La vulgata cómplice de los dirigentes de la Unión Europea resuena por doquier: “Israel tiene derecho a defenderse, respetando el Derecho Internacional Humanitario”. Es una melodía macabra que se reitera en los medios de comunicación, mientras los inmisericordes bombardeos israelitas masacran niños, mujeres, periodistas y personal humanitario en la Franja de Gaza.
Llevamos ya un mes de bombardeos y al respeto de Netanyahu por el Derecho Internacional Humanitario ni se ha visto, ni se le espera, en Gaza. Se está efectuando, con plena publicidad global, un castigo colectivo contra población civil, a la que se ha privado de alimentos, agua y combustible durante semanas. Se ha impuesto un traslado masivo y coactivo con motivación étnica, no sólo en Gaza sino también en algunas zonas de Cisjordania. Se ha asesinado a cerca de 10.000 personas, entre ellas casi 5.000 niños y niñas, en bombardeos indiscriminados contra población no combatiente. Se han utilizado bombas de fósforo blanco en zonas ampliamente pobladas de civiles. Se están realizando masacres casi diarias en hospitales, escuelas y centros humanitarios. Se bombardean ambulancias y campos de refugiados. Se ataca a los civiles que han obedecido a la orden coactiva de dirigirse al Sur de la Franja y se les niega la posibilidad de acceder a ayuda humanitaria.
Mientras tanto, los dirigentes israelíes hablan de usar la bomba atómica contra la población civil de Gaza. Los servicios de inteligencia desarrollan planes para expulsar a la totalidad de dicha población, por la fuerza, más allá de la frontera. El Ejército israelí destruye las plantas potabilizadoras de agua de la Franja y cierra, de vez en cuando, toda comunicación virtual entre Gaza y el resto del mundo.
En estas circunstancias, ya no cabe lugar para declaraciones ambiguas ni para afirmaciones utópicas. Nadie en su sano juicio, o con un mínimo de honestidad, puede afirmar que Israel está cumpliendo el Derecho Internacional Humanitario en su ofensiva sobre Gaza. Simplemente, el mundo entero está viendo como se produce un genocidio, salpicado de crímenes de guerra contra población civil, enmarcado en una estrategia de limpieza étnica, a la que algunas voces añaden propuestas de una “solución final” (como el uso de la bomba atómica en la Franja) consistente en el aniquilamiento del pueblo palestino.
Así, pues, las plañideras consideraciones de los dirigentes de la Unión Europea no pueden tomarse más que como una forma indigna y sórdida de complicidad en la matanza. No, no hay ninguna duda. Es evidente que Israel está incumpliendo el Derecho Internacional Humanitario. Y, por tanto, también es evidente que, así, de esta manera, en estas circunstancias, Israel no tiene derecho a defenderse. No así. Un genocidio no es algo que se pueda cometer “en defensa propia”.
En el más primigenio origen del “derecho de gentes”, la tradición jurídica hispánica que dio lugar al nacimiento del Derecho Internacional está la afirmación de San Isidoro de Sevilla, luego reiterada por Santo Tomás de Aquino y toda la escolástica medieval, de que lo único que distingue a una banda de ladrones de un Estado es el respeto del Derecho.
El Estado no es una banda de ladrones, nos dice Isidoro, porque respeta las normas que él mismo se ha dado. Las normas básicas de su ordenamiento jurídico, y las normas internacionales que ha ratificado como integrante de la comunidad global de Estados. Sin ese respeto de las normas jurídicas, el Estado es indistinguible de una banda de ladrones. O de un grupo terrorista.
Quien toma como línea política y militar aterrorizar a población civil y masacrar niños, en palmaria quiebra del Derecho Internacional, no puede reclamar ser reconocido entre las naciones como un igual. La venganza es un criterio común de actuación de las bandas de ladrones, no de un Estado de Derecho.
Así pues, Israel, con su actuación en Gaza (pública, palmaria, e incluso reivindicada por sus dirigentes políticos) ha dejado de ser un Estado para comportarse como una banda de ladrones. No tiene derecho a defenderse así, de esta manera, conculcando todo rasgo de humanidad, toda norma jurídica.
Por tanto, los lloros cómplices y pasivos de los dirigentes políticos de la Unión Europea deberían ser sustituidos por una política firme en defensa de los derechos humanos. Una política que, en este momento, impone la ruptura de relaciones diplomáticas con Israel, la detención de Benjamin Netanyahu y los dirigentes militares israelíes para ser juzgados por la Corte Penal Internacional, la imposición de sanciones económicas y armamentísticas a Israel hasta que abandone sus prácticas actuales y se establezca un alto el fuego, el reconocimiento jurídico del Estado Palestino, y la apertura irrestricta de Gaza a la ayuda humanitaria y el comercio internacional.
La Unión Europea debe exigir la liberación de todos los presos y rehenes de ambas partes. La asunción de responsabilidades penales por parte de todos que han realizado masacres contra civiles. Reconocer al Estado Palestino. Y, además, implementar una dinámica de sanciones efectivas contra el Estado de Israel hasta que cumpla cabalmente todas las resoluciones de la Organización de Naciones Unidas sobre el conflicto en Palestina.
Eso es el cumplimiento del Derecho. Lo demás son sandeces cobardes y lloriqueos de una expotencia en acusada decadencia. Los cenagosos lamentos con los que los traficantes de palabrería justifican su pasividad ante el saqueo y la masacre efectuados por una banda de ladrones.