El 10 de abril se cumple el centenario del asesinato de Emiliano Zapata, uno de los más destacados campesinos y guerrilleros de la Revolución Mexicana (1910-1917), símbolo de la resistencia rural e indígena en este país. Integrado en el movimiento revolucionario, estuvo al frente del Ejército Libertador del Sur, y fue impulsor de las luchas sociales y demandas agrarias. Este grupo revolucionario de Emiliano Zapata, junto al Partido Liberal Mexicano, fundado por los hermanos Flores Magón con claras influencias anarquistas, fueron las dos entidades sociales que durante el periodo revolucionario en México defendieron la propiedad comunal de las tierras y el respeto a las comunidades indígenas, campesinas y obreras de México, frente a la oligarquía y el latifundismo de los hacendados del Porfiriato, régimen político dictatorial mexicano en torno a la figura de Porfirio Díaz.
Emiliano Zapata, junto a Pancho Villa, Comandante de la División del Norte en la Revolución Mexicana, fueron excluidos del Congreso Constituyente de 1917, si bien fueron los vencedores tácticos de la contienda, serían los jefes políticos de las facciones conservadoras o reaccionarias quienes impusieron el triunfo político en el proceso revolucionario, es decir, se puede afirmar que quien venció fue la contrarrevolución, germen ideológico del futuro PRI que se matuvo por más de siete décadas en el poder en México.
Zapata nació en el seno de una familia campesina en Anenecuilco, un pueblecito del pequeño estado de Morelos en el centrosur del país, viviendo desde su infancia las injusticias que causaban los hacendados contra las familias campesinas humildes a quienes robaban con total impunidad las tierras. Quedó huérfano a la edad de quince años, trabajando de arriero y labrador desde adolescente debió huir de su pueblo natal en 1897 tras ser reprimido, encarcelado y liberado a punta de pistola por uno de sus hermanos, Eufeminio Zapata.
En 1906 asistió a una junta de campesinos en Cuautla para discutir la forma de defender sus tierras frente a los grandes hacendados colindantes. Su rebeldía lo condenó al reclutamiento forzado en el Ejército federal durante 1908, y en septiembre de 1909, Emiliano Zapata fue elegido líder de la Junta de Defensa de las tierras de Anenecuilco, donde se comenzaría a analizar documentos que se originaron en el virreinato que acreditaban los derechos de propiedad de los pueblos sobre sus tierras, los cuales habían sido negados por las Leyes de Reforma a mediados del siglo XIX, cuando se trataba de constituir un campesinado de clase media y afín a la nueva economía liberal.
Debido a un litigio en su pueblo con la hacienda del Hospital, los campesinos no podían sembrar esas tierras hasta que el tribunal resolviera, sin embargo, en 1910 Emiliano Zapata y otros hombres de confianza ocuparon las tierras comunales para ser trabajadas por los campesinos. Tras ser declarado bandolero, y debiendo huir en repetidas ocasiones del gobierno, la situación mexicana se aproximaba hacia un enfrentamiento armado contra el dictador Porfirio Díaz. Su opositor político, Francisco Madero, había sido perseguido y forzado a exiliarse antes de presentarse a unas elecciones que trataban de perpetuar en el poder nuevamente a Díaz, lo que motivó el levantamiento armado. En el inicio de la Revolución Mexicana en 1910, Emiliano Zapata lidera la toma de tierras y la liberación de muchos pueblos, como Cuautla en mayo de 1911, y le convierten en líder del Ejército Libertador del Sur.
Mientras tanto, comprueba que políticos burgueses como Francisco Madero tan solo aspiran a un cambio de poder sin ninguna pretensión de transformación social, por lo que se firma el Pacto de Ayala, con un fuerte contenido revolucionario. Durante el gobierno maderista las tomas de tierras campesinas y las acciones de Zapata fueron rápidamente reprimidas, el gobierno controlaba las ciudades, y la guerrilla se fortalecía en las áreas rurales. Pero ni la brutalidad represiva ni los gestos reformistas encaminados a restarle apoyo lograrían debilitar el movimiento zapatista, que se mantuvo en guerra contra la dictadura militar de Victoriano Huerta (1914) y contra el constitucionalista Venustiano Carranza (1916) en los años posteriores en una guerra de guerrillas.
Es bien famosa la fotografía de Pancho Villa y Zapata en Palacio Presidencial en la Ciudad de México, símbolo de su entrada en el corazón político del país, y sin embargo el objetivo de Zapata no era ocupar un sillón presidencial sino la revolución social y agraria. Ante la imposibilidad de acabar con el movimiento de Zapata le tendieron una trampa: Haciéndole creer que Pablo González, fiel carrancista, iba a pasarse a su bando y que les entregaría municiones y suministros, el coronel Jesús Guajardo, que dirigía las operaciones gubernamentales contra él, logró atraer a Zapata a un encuentro secreto en la hacienda de Chinameca, en Morelos. Cuando Zapata, acompañado de diez hombres, entró en la hacienda, los soldados que fingían presentarles armas lo acribillaron a quemarropa. Moría el hombre, pero continuaba el mito.