleas de barrio, los sindicatos, los colectivos feministas, los medios de información alternativos, las asociaciones de vecinos, los pueblos ocupados, las organizaciones ecologistas, las empresas de la economía social y tantos otros espacios un poder popular democratizador y socializante. Esa es la misión en los tiempos que vienen: levantar institucionalidad popular, construir un pueblo fuerte, empujar en la transformación del país de acuerdo con el ideal anarquista, es decir, hacia una vía radicalmente democrática, confederal, feminista y ecologista; y tratar de hacer de este proyecto el centro del debate político. Sólo un amplio espacio popular transformador, con una base sólida sustentada en el poder popular, puede plantar cara a una derecha a la ofensiva.