Esta misma semana, Brigitte Vasallo pasó como un ciclón por Madrid, la charla en la librería Traficantes de Sueños fue fugaz e intensa por igual. Habló clara, directa e invitando a hacer saltar por los aires la construcción del amor romántico, o de princesas Disney, como ella misma lo denomina. Defiende la necesidad de crear conocimiento y pensamiento crítico que no pase por la Universidad y las redes académicas. Si bien ese conocimiento puede disfrazarse, nunca debe abandonar las posiciones y el lenguaje del lugar de donde nace, no confundir el disfraz con la piel ni caer en una traición a la clase a la que pertenecemos. Se trata de producir conocimiento sostenible para todo el mundo.
Brigitte Vasallo nos compartió un mensaje claro: Otras formas de vida y de relacionarse son posibles a través de la creación de redes de afectividad. De esta idea deriva una crítica hacia el poliamor o el amor neoliberal que se nos ha vendido como alternativa progre a las relaciones monógamas. De esto mismo nos habla su libro ‘Pensamiento monógamo, terror poliamoroso’ de la editorial La Oveja Roja; donde analiza la monogamia como un sistema de jerarquía.
Mientras crece el análisis al sistema patriarcal y se desgranan paso a paso cada una de sus violencias, los feminicidios continuan sucediendo cada semana sin actuar con herramientas o medios eficientes para atajar esa sangría. Según la propia Brigitte deben establecerse puntos de fuga a la violencia patriarcal, construir los medios necesarios para huir cuando se desarrolla una relación de violencia, crear una red afectiva.
La monogamia para ella no queda definida por la cantidad de parejas que tenemos ni por la exclusividad sexual. La monogamia es un sistema que no da alternativas a relacionarse afectivamente más que en sus propios códigos, es decir, la jerarquización y la autoridad de arriba abajo. Cuando pensamos en amor, pensamos exclusivamente en relacionarnos en pareja, el sistema ha monopolizado con su mirada estructural como una apisonadora.
Lo que define la monogamia es la jerarquía. Desmontar la monogamia es desmontar ese recorrido de jerarquía y autoritarismo. La exclusividad sexual, por lo tanto, cae por su propio peso al escoger otras maneras de relacionarse.
Siempre pretendemos alcanzar la horizontalidad desde la pureza ideológica, el asambleísmo como fin y no como medio nos ha comido terreno, necesitamos confiar y delegar en nuestra red de apoyo. La monogamia distribuye por importancia nuestras relaciones afectivas, poniendo en el núcleo a nuestra pareja reproductora.
También dice Brigitte que la pareja es una eterna promesa de felicidad cotidiana asentada sobre la necesidad de cuidados. Pero desde nuestra mirada de cultura occidental, también debemos pensar quiénes y desde qué privilegios podemos romper la pareja. Ni se acaba con el patriarcado individualmente, ni desde polidramas en los centros sociales okupados, se tira abajo colectivamente desde la realidad práctica cotidiana.
Si tú no tienes el control de tus vínculos, entonces lo tiene el sistema; frente a ese amor neoliberal, y a esa presunta libertad para elegir el consumo de cuerpos y de emociones bajo el slogan de ‘yo voy a mi bola’, se propone la responsabilidad emocional, y la libertad asimilada desde unos principios libertarios. Se hace necesario romper el sistema sin el desfase que llevamos incorporado porque no nos traslada a ningún espacio emocional sano.
La gestión de los deseos en el sistema monógamo es ineficiente, hasta tal punto que si realmente se realizara una buena gestión de los mismos, no tendría razón de ser la cultura de la violación presente de manera continuada. La cuestión del autoestima desde la individualidad y al mismo tiempo desde el colectivo social es la clave para reconocer que, nuestra vida no depende de si nos miran o no por la calle, y que el rechazo de alguien no es a nosotros como individuos de manera excluyente. Frente a ese panorama tenemos la posibilidad de concretar-comunicar(nos) mejor con nuestra red afectiva, rescatar la sexualidad y follar con responsabilidad. Percatarnos de los límites que nos marca nuestro propio cuerpo, e indagar para en todo caso desactivar el límite, no saltárselo sin hacer caso a las señales que nos manda. El límite no se establece como una delgada línea, sino como una franja donde debemos cuidarnos colectivamente.
Brigitte, por lo tanto, propone deconstuir la identidad de ‘ser pareja’, siendo responsables en practicar el poliamor que podamos, no el que acabamos por no controlar y que termina estableciéndose como una imposición por el autoconvencimiento individual o por la presión del guetto ideológico que frecuentemos. No lanzarnos a vínculos para los que no estamos en absoluto preparadas, si decidimos tener un tipo de relación determinada que sea consciente.
Ella afirma que actualmente ya no se dejan las relaciones, sino que se amargan y se abandonan. Nos descuidamos continuamente, y en cambio nos exigimos trabajarnos para cumplir el decálogo de la buena poliamorosa. Estos procesos de abandono y sustitución suelen dejar en el camino cadáveres emocionales, por lo que se vuelve una necesidad poner límites no autoritarios como líneas de vida y autoprotección.
A los afectos hay que quitarles riesgos y dolores, sin robarle intensidad al proceso. Desarmarse de follar mal, desactivar las idealizaciones que deben cumplir con los cánones establecidos por el sistema monógamo. Desmontar la idea de pareja parece fácil en este siglo XXI de las relaciones efímeras, sin embargo siempre encontramos resistencias ante los discursos reaccionarios que son más fáciles de identificar, los progresistas son más complicados porque infiltran el mismo discurso de idea de pareja de manera edulcorada. La idea clave de todo esto es clara: No descuidar nuestras relaciones, ya sean enfocadas a lo sexual o no, cuidar las afectividades. Pensar a qué amores damos importancia y a cuáles no, y por qué lo hacemos de esa manera.
Y conste que no lo digo yo, es palabra de Brigitte, con los pies en el suelo y con mucho afecto…