El 1 de enero de 2019 se cumplieron 25 años del histórico levantamiento indígena de los y las zapatistas en Chiapas, su despertar del mundo y que un cuarto de siglo después conviene repasar. Porque en Europa el conocimiento de este proceso queda velado por unos códigos de lenguaje, que si bien inteligibles, nos llegan distorsionados por el peso del pensamiento occidental y nuestras propias marcas de lucha. Tras la conmemoración del levantamiento zapatista en 1994, estos gritaron al mundo que se sentían solos y solas, y ahora es a los pueblos del mundo a quienes nos corresponde contestarles que no han estado ni estarán solos en su caminar.
Una historia de siglos de resistencia.
La historia del EZLN comienza en noviembre de 1984, sin embargo, podríamos afirmar que los y las zapatistas recogen un legado de lucha y resistencia de varios siglos en América, y concretamente en México, primero contra el exterminio español y su colonia, después contra la burguesía liberal. Sin perder la perspectiva de este tiempo largo, es evidente que este caminar neozapatista, y que tomaron nombre de Emiliano Zapata y la actuación particular de su grupo social en la Revolución Mexicana de 1910, contiene ya una historia propia a caballo entre el siglo XX y el siglo XXI. Si bien el EZLN recogía un bagaje de lucha insurgente inspirada en las clásicas guerrillas de liberación nacional de corte marxista; ese grupo inicial confluyó en unos principios básicos que no surgieron de convencer a la población indígena de sus posturas, sino al revés, fueron las comunidades originarias mexicanas quienes dotaron de un sentir y contenido político al EZLN.
Según lo expresado en textos y escritos como ‘La sexta declaración de la selva Lacandona’, fechado a comienzos del verano de 2005, los principios básicos del zapatismo podrían resumirse en los siguientes: La defensa de derechos colectivos e individuales que han sido negados históricamente a los pueblos indígenas mexicanos. Tratar de construir o reconstruir otra forma de hacer política, con honestidad y dedicación en favor de un pueblo mexicano incluido bajo la justicia y la libertad social. El tejido de una red de resistencias y rebeldías internacionales en nombre de las comunidades sociales y en contra del capitalismo como sistema criminal contra los pueblos.
Durante los años que comprenden su fundación y el levantamiento del 1 de enero de 1994, desarrollaron su crecimiento y evolución en varios ámbitos; el primero, y fundamental, fue en el terreno ideológico, el segundo en la preparación táctica como ejército insurgente. Su influencia creció en el territorio de Chiapas, demarcación estatal mexicana al sureste del país. En el año 1993, se celebró una votación en sus bases y las comunidades indígenas implicadas, que determinó que el EZLN debería hacer la guerra al Estado mexicano, y ese momento sería el primero del año 1994, coincidiendo con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Un acuerdo entre los tres países norteamericanos: Canadá, EE.UU. y México; tomada como una declaración de guerra contra los pueblos. El objetivo de este levantamiento insurgente era atacar simultáneamente cuatro cabeceras municipales y otras tres más al paso, reducir a las tropas policiacas y militares en esas plazas y asaltar dos grandes cuarteles del Ejército federal. Unos tres mil milicianos y milicianas consiguieron en tan solo doce días de enero situar de nuevo a los pueblos originarios de México en una coyuntura protagonista internacionalmente. Este levantamiento organizado tácticamente logró en parte el principal objetivo, que no era la clásica toma del poder por parte de la guerrilla, sino hacer una declaración oficial del guerra al capitalismo en su periferia y advertir de que los pueblos indígenas tenían las armas para defenderse.
Negociaciones y camino zapatista tras el levantamiento.
El día 12 de enero, el presidente Carlos Salinas de Gortari ordenó un alto el fuego unilateral del ejército en Chiapas; y el EZLN, que había aceptado una Comisión de Paz, propuso una agenda de cuatro puntos para negociar, y estableció, mediante un comunicado, la agenda para iniciar la negociación. Unas negociaciones que se alargarían en el tiempo, y que el EZLN siempre bajaría las decisiones a sus bases, dando ejemplo de otra forma de hacer política, y respondiendo así a las imposiciones y la militarización del territorio por parte del gobierno mexicano. Las bases zapatistas continuaron durante ese año y el siguiente proponiendo soluciones de paz para los pueblos indígenas, y una transformación radical de las maneras de gobernarse. Tal vez se encuentre extraño no haber mencionado hasta ahora al Subcomandante insurgente Marcos (en la actualidad conocido como Subcomandante Galeano), símbolo de lucha y resistencia del EZLN que muchas personas han pretendido especular sobre su origen e identidad. Sin embargo, Marcos han sido todos y todas las zapatistas, que han acabando construyendo un mito literario del héroe; y mientras la parte más mediática se ha centrado en ese asunto y otros de la sociedad del espectáculo, las bases zapatistas han seguido silenciosamente creando su camino.
