Agosto del 2021 marca el inicio de un nuevo ciclo político en el Norte Global que ya vino anunciándose en el 2020 con la pandemia. Durante este verano hemos presenciado fenómenos climáticos extremos de calor e incendios incontrolables tanto en la zona mediterránea como en Siberia y Norteamérica. A nivel geopolítico seguramente lo que más está dando que hablar y lo que más cambie el mapa geopolítico global sea la toma del poder de los Talibanes. Estas semanas las opiniones en las redes sociales giraban en torno a Afganistán. De repente, el mundo comenzaba a mirar hacia ese país tomado por un grupo fundamentalista.
Este evento dará mucho que hablar. De entrada, ya marcan varias cosas: el declive de la influencia norteamericana y el auge gigante asiático China como nueva superpotencia global. Rusia que comparte frontera con Afganistán también se han sentado a negociar junto con China. La tragedia anunciada para la población afgana está sobre la mesa, y la amenaza del uso de los flujos migratorios y refugiados por parte de países vecinos como Turquía contra la UE también es otro punto que va parejo al auge de la ultraderecha en Europa.
En lo que respecta a la población afgana, hay mujeres que formarán la resistencia contra el nuevo régimen talibán, así como iniciativas de solidaridad internacional iniciada por una federación anarquista afgana e iraní. Veremos en los siguientes meses cómo se irá desarrollando la resistencia.
Los conflictos geopolíticos, la crisis a todos los niveles (climática, económica, migratoria, de recursos, social…) y el auge de las ideologías totalitarias como la ultraderecha y el fundamentalismo nos deja un futuro complicado y lleno de incertidumbres. En este nuevo curso político se prevén, a parte de fenómenos climáticos extremos, un posible aumento de flujos migratorios, la precarización del mundo laboral que se anuncia ya en Grecia con su nueva reforma laboral, más despidos colectivos y desahucios.
Ante todo ello no nos queda más que luchar y construir pueblo. En un escenario más local, en este curso político, además del ámbito laboral y de vivienda, cobrarán importancia las luchas en defensa del territorio, desde la España vaciada por la preservación de los montes amenazados con el pelotazo de las renovables, hasta la defensa del delta del Llobregat frente a la ampliación del aeropuerto del Prat.
El anarquismo ha de resolver el problema de falta de claridad política para afrontar el nuevo ciclo que está llegando. Tenemos a nivel general un movimiento popular muy disperso y atomizado. Nuestro papel sería generar alianzas y darnos un programa para así articular un movimiento popular estructurado y cohesionado como sujeto político desde un proyecto socialista libertario. Ésta es la unidad popular: la convergencia de los movimientos sociales de diferentes ámbitos (laboral, vivienda, territorio, LGTBIQ+, migración, feminismos…) con un programa de mínimos compartidos. Para ello hace falta que el anarquismo sea una opción política capaz de activar un nuevo ciclo de luchas con un horizonte revolucionario, que a través de la inserción social consigamos aumentar nuestras fuerzas como clase trabajadora. Como anarquistas, hemos de superar la división y la atomización articulando un movimiento político estructurado de organizaciones: organizaciones políticas, estudiantiles, juveniles, no-mixtas, ecologistas, sindicales…
Esto significa quitarnos los principales lastres como la mitología alrededor de la CNT histórica impuesta desde la CNT del exilio y anclados en el pasado, de la misma manera que sus formas espectaculares de la lucha que están lejos de ser ejemplos palpables de construcción popular, y en su lugar se manifiesta en la estética del disturbio y lo contracultural, dejando el anarquismo como una bella utopía, un estilo de vida, una filosofía política o simplemente rebeldía adolescente. Otro gran problema es el relevo generacional. Las nuevas generaciones que entran en contacto con el anarquismo, en buena parte lo hacen por lo estético y vivencial retroalimentando estas viejas miserias mientras que la militancia más veterana se aleja cada vez más de lo libertario por su incapacidad política.
Por ello es vital un cambio en la cultura política y militante para recuperar el anarquismo como ideología, praxis y proyecto político actual, aprendiendo y superando los errores del pasado para ser capaz de articular grandes movimientos de masas, revoluciones sociales e implementar sociedades libres y soberanas desde el socialismo libertario.