[Entrada publicada originalmente en Revista Crisis]
Hace cerca de un mes, el peruano Mario Vargas Llosa afirmó –emocionado- en la Convención Nacional del Partido Popular español, en la Sevilla, que:
“Los latinoamericanos saldrán de la crisis cuando descubran que han votado mal. Lo importante de unas elecciones no es que haya libertad en esas elecciones, sino votar bien y votar bien es algo muy importante porque los países que votan mal, como ha ocurrido con algunos países latinoamericanos, lo pagan caro”.
La Convención del principal partido de la derecha española consistió en una cadena de eventos en distintas ciudades, en los que el líder del Partido Popular, Pablo Casado, pretendía revalidar su previsible candidatura a las próximas elecciones. Para tratar de mostrar músculo político y apoyos, la derecha española invitó a su Convención a personajes como Vargas Llosa, Nicolas Sarkozy (expresidente francés condenado por corrupción) o el exmandatario español José María Aznar. Este últim también hizo una clara referencia burlesca a lo que pensaba respecto de las manifestaciones indigenistas y anticoloniales del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador:
“Se ha cumplido el 200 aniversario de la independencia de México, enhorabuena. Pero usted, ¿cómo se llama? Andrés Manuel López Obrador. Andrés por parte de los aztecas, Manuel por parte de los mayas, López es una mezcla de aztecas y mayas… Y Obrador, de Santander” (Aznar 2021).
El liderazgo de Casado en el Partido Popular está siendo contestado por la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, Isabel Díaz Ayuso. Díaz Ayuso acaba de conseguir una clara victoria en las elecciones autonómicas madrileñas en base a un discurso populista “desacomplejado” y cercano a la retórica del ala trumpista del Partido Republicano norteamericano. Sus apelaciones a la “libertad” frente a las restricciones sanitarias impuestas por el gobierno para tratar de controlar la pandemia de Covid-19, y su continuada política de declaraciones gruesas y provocaciones verbales, la han convertido en una posible candidata a suceder a Casado en la dirección de la derecha nacional, lo que ha desatado una guerra abierta en el Partido Popular de la Comunidad de Madrid.
El pasado 6 de noviembre, Isabel Díaz Ayuso recibió, con aires presidenciales al presidente ecuatoriano, Guillermo Lasso, con las siguientes palabras: “Es un honor recibir a un Gobierno como otros que también nos han elegido para hacer un alto en el camino, como hizo el presidente Guaidó de Venezuela, o hace poco el presidente de Colombia, Iván Duque”. Lasso, obviamente emocionado, afirmó seguidamente que acoge los consejos de Ayuso “como dos piedras preciosas que voy a guardar en mi corazón y en mi alma”. Ayuso hace su propia política exterior, incluso en ocasiones en conflicto con los posicionamientos del Ministerio de Asuntos Exteriores español.
Pero el Partido Popular no es la única organización política española que está apostando por extender su influencia y sus lazos de colaboración con la derecha latinoamericana. También hace cerca de un mes, la Fundación Disenso, vinculada con el partido ultraderechista español Vox, hizo pública la llamada “Carta de Madrid, en defensa de la libertad y la democracia en la Iberósfera”. Como firmantes de este manifiesto figuran numerosos militantes de organizaciones ultraderechistas de distintos países, como la portuguesa Chega, o la italiana Fratelli d´Italia. También numerosos políticos, activistas y personajes conocidos de la derecha latinoamericana. Entre ellos cerca de una veintena de ciudadanos ecuatorianos, entre los que se incluyen el ex director de la Inteligencia del Ejército, Mario Pazmiño Silva, varios asambleístas nacionales del Partido Social Cristiano (Gabriela Weber y Henry Kronfle) y la coordinadora de la red Vida y Familia, Amparo Medina, entre otros. La tesis principal del manifiesto es la siguiente:
“Una parte de la región está secuestrada por regímenes totalitarios de inspiración comunista, apoyados por el narcotráfico y terceros países. Todos ellos, bajo el paraguas del régimen cubano e iniciativas como el Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla, que se infiltran en los centros de poder para imponer su agenda ideológica. La amenaza no se circunscribe exclusivamente a los países que sufren el yugo totalitario. El proyecto ideológico y criminal que está subyugando las libertades y derechos de las naciones, tiene como objetivo introducirse en otros países y continentes con la finalidad de desestabilizar las democracias liberales y el Estado de Derecho”.
Como podemos ver, la derecha y la ultraderecha se rearman en América Latina, bajo la tutela y con la estrecha colaboración de la ultraderecha y la derecha españolas. Un estrecho vínculo transatlántico une cada vez más a las iniciativas semi-trumpistas de personajes como Isabel Díaz Ayuso y sus contrapartes latinoamericanos como el presidente del Partido Republicano chileno José Antonio Kast, o el dirigente de la formación argentina Avanza Libertad, Javier Milei. Una miríada de fundaciones, asociaciones de diverso tipo y medios de comunicación digitales actúan como el sistema sanguíneo de la nueva internacional del populismo de derechas en su vertiente relativa a la llamada “Iberósfera”. El dinero fluye en ambas direcciones y los dirigentes de ambas riberas del Atlántico se reúnen en convenciones, encuentros y congresos partidarios o culturales.
Un creciente atado de relaciones une a las derechas españolas con las latinoamericanas, a los golpistas de Bolivia como Arturo Murillo, firmante de la Carta de Madrid, y a personajes como Eduardo Verástegui, actor y asesor de la Iniciativa de la Casa Blanca para la Prosperidad Hispana, impulsada por el presidente Trump, también firmante de la Carta. Lo que tienen en común es el ansia de poder y una idea básica y falsaria, pero también claramente expresada en el documento:
“El avance del comunismo supone una seria amenaza para la prosperidad y el desarrollo de nuestras naciones, así como para las libertades y los derechos de nuestros compatriotas”.
Las relaciones de esta red hispanoamericana con el movimiento populista internacional impulsado por el expresidente norteamericano Donald Trump, son también estrechas. Recientemente Trump ha anunciado que va a lanzar su propia red social en internet, Truth Social. Truth Social es una iniciativa de Trump Media and Technology Group -una compañía liderada por el expresidente- el objetivo es unir bajo un mismo paraguas a la comunidad del universo mediático conservador de Estados Unidos. Pero, como anunció el 24 de octubre una investigación del diario económico español Expansión, en su accionariado van a figurar también ciudadanos brasileños vinculados al presidente Jair Bolsonaro y directivos del universo bancario español. La interrelación de las redes de la derecha populista internacional es cada vez más amplia. Una Gran Telaraña de fundaciones, partidos políticos, medios de comunicación, movimientos conservadores en “defensa de la familia” e iniciativas “ciudadanas” generosamente financiadas, conecta a los magnates norteamericanos de la energía y otros sectores con los “speakers” libertarianos y los “nuevos políticos” de todo el mundo. América Latina es, por supuesto, uno de sus objetivos fundamentales.
No nos engañemos por la retórica supuestamente “antisistema” y “libertaria” de la derecha populista. No en vano, la fundación Disenso, vinculada a Vox y animadora de la llamada “Carta de Madrid” comparte nombre con una conocida asociación estudiantil neonazi de la universidad madrileña de los años noventa del siglo pasado. No es difícil saber de dónde vienen y adónde van los populistas que gritan “libertad”, pero sólo quieren libertad para los movimientos de los capitales o para llevar a cabo despidos.
“Guardo sus consejos en mi alma”, dice Guillermo Lasso de Isabel Díaz Ayuso. La derecha populista ya tiene su propia internacional, informal pero real.
José Luis Carretero Miramar