El día 10 de febrero de 1996, se clausuró el Foro Nacional Indígena en San Cristóbal de las Casas, con la propuesta de integrar una nueva organización, que posteriormente se conocería como el Congreso Nacional Indígena. El 16 de febrero de ese mismo año, los y las zapatistas y el gobierno federal firmaron los Acuerdos de San Andrés sobre Derecho y Cultura Indígena, por los que el gobierno se comprometía a reconocer a los pueblos indígenas en la Constitución. En octubre de ese año, el EZLN resolvió enviar a la comandanta Ramona a la Ciudad de México, para participar en el acto del 12 de octubre del Congreso Nacional Indígena. Durante el acto, la comandanta Ramona pronunció, en el Zócalo capitalino, un discurso que terminaba con la frase: “nunca más un México sin nosotros”. El 22 de diciembre de 1997, cuarenta y cinco tzotziles (pueblo originario mesoamericano) simpatizantes del EZLN fueron asesinados por un grupo paramilitar armado en Acteal, una comunidad situada a cincuenta kilómetros de San Cristóbal. Estos hechos se conocerían como la Matanza de Acteal, y quedaron impunes.
Mucha ha sido la violencia ejercida hacia los y las zapatistas en estos años, desde los asesinatos de Severiano y Hermelindo Santiz López y Sebastián Santiz Gómez, a manos del ejército mexicano el 7 de enero de 1994 en el Ejido Morelia, Altamirano, Chiapas; a la muerte del maestro Galeano, el 2 de mayo de 2014, a manos de integrantes de la CIOAC-Histórica en La Realidad, Chiapas; pasando por Gilberto Jiménez Hernández, ejecutado a sangre fría por un soldado del ejército, perteneciente a la Fuerza de Tarea “ARCOIRIS”, en 1995 cerca de la comunidad de La Grandeza. Y, a pesar de esto el EZLN, ha demostrado que su levantamiento era mucho más en serio y con mayor profundidad de lo que muchas personas pensaron. En la ya mencionada ‘Sexta declaración de la selva Lacandona’, el EZLN decidió deponer las armas, que no entregarlas, y quienes las utilizaron, de una manera criminal terrible hasta nuestros días fueron los grupos narcotraficantes, que bajo el marco de la Guerra contra el narcotráfico declarada por el gobierno mexicano, entre unos y otros, han dejado un reguero de sangre y desapariciones forzadas que se cuentan en cientos de miles.
El 21 de diciembre del 2012, decenas de miles de bases de apoyo del EZLN marcharon en silencio por cinco ciudades del estado de Chiapas: Ocosingo, Las Margaritas, Palenque, Altamirano y San Cristóbal. Horas después de la marcha, se difundió un comunicado del Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del EZLN en forma de poema, en el portal Enlace Zapatista.
Caracoles zapatistas y organización de las mujeres.
Ya desde el 2003 se crearon las bases de la autoorganización política zapatista, los caracoles y las juntas de buen gobierno, regiones organizativas de las comunidades autónomas zapatistas para establecer contactos y estrategias de lucha comunes con otros grupos de México y pueblos en lucha internacionalmente contra el capitalismo. Desde estos caracoles se han implementado planes integrales de acción social: educación y pedagogía, sanidad, labores cooperativas y respeto al medioambiente. Para los y las zapatistas la transformación ha de serlo desde la raíz; por eso han iniciado hace ya años una triple acción política que trata de sembrar las bases de la sociedad que desean los pueblos libres. La autonomía política representacda en esas Juntas de Buen Gobierno y el Congreso Nacional Indígena. Y la iniciativa de dos festivales internacionales: el encuentro ‘CompArte’, para imaginar otros mundos posibles; y el encuentro ‘ConCiencias’, donde se reúnen miles de personas anualmente para recuperar la ciencia del pueblo y para el pueblo. Es bien conocido ya para algunas personas la filosofía zapatista del ‘caminar preguntando’, ellos y ellas no frenan, siguen caminando con su honestidad y principios como bandera de los pueblos originarios, y preguntándose cuál es el rumbo que necesitan tomar tras verse en perspectiva sus propios pasos.
La participación de las mujeres zapatistas en el levantamiento y en el proceso de autonomía ha sido protagonista desde el comienzo; tanto es así que en los territorios zapatistas, mencionado por mujeres nacidas ya en el seno de dichas comunidades, se ha conseguido aquello que parece impensable en otras sociedades: que las mujeres crezcan sin miedo. Y esto no es solo un deseo en el país con el mayor número de feminicidios, sino una realidad en Chiapas, difundida por miles de mujeres en el Encuentro Internacional que tuvo lugar el año pasado en el caracol de Oventik con motivo del 8 de marzo. Las zapatistas saben que derrocar al capitalismo sin hacer lo propio con el patiarcado no sirve de nada, porque es una lucha contra todas las desigualdades.
Los y las zapatistas nos regalan estas palabras: ‘Queremos un mundo donde quepan muchas resistencias, no una Internacional de la resistencia sino una bandera policroma, una melodía con muchas tonadas. Si aparece disonante es porque el calendario propio de abajo está todavía por armar la partitura donde cada nota encontrará su lugar. La historia está lejos de terminar, la esperanza se encuentra en la supervivencia de la humanidad contra el neoliberalismo.